El silencio no detiene la ocupación y el genocidio de Gaza

Conversación sobre la historia


 

 

 

Alba Llavina Ros (UAB) entrevista a Javier Rodrigo (UAB)

 

En un momento en que la guerra vuelve a ocupar titulares a diario, la obra de Javier Rodrigo (Zaragoza, 1977) llega como un recordatorio urgente: la violencia no es un accidente colateral de los conflictos, sino su esencia. Rodrigo no parte de cero: lleva años investigando las formas de violencia en la guerra civil española y en la Europa en guerra. La guerra degenerada propone precisamente eso: entender que la guerra rara vez se mantiene en los límites formales que los tratados y manuales han tendido a fijar. Degenera porque se expande, porque se vuelve íntima, porque arrastra a combatientes y no combatientes a dinámicas de odio, represión, colaboración y supervivencia. No es la excepción sino, quizá, la norma.

Frente a la tentación de explicar las guerras solo en clave de batallas y diplomacia, su obra nos sitúa frente a lo humano, lo social y lo íntimo, allí donde la violencia se vuelve más difícil de narrar. Cuando la guerra se infiltra en la vida cotidiana, se desborda hacia lo social, lo cultural, lo íntimo, y se convierte en algo aún más perturbador y cruel. Con La guerra degenerada, Rodrigo ofrece una investigación que no solo enriquece el panorama historiográfico, sino que invita al debate público. Un texto que, sin renunciar al rigor, busca generar inquietud. Porque, como bien se desprende de sus páginas, lo peor de la guerra no está solo en los frentes: está en lo que deja tras de sí en la vida de las personas y las comunidades.

Conversamos con el autor sobre qué aporta de nuevo esta investigación, cómo cuestiona las narrativas tradicionales y qué resonancias encuentra en las guerras actuales. Más que repetir lo ya sabido, el libro abre debates incómodos pero necesarios: ¿existen las guerras “limpias”? ¿O toda guerra, tarde o temprano, acaba por corromperse? Constatar que toda guerra tiende a contaminar el tejido social, a degradar las normas y a perpetuar la violencia debería hacernos más escépticos ante los discursos que justifican nuevas intervenciones armadas como si fueran precisas, quirúrgicas o inocuas. Esta entrevista busca precisamente eso: invitar a leer, discutir y pensar la historia desde ángulos menos transitados. Y, al ir más allá de la mera descripción de atrocidades y horrores, introducir al lector un marco analítico nuevo que nos obliga a replantear cómo estudiamos y cómo narramos las guerras del siglo XX.

Contrapartida del cabo Casimiro Gómez, que combatió a la guerrilla en los montes de Cantabria. Si al principio las contrapartidas estaban formadas íntegramente por guardias civiles voluntarios, más tarde incorporaron personal civil, como falangistas y somatenes y guerrilleros “arrepentidos” (foto: El Salto)

ALBA: Javier, el título mismo, La guerra degenerada, despierta preguntas. El término “degeneración” tiene connotaciones morales y biológicas fuertes y que indican algo peyorativo. ¿Por qué se ha elegido ese término algo ‘incómodo’ y qué debate espera generar con ello más allá del ámbito académico?

JAVIER: El concepto de “guerra degenerada” no es mío y, de entrada, resulta problemático, porque fue el propio mando de las Waffen-SS —es decir, las fuerzas ocupantes nazis durante la Segunda Guerra Mundial— quien utilizó este término para describir la guerra no uniformada e irregular ejercida contra las guerrillas de la resistencia. Según ellos, sería la guerrilla la que “degenera” la guerra, al actuar en contra de las leyes de la guerra y del ordenamiento jurídico, sin uniformes, de manera traicionera, rápida y letal. La llamada guerra degenerada no es un fenómeno unilateral, sino una forma de conflicto bilateral. De hecho, el término define un tipo de guerra que, en realidad, las propias fuerzas nazis también ejercían. Bajo esta conceptualización, la población civil aparece como responsable de las persecuciones, masacres, deportaciones y asesinatos cometidos.

Al identificar como degenerada la guerra de su enemigo, los mandos de las Waffen-SS, amparados en la indistinguibilidad entre combatientes y no combatientes, justificaban simultáneamente la degeneración de sus praxis bélicas. Esto me pareció particularmente interesante, porque muestra cómo la diferencia entre praxis de la guerra regular y de la guerra irregular se vuelve cada vez más borrosa en en los contextos de conflicto contra un ocupante, la resistencia de guerrilla y la guerra contra la población civil. Ejemplos de estas prácticas incluyen la táctica de la tierra quemada, el fuego libre, la persecución de enlaces, la destrucción del paisaje, el vaciamiento poblacional, así como  la persecución de mujeres y niños y masacres de población civil, como las ocurridas en Monte Sole (la mayor matanza civil de todo el teatro meridional europeo durante la Segunda Guerra Mundial y una de las principales del conjunto de asesinatos llamado “Strage di Marzabotto”), o en Sant’Anna di Stazzema, ambas en Italia.

Este tipo de praxis también se observó en Yugoslavia, Bielorrusia, Francia, y, curiosamente, también en España. Aunque en este país hubo también guerra irregular, la escala de la “guerra degenerada” fue mucho menor en comparación con la que se desarrollaba en otros lugares de Europa, lo que hace más difícil de reconocer que se trata del mismo fenómeno, aunque en diferentes escalas. Es decir, la comparación es de escala, de grado, no de naturaleza. A pesar de que se dan que también hay evidentes diferencias que hay que explorar, ya que no es una guerra contra un ocupante, sino una resistencia armada con muy poca potencia de fuego, hay similitudes. A lo que estamos asistiendo aquí empieza durante la guerra civil regular y se perpetúa después de ella. De hecho, es precisamente, en España donde el concepto de guerra civil empieza a transmutar desde la guerra regular a la irregular, de convencional a no convencional, como acabará siendo la tendencia general en la segunda mitad del siglo XX.

Dentro de la enorme complejidad geográfica, política, histórica cronológica de la guerra civil española, lo que nos encontramos es que, a la vez que la guerra que todo el mundo conoce, entre estados del 36 y 39, hay otras guerras que se expanden y que tienen sus cronologías diferentes. La guerra civil española no termina el 1 de abril de 1939: lo que termina seguramente es una guerra regular, pero la guerra irregular se mantiene en formas y escalas hasta finales de los años 40 o principios de los años 50. Es la continuación de un combate desproporcionado, no bilateral, de una guerra degenerada. Porque una guerra es siempre degenerada, siempre es suciedad, muerte y destrucción, nace degenerada.

Guerrillero muerto en Mier (Peñamellera Alta, Asturias)(foto: todoslosrostros.blogspot.com)

ALBA: ¿Hubo un momento o una fuente concreta que te hizo pensar: “esto no encaja en la narrativa habitual”? ¿Qué relatos cuestiona o matiza?

JAVIER: ¡Gran pregunta! Sí, la verdad es que sí, y esto lo hablé largo y tendido con Adriana Cases. Hay una praxis judicial un tanto perversa que es la de la reducción de pena y la consideración penal menor de los actos realizados por mujeres con respecto al de los hombres, en tanto que los realizados por mujeres o no son políticos o son de menor entidad, es decir, que no son directamente resistenciales. Considerar que las mujeres, por su propia naturaleza, no son sujetos de agentes de resistencia y, por tanto, no se les pueden aplicar los mismos tipos penales de los códigos penales y los códigos militares. ¿Por qué? Porque son mujeres, y por lo tanto, no son resistentes y, por tanto, no entran dentro de la ley de seguridad del Estado. Lo empecé a ver, incluso en la documentación en la que había declaraciones sacadas con tortura, abusos sexuales o violencia genitalizada: siempre, en todos los casos, la sentencia hacia las mujeres acababa siendo, en su gran mayoría, la menor. De hecho, un gran número de sobreseimientos, reducción de penas y absoluciones son a mujeres.

Este era el objeto inicial del libro, la violencia contra las mujeres, pero se acabó desbordando, como suele pasar, ¿no? Y respondiendo a tu pregunta: lo que me encontré es que esa praxis estaba inducida por las propias acusadas y por sus abogados defensores. Es decir, que era una praxis de defensa, a la que tanto las defensas como los jueces terminaban apelando a ese mismo rango menor. Por otra parte, no deja de ser precisamente, desde mi punto de vista, un acto muy humano; y es que todo el mundo se quiere defender, sobre todo si te están torturando. Y aquí estaba la otra cuestión: lo que no he encontrado con suficiente contundencia, y que requeriría una investigación muy profunda, es saber el porcentaje y praxis real de la utilización de torturas y maltratos, también genitalizados, pero no solo sexuales. Porque detrás de la cuestión de la violencia sexual hay muchísimo debate, más allá del teórico: hay necesidad de una reconstrucción empírica para precisamente poder sustentar la presencia tanto en sede policial como en sede judicial de una praxis basada en torturas y abusos sexuales, fundamentalmente, ya que son determinantes, primero, para comprender toda la realidad penitenciaria como para entender la propia naturaleza de la guerra del Estado contra la guerrilla, donde a la mujer se la considera, terreno de batalla.

ALBA: ¿Qué aporta este libro a la historiografía que no se había contado o se había contado de otra manera? ¿Qué lagunas historiográficas intenta cubrir?

JAVIER: Más allá de lo que hemos ido comentando hasta ahora, este libro aporta a la historiografía una lectura transnacional y comparada de la violencia bélica e irregular que trasciende las fronteras nacionales y los marcos cronológicos tradicionales. Lo novedoso no está tanto en los hechos que analiza, sino en cómo los conecta y muestra que existen formas de praxis bélica comunes frente a situaciones estructuralmente similares, con diferentes escalas. Y esto me parece muy interesante porque supone entender que, más allá de las fronteras, las guerras se despliegan de maneras muy similares en diferentes contextos geográficos.

Frente a una historiografía que ha tratado la guerra civil española o la represión franquista como fenómenos esencialmente nacionales, esta obra propone entenderlos como parte de una dinámica europea de guerra irregular y violencia prolongada, en la que España actúa como laboratorio de procesos que luego se expanden por el continente. La obra amplía la comprensión historiográfica del siglo XX al situar el caso español dentro de un continuum europeo de guerras degeneradas e irregulares, y al desplazar el foco desde los grandes acontecimientos militares hacia las formas, escalas y persistencias de la violencia en contextos donde la frontera entre guerra y paz se vuelve difusa.

Además, cubre una laguna importante al vincular la guerra civil regular (1936-1939) con las formas de violencia irregular de la posguerra, mostrando la continuidad de la guerra más allá del fin formal del conflicto. No se trata solo de represión política o de resistencia del maquis, sino de una persistencia estructural de la lógica bélica, una continuación de la violencia que afecta tanto a la población como al paisaje. Esto nos lleva también a plantear más allá que la cronología. El hecho que no dispongamos de un hito cronológico claro (¿1948? ¿1952?), como un parte de guerra que finaliza la guerra, nos lleva a replantear cómo se considera que finaliza una guerra. Un parte de guerra en 1939 no finaliza una guerra de las escalas y dimensiones que alcanzó la guerra civil española.

Parte de la familia de los hermanos Quero, guerrilleros de Granada (foto: Granada hoy)

ALBA: La llamada Paz…

JAVIER: SÍ, Esto nos lleva también a repensar la posguerra de forma total y radical. La posguerra española está increíblemente mal estudiada. Se habla de reconstrucción, como si fuese un periodo de paz: no, ni muchísimo menos. Estamos en un contexto de guerra irregular, en un contexto donde incluso en términos de diplomacia y de política internacional, no lo es, y me refiero, rápidamente, a la entrevista de Franco con Mussolini en Bordighera y con Hitler en Hendaya. Va mucho más allá de participar o no en el conflicto iniciado en 1939: tiene que ver también con el frente occidental, con la ocupación de Francia, pero también con la pacificación del territorio. Como he comentado, el 1 de abril de 1939 no finaliza la guerra: finaliza la ocupación territorial, prologándose, sin embargo, la gestión y el control por parte de un ocupante. Porque eso nos lleva a otra pregunta que ha estudiado Alejando Pérez-Olivares de forma paradigmática para las ciudades: ¿cómo se gestiona una ocupación? ¿cuánto tiempo se tarda en ocupar una ciudad como Madrid, Barcelona o Valencia? ¿hasta qué momento no se considera totalmente pacificado, usando el eufemismo propio de terminología militar del momento?

Nos interesa también esa resistencia armada que pueden encontrar, que documentamos incluso en los años 1948 y 1949. Especialmente a partir de 1948 los resistentes son muy conscientes que no van a poder liberar España, pero la cuestión es si, antes, especialmente entre 1944 y 1947, cuando aún había una mínima posibilidad de alternativa internacional, política y militar, para ejercer algún tipo de presión a un Estado que, por otra parte, está perfectamente consolidado, como es el franquista. Pero consolidado no quiere decir que pueda soportar una ocupación, y ante una ocupación apoyada por un movimiento armado fuerte en el interior, las cosas habrían cambiado bastante. Por ello, no podemos simplemente decir que en 1939 acaba la guerra. Militarmente no hablamos de lo mismo que políticamente. No hay una frontera nítida entre Guerra Civil y dictadura franquista: la dictadura no empieza el 1 de abril del 39; empieza el 1 de octubre del 36, con la erección (con perdón) de Franco como Generalísimo de todos los ejércitos.

Apuesto, por ello, por una historiografía que se apoye precisamente en estudios de caso, sin perder de vista el conjunto global. O crecemos o decrecemos historiográficamente, y crecer solamente se puede hacer como lo estamos haciendo ahora: volver a explorar fuentes que no se habían indagado previamente. De la Guerra Civil no está todo resuelto, como tampoco lo está la posguerra. Este libro lo que quiere es reabrir la posguerra, siguiendo la estela de otros como Miguel Ángel del Arco, Arnau Fernández Pasalodos, Gutmaro Bravo, Jorge Marco o Mercedes Yusta. Apoyándome en estos trabajos, quiero contribuir al debate abierto, pero no dialogar solo entre nosotros: este es un debate internacional, con la gran historiografía, en el que España es una línea de debate sobre guerra irregular. Y esto sí que es un rasgo diferencial respecto al debate que se ha generado hasta la fecha. Además, no es ya un debate sobre la importancia del matiz, sino sobre el concepto de la guerra irregular.

Miguel López Cabezas, jefe de la partida de los Parrilleros, y su compañera Manuela Diaz Cabezas (foto: El Salto)

ALBA: ¿Cómo se fue configurando el marco teórico y metodológico que sostiene tu investigación? ¿Qué documentos, testimonios o materiales te permitieron abrir esta nueva mirada?

JAVIER: El punto de partida de este trabajo es el de una obra colectiva del grupo de investigación al que pertenezco, en la que se incluye un debate muy amplio sobre el concepto de guerra, los contextos y las praxis de guerra, con participaciones como la de David Alegre, Miguel Alonso, Alba Llavina o Arnau Fernández Pasalodos. Y a partir de estas reflexiones teóricas, yo quería fundamentalmente trabajar el concepto de la guerra irregular, de la guerra antipartisana, enfocándome en una perspectiva muy concreta: la implicación de la población civil, de los enlaces y, sobre todo, de los combatientes. Al final, en todos los procesos judiciales aparecen numerosos combatientes y se refleja mucha historia social de la guerrilla.

Pero me interesaba, también, abordarlo desde la perspectiva de género, desde la mirada y la presencia de mujeres en ese contexto, por diferentes motivos. El más importante de todos ellos no tiene nada que ver con la historia de género, tiene que ver con la historia de la guerra, que es la que a mí más objetivamente me interesa. No es que no me interese la historia de género, evidentemente, pero no creo en una historia de género descontextualizada o en una de género como nicho historiográfico. Me interesa mucho la historia de los estados frente a las resistencias. Me interesa mucho la evolución de la historia bélica, la evolución de las prácticas militares y, en ese contexto, la presencia de como combatientes irregulares como enlaces, como apoyos, como civiles, necesarias, de manera consciente, voluntaria y/o más bien forzada. Todo esto revela mucho: es un termómetro, seguramente mejor que ningún otro, para entender, precisamente, esta evolución de la guerra hacia una dimensión irregular.

Y a partir de ahí, como a mí lo que me interesaba era estudiar la dimensión de género de esta guerra, fuimos a buscar este tipo de documentación: testimonios de encausadas o testigos en el contexto de la guerra irregular. En torno a toda la gente del núcleo historiográfico con la que trabajo, mayoritariamente joven, se está configurando una nueva historiografía de la Guerra civil, de la posguerra, del franquismo, que está explotando mejor que ninguna otra las fuentes judiciales. Este tipo de fuente puede generar fundamentalmente un problema, el del sesgo de verificación. Mi intención no es hacer la historia de la guerrilla a partir de estas fuentes, sino mostrar una historia de la guerrilla a partir de una serie de fuentes determinadas, como un mosaico formado por teselas. Reconozco que esta idea del cherry picking me preocupó muchísimo durante la elaboración del libro: es muy complicado no caer en esta acumulación de casos individualizados.

ALBA: Háblame de algún caso que pueda sorprender.

JAVIER: Uno de los motivos por los que echan a un miembro de la partida de los hermanos Quero es porque tiene una amante, menor de edad, a la que por lo visto le debe contar todo en la intimidad y ella lo va contando. En el proceso penal de la chica, la propia madre hace referencia a su belleza y al hecho de que estaba allí de manera forzosa. Además, subraya que era menor de edad, no solo desde un punto de vista legal, sino también de forma muy evidente en su desarrollo físico. A partir de este caso, yo me planteo si existe la posibilidad de que un miembro de la guerrilla ejerciese violencia sexual. Es decir, si dentro de las dinámicas internas de la resistencia armada también pudieron darse relaciones marcadas por la coerción, la desigualdad de poder o el abuso. Este tipo de ejemplos nos obliga a abandonar la visión maniquea de la guerra civil y la posguerra, esa división simplificadora entre “buenos y malos”, y a cuestionar también la figura del “buen guerrillero” como héroe incontaminado o moralmente intachable. En ese sentido, la pregunta no es solo si hubo casos de violencia sexual dentro de la guerrilla, sino qué nos revela esa posibilidad sobre las propias lógicas de poder, de masculinidad y de vulnerabilidad que se producen en la guerra irregular. Y, sobre todo, cómo esa dimensión complejiza nuestra comprensión moral e histórica de la resistencia armada, obligándonos a mirarla sin idealizaciones, con todas sus contradicciones humanas y políticas.

“El Comandante” y “El Manco de Agudo”, guerrilleros acusados de violaciones en Badajoz y Ciudad Real (fotos: El Salto)

ALBA: ¿Qué hallazgo te sorprendió más durante la investigación?

JAVIER: La cuestión de la violencia genitalizada en sede judicial y policial. Esto me ha tocado mucho y me ha hecho plantear preguntas metodológicas que no me había hecho nunca, como la de la anonimización de las víctimas. También, me ha impactado mucho el manto de desconocimiento que existe alrededor de esta cuestión. Quiero decir, las prácticas de la guerra antipartisana en España son brutales: vaciamientos poblacionales, toques de queda, violaciones de mujeres… pero también me atrevería a decir la inducción de migraciones forzosas. Este tipo de prácticas son potentísimas y prácticamente están inexploradas por la historiografía y por el debate público. Y me ha sorprendido muchísimo la fortaleza de esa impenetrabilidad discursiva, que no haya una hipótesis lanzada o que no haya un análisis sobre la despoblación de algunas zonas territoriales de España que estén vinculadas a esto. Me parece muy sorprendente el hecho que se estudie a la España vacía como un fenómeno exclusivamente económico y no como un fenómeno político. Es incluso muy potente como línea de estudio para entender la España actual. Es lo que te decía: la posguerra está inexplorada, hay que volver sobre ella, y además urgentemente, muy urgentemente. La guerra civil está muy bien explorada en muchos ámbitos – en otros muchos, evidentemente menos –, pero la posguerra necesita mucha más fuerza investigadora y, por cierta parte, es por ahí donde van una parte de los grandes estudios que hay ahora mismo.

ALBA: Sobre la ampliación de la cronología 1936-1952. ¿Por qué es crucial entender que la “guerra degenerada” no termina con el último disparo, sino que se extiende durante la larga posguerra? ¿Qué factor novedoso nos proporciona la condición de una guerra y una posguerra “degenerada”?, es decir, ¿en qué cambia nuestra comprensión de la Guerra Civil al enfocarla como “degenerada”? ¿Qué papel jugaron las violencias cotidianas, sociales, culturales, que a menudo quedan al margen del relato militar?

JAVIER: El uso del adjetivo en sí no creo que cambie demasiado sobre lo que ya sabemos sobre la guerra irregular y su proyección sobre la población civil, o no uniformada si lo prefieres. Lo que tenemos que cambiar no es la adjetivación, sino la idea misma que sustancia una cosmovisión sesgada y limitada como la que encapsula la guerra en la cronología que decidieron Franco y su cuartel general. Durante el conflicto regular hubo ya guerra irregular: desde luego la del verano de 1936, como bien explica Miguel Alonso en Cruzados sin gloria. Y tras el supuesto final de la guerra hubo violencia armada y combate, limitado, entre resistentes y fuerzas armadas. Pero hubo más, hubo hambruna políticamente vinculante, hubo desplazamiento forzoso, militarización del orden público… por haber, hubo hasta campos de concentración y trabajos forzosos militarizados hasta 1947. En todo eso, por supuesto, las violencias “sociales”, por así llamarlas, tienen un rol central, gravitacional. Son el eje de la reconstrucción, del encuadramiento, del control securitario, también en lógica militar. Como bien estás estudiando tú, los responsables de las praxis violentas contra civiles y resistentes en la posguerra son mandos beneméritos formados muchos de ellos en la guerra del Rif y por tanto, perfectamente imbuidos de la lógica securitaria del ejército español previo a 1936 y, por supuesto, del que acabó siendo el Ejército Nacional.

Eugenio Collado Rodríguez, el Capitán Corruco, guerrillero comunista que actuó entre Ciudad Real y Córdoba hasta su muerte en 1942. Su esposa, Josefa Garrido, Josefa Garrido, falleció a causa de las torturas en la cárcel provisional de  Santa Olalla. Fuente: MORENO GÓMEZ, Francisco, La resistencia armada contra Franco. Tragedia del maquis y la guerrilla. El Centro-Sur de España: de Madrid al Guadalquivir, Barcelona, Crítica, 2001.

ALBA: ¿Cómo fue el proceso personal de escribir este libro? ¿Un reto intelectual, un choque emocional? Las primeras páginas del libro son duras y premonitorias. Más que certezas, ¿esta investigación busca generar una inquietud duradera sobre cómo pensamos y aceptamos la violencia?

JAVIER: Sí, sin lugar a dudas, el libro pretende repensar la violencia, plantear nuevas preguntas y reconsiderar la centralidad de la violencia contra las mujeres en la posguerra, así como la dimensión sexuada de dicha violencia. Busca también entender la posguerra como un contexto que propicia estas prácticas. Desde mi perspectiva personal, representa un reto emocional, además del reto intelectual que, como bien señalabas, implica cualquier investigación o libro académico.

Mientras que libros anteriores como Generalísimo no eran tanto un reto o un choque emocional, La guerra degenerada es un libro durísimo. Es un libro en el que, por desgracia, no puedo afirmar con la suficiente contundencia lo que querría poder afirmar, es decir, las realidades de la violencia sexuada, las violaciones, los abusos genitalizados, etcétera. O también la realidad de los secuestros y maltratos de niños y niñas en el contexto de la guerra antipartisana, también por parte de las partidas guerrilleras. Con Generalísimo es imposible empatizar, y al final del libro acabo diciendo que me produce más conmiseración que otra cosa. En La guerra degenerada empatizas desde la primera hasta la última línea. Es complejo de sobrellevar, no es un libro fácil.

Me gustaría poder abordar de manera más directa, de manera más global, la cuestión de la violencia contra la mujer, verlo de una manera global. Por desgracia, no he podido hacerlo y hay que reconocer los límites, pero dentro de todo eso, la realidad del producto que acabo ofreciendo sí que permite, como mínimo, plantearme cuestiones como ¿cómo es posible que haya este tipo de praxis en cuarteles de la Guardia Civil?, ¿cómo es posible que un sargento de la Benemérita pida a un médico forense que inspeccione el himen de una chica de 21 años, que podría ser mi hija? Ahí también hay una tensión personal evidente.

ALBA: Y en línea a esto, ¿hay alguna cosa que ahora mismo quisieras desleer, que te haya parecido un choque muy fuerte?

JAVIER: No, al revés. Lo que me choca es no haberlo podido estudiar antes y no haber tenido la conciencia de que existía esa realidad en las fuentes. Ahora precisamente, lo contrario, lo que quiero es tener tiempo o un relevo en forma de tesis doctoral que lo pueda hacer. Y con ello, alcanzar esa globalidad y una visión de conjunto mayor como para poder afirmar con la contundencia y verificabilidad necesaria lo que aquí no deja de ser una hipótesis bien fundamentada desde mi punto de vista – que es la de que existió una intencionalidad judicial durante la posguerra y parcial – con violaciones y torturas, orientada a obtener información y delaciones para acabar con la resistencia armada en el contexto de la guerra irregular.

ALBA: ¿De nuevo y ya a modo de cierre, qué debates te gustaría que se abrieran a partir de esta obra?

JAVIER: Me gustaría que esta obra abriera debates en torno a cuestiones como la violencia sexuada, la guerra irregular y la necesidad de ampliar o complejizar la cronología y las praxis de la guerra civil. También invitaría a reflexionar sobre la posguerra: ¿qué entendemos realmente por “posguerra”? ¿Cuándo termina una posguerra, o acaso se prolonga bajo otras formas? Además, sería interesante explorar la dimensión internacional de esas prácticas y su relación con los contextos coloniales, una línea que tú misma estás investigando y que me parece especialmente sugerente.

Alpidia García Moral, compañera de Victorino Nieto Rodríguez, guerrillero de la de Federación de Guerrillas de León y Galicia, que fue ejecutada públicamente por la guardia civil en Villasinde el 17 de marzo de 1949. A la derecha, su hija Ángela Losada, condenada a ocho años de prisión que cumplió en las cárceles de Amorebieta y Segovia (foto: nodo50)

Fuente de la entrevista: Conversación sobre la historia

Sumario del libro
Introducción

Sujetos y repertorios
El sexo de la violencia
Cartas de Francisca a su marido guerrillero

1. Posguerra armada, guerra inacabada

La guerra degenerada
Los orígenes: 1936-1939
Guerra sin fin: 1939-1944
Más perseguidos que las alimañas: 1944-1948
Coda: Perder del todo, 1948-1952

2. Una guerra fría, callada, silenciosa

Bandidos
Guerra contra el monte
Bandos, masías, cortijos, chozos
Casos singulares
Conocer al enemigo
Coda: Destierros

3. Comunidades de violencia

Estrategias de supervivencia
Tramas locales, contextos condicionantes
Vecinos contra vecinos
Violencias cruzadas
Coda: Tanatopraxias

4. Mujeres en resistencia

Guerrilleras
Enlaces
Encubrimientos forzosos
Conductas privadas, condenas públicas
Por los malos tratos a los que la sometieron
Coda: Muerte

Conclusión. La degeneración de la guerra
Epílogo. Casi todos los ruidos, por Jorge Marco

 

Portada: Cárcel provincial de Granada: Mujeres, en su mayoría de Almuñécar,  detenidas por su parentesco con miembros de la guerrilla antifranquista de los “hijos de la noche”. Foto cedida por Miguel Moreno Montes (El Independiente de Granada)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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