El silencio no detiene la ocupación y el genocidio de Gaza

Conversación sobre la historia


Paul Flewers*

 

En las etapas finales de la Segunda Guerra Mundial, George Orwell tenía una noción bastante completa de que el mundo se enfrentaba a un futuro colectivista y estatalizado, que se gobernaría de manera totalitaria si no se establecía alguna forma de sociedad libertaria y socialista. Una influencia importante sobre él fue James Burnham, quien, en dos libros, The managerial revolution The Machiavelians, publicados en 1942 y 1943, articuló y amplió muchas de las ideas sobre el colectivismo, el totalitarismo y la búsqueda del poder de la intelectualidad que Orwell había estado desarrollando en los últimos años.(1)

Burnham se había separado del movimiento trotskista en los Estados Unidos después de haber llegado a la conclusión de que la Unión Soviética representaba una nueva forma de sociedad, que no era ni capitalista ni socialista, y que, además, era precursora de sociedades similares en todo el mundo, con la Alemania nazi y el “New Deal” de los Estados Unidos siendo ejemplos en desarrollo. Promoviendo este sombrío pronóstico en La revolución gerencial, Burnham renunció a cualquier idea de socialismo. La base de su teoría era que las clases capitalistas estaban siendo desafiadas por estratos gerenciales y técnicos, que aumentarían su control sobre la sociedad y eventualmente tomarían el poder. Las sociedades gerenciales eran casi por definición totalitarias, y se fusionarían en torno a tres superestados rivales.(2)

En su libro posterior, Burnham afirmó que los principios rectores de las luchas políticas eran maquiavélicos: en otras palabras, que el objetivo principal era obtener y luego mantener el poder, y que uno debe interpretar los programas y declaraciones políticas bajo esa luz. En la era de la lucha entre la clase capitalista moribunda y la nueva y aspirante a élite gerencial, una verdadera democracia era inalcanzable, y la creciente clase gerencial atraería a las masas bajo consignas democráticos fraudulentas, movilizándolas como su fuerza de ataque contra los gobernantes capitalistas existentes.(3)

A medida que la guerra se convirtió en paz, Orwell afirmó que la humanidad se enfrentaba a “la perspectiva de dos o tres superestados monstruosos” armados con bombas atómicas, cada uno “autocontenido”, aislados entre sí, “a la vez invencibles y en estado permanente de ‘guerra fría’ con sus vecinos”.(4) Un poco antes, había insistido en que la mayoría de los intelectuales en Gran Bretaña estaban “perfectamente dispuestos a aceptar métodos dictatoriales, policía secreta, falsificaciones sistemáticas de la historia, etc.”.(5) Orwell enfrentó el mundo de la posguerra con cierta inquietud – la atmósfera embriadora de El león y el unicornio se había desvanecido en algo menos optimista.

El mundo había cambiado considerablemente cuando se publicó 1984 en junio de 1949. La alianza de los “Tres Grandes” en tiempos de guerra era un recuerdo que se desvaneció, con el mundo dividido en dos campos, separados por lo que se había llamado el “Telón de Acero”. El estalinismo parecía para muchos ser un movimiento irresistible, maligno y expansionista, que se oponía a las fuerzas políticas rivales con mano de hierro, y la toma del poder estalinista en Checoslovaquia en 1948 en particular intensificó los sentimientos antisoviéticos. En Occidente, el proceso de desradicalización dentro del entorno intelectual se aceleró. No pocos sucumbieron a la atmósfera de la guerra fría, mientras que otros se desesperaron.(6) Con el mundo bifurcado reflejado en una conformidad intelectual opresiva tanto en el este como en el oeste, parecía haber poco espacio en el que un socialista libertario como Orwell pudiera maniobrar.(7)

Cubierta de la primera edición de 1984 (1949)
Totalitarismo

1984 se convirtió en un éxito de ventas, superando incluso las prodigiosas ventas de Animal Farm por un amplio margen.(8) La visión de un mundo dividido entre tres vastos superestados, todos gobernados por regímenes totalitarios perversos, que suprimían todas las libertades civiles y la vida intelectual, observaban cada movimiento de sus súbditos y reescribían continuamente sus propias historias; en el libro, la difícil situación de Winston Smith, con su revuelta casi solitaria contra el sistema, doblegado por el siniestro O’Brien hasta la sumisión y el arrepentimiento total, tocó una fibra sensible con un gran número de personas.

1984 fue un éxito inmediato, ya que surgía de la conciencia de la guerra fría. Como dijo Isaac Deutscher unos años después del lanzamiento del libro, “La novela ha servido como una especie de superarma ideológica en la guerra fría. Como en ningún otro libro o documento, el miedo convulsivo al comunismo, que ha arrasado en Occidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se ha reflejado y centrado en 1984“. (9)

El liberal estadounidense, Lionel Trilling, encontró el libro escalofriante porque la sociedad representada en él era “sustancialmente poco más que una extensión en el futuro cercano de la estructura y política actuales del estalinismo”, que no solo existía en el bloque oriental, sino potencialmente en el oeste. La lección era clara: no podía haber apaciguamiento con el estalinismo: “De lo contrario, continuaremos interpretando a Winston Smith, cayendo tarde o temprano en manos de los O’Brien del este, que nos romperán los huesos hasta que gritemos amor por el Gran Hermano”. 10 El socialista estadounidense, Irving Howe, declaró que 1984 reflejaba la “situación apocalíptica” a la que se enfrenta la humanidad, ya sea el socialismo o el totalitarismo, como se describe en el libro.(11)

1984 causó un gran revuelo en la izquierda. Para los estalinistas, simplemente confirmó lo que ya pensaban sobre Orwell.(12) La mayoría de los oponentes de izquierda del estalinismo habían acogido con satisfacción el Homenaje a Cataluña, ya que era decididamente de izquierda, que sacaba a relucir tanto los factores revolucionarios de la Guerra Civil española como la naturaleza contrarrevolucionaria del estalinismo. Su respuesta a La granja de los animales varió. Algunos la vieron como una reivindicación de Trotsky, mientras que otros como una expresión de la idea de que las revoluciones conducen inevitablemente al surgimiento de una nueva élite. 1984 fue ampliamente interpretado en la izquierda como un trabajo profundamente pesimista y deprimente. Algunos pensaron que Orwell estaba afirmando que la lucha por un futuro mejor era inútil – esta era la opinión de Deutscher, quien afirmó que era “un documento de amarga desilusión – no solo con el estalinismo, sino con todas las formas y tonos de socialismo”(13)– mientras que otros, a pesar de su incomodidad con el libro, no creían que hubiera renunciado al socialismo.(14)

Aunque Orwell no había visitado ni la Alemania nazi ni la Unión Soviética, algunos comentaristas han señalado que había logrado comprender muchas de las características de una sociedad totalitaria.(15) De hecho, 1984 surgió de una serie de influencias diferentes, tanto dentro como fuera de los países totalitarios.(16)

George Orwell (de pie, detrás de T.S. Eliot) durante una grabación del BBC Eastern Service, al que Orwell se incorporó en 1941  (foto: bbc.co.uk)

En primer lugar, muchas de las características del superestado de Oceanía se basaron en las observaciones personales de Orwell. Los proles recuerdan a los trabajadores más precarios y degradados en El camino al muelle de Wigan. Las costumbres de la sociedad de Oceania se basan claramente en sus recuerdos infantiles de sus días en una “escuela pública” (internado) británica: “La virtud consistía en ganar: consistía en ser más grande, más fuerte, más guapo, más rico, más popular, más elegante, con menos escrúpulos que otras personas, en dominarlas, intimidarlas, hacerlas sufrir dolor, hacerlas parecer tontas, sacar lo peor de ellas en todos los sentidos”. 17

Gran parte de la tristeza diaria y la manipulación de la información de la vida en Oceania son una extrapolación exagerada de las experiencias de Orwell en el Londres en tiempos de guerra y de la insidiosa censura en la BBC y el Ministerio de Información en la década de 1940.(18)

En segundo lugar, hemos visto que Orwell había leído varios relatos valiosos de la sociedad soviética. Bastantes de las observaciones de Eugene Lyons reaparecen en la novela de Orwell, con dos ejemplos sorprendentes como el cartel utilizado durante el intento de llevar a cabo el primer plan quinquenal en cuatro años: “2+2=5”, que Orwell convirtió de una ingeniosa consigna de propaganda en un símbolo siniestro de la abyecta derrota de Smith a manos del régimen de Oceanía; y el telegrama de UP, que parece un ejemplo de neohabla.19

En tercer lugar, había una rica vena de novelas utópicas y distópicas de las que podía sacar partido. Orwell había leído El talón de hierro de Jack London y Nosotros de Yevgeny Zamyatin, y estaba muy familiarizado con las obras de Aldous Huxley y HG Wells.(20)

En cuarto lugar, algunas de las características de 1984 tenían un aire a los escritos más dramáticos de Burnham y Arthur Koestler, que Orwell había criticado antes por ser demasiado pesimistas. Escribió que la visión de Burnham de un “imperio de esclavos enorme, invencible y eterno” nunca se establecería o no perduraría, porque la esclavitud “ya no era una base estable para la sociedad humana”, y por lo tanto el régimen soviético “se democratizaría” o perecería,21 sin embargo, en 1984 los tres estados totalitarios se extendían hasta un futuro indefinido. Del mismo modo, Orwell descartó de Koestler la idea de que “sin educación de las masas, no hay progreso social; sin progreso social, no hay educación de las masas” como una “conclusión pesimista”,(22) solo para que Smith concluya tristemente sobre los proles: “Hasta que no se hayan vuelto conscientes nunca se rebelarán, y hasta que se hayan rebelado no podrán volverse conscientes”. (23)

James Burnham y Arthur Koestler, en la New York University de la que el primero fue profesor. (Alamy)

Las concepciones de Orwell sobre los estratos sociales resurgen en 1984. A pesar de su condición degradada, los proles son el único repositorio de la decencia humana: “Los próles habían permanecido humanos… No eran leales a un partido o a un país o a una idea: eran leales unos a otros”.(24) Y, confirmando sus peores temores sobre ellos, los estratos medios prerrevolucionarios se habían convertido en la élite gobernante de Oceanía, que estaba compuesta, en palabras del ‘libro’ de Goldstein, “en su mayor parte por burócratas, científicos, técnicos, organizadores sindicales, expertos en publicidad, sociólogos, maestros, periodistas y políticos profesionales… cuyos orígenes se encontraban en la clase media asalariada y los niveles superiores de la clase trabajadora”, y que “habían sido moldeados y agrupados por el mundo estéril de la industria monopolista y el gobierno centralizado”.(25)

Y esto nos lleva a una posible influencia adicional: Max Nomad, el seguidor de Jan Wacław Machajski, el revolucionario polaco que consideraba que el socialismo constituía la ascensión al poder de una nueva clase de intelectuales explotadores. En un artículo publicado por primera vez en 1937, Nomad se refirió a los pretendientes “neoburgueses” al poder político, enumerando a “oficinistas, profesores, profesionales, técnicos, clérigos, expertos comerciales y financieros, periodistas, escritores, artistas, políticos, revolucionarios y agitadores profesionales, organizadores sindicales, etc.”(26) La similitud con la galería de pícaros de Orwell es sorprendente. Además, Nomad y Orwell coincidían en que estos contendientes al poder se apoyaban en la insatisfacción de las clases inferiores para usarlas como sus tropas de asalto contra la élite gobernante existente, y así facilitar su propia vía hacia el poder.

Muchos factores en 1984 siguen sin explicación o sin explorar. La revolución en sí misma, seguramente un evento decisivo, apenas aparece en la narrativa más allá de algunos recuerdos de la infancia fragmentarios de Smith que apenas van más allá de las dificultades causadas por la dislocación social, o en el “Libro” de Goldstein, o para el caso en la propaganda presentada por “Ingsoc” (“socialismo inglés” – los equivalentes británicos de los soviets rusos, comités de fábrica, huelgas, manifestaciones, reuniones masivas y discursos y discusiones de pub – la animada realidad democrática de 1917). Todos son llamativos por su ausencia.(27)

Cómo llegamos de la revolución a la situación en 1984 sigue siendo un misterio. ¿Cómo se estableció el partido como una élite gobernante? ¿Por qué los proles lo permitieron? ¿Por qué la revolución británica se convirtió en una distopía super-estatalista? El viaje de Smith de vagabundo a miembro del “Partido Outer” y empleado de “Minitrue” (“Ministerio de la Verdad”) no está rastreado; es como si grandes trozos de su propia memoria hubieran sido erradicados. Por supuesto, una novela no es necesariamente un tratado histórico y las lagunas enfatizan el control del partido sobre el registro histórico, pero también sirven para dar la impresión de que el régimen “Ingsoc’ en “Airstrip One” (Gran Bretaña) fue el resultado inevitable de la revolución, que ningún otro resultado era posible, una impresión reforzada por la afirmación desnuda e inexplicable en el “Libro” de Goldstein de que “el objetivo de establecer la libertad y la igualdad se abandonó cada vez más abiertamente” en “cada variante del socialismo que apareció desde aproximadamente 1900 en adelante”.(28) Me vienen a la mente otras preguntas: por ejemplo, si los próles fueran, comparativamente hablando, libres, ¿por qué alguien se uniría al Partido Outer, viendo que la existencia de sus miembros era bastante miserable y en términos materiales poco mejor (o nada) que la de los proles? (29)

1984 no debe ser visto como el testamento político de Orwell. De hecho, la novela es profundamente pesimista, ya que Smith no solo es derrotado, sino que está mentalmente destrozado hasta el punto de que acepta sin duda la legitimidad del régimen, simbolizando así la naturaleza todopoderosa del estado de Oceanía. Sin embargo, la escritura de no ficción de Orwell es más optimista. La distopía total de 1984 no era una certeza y respondió a un crítico: “No creo que el tipo de sociedad que describo necesariamente llegue, pero creo… que algo parecido podría ocurrir”. Además, no era una descripción del régimen soviético, ya que Oceanía solo se había “realizado parcialmente” en la Unión Soviética.(30) Considerando también que, como hemos visto, creía en la posibilidad de la democratización del régimen soviético, su visión del futuro no era tan sombría como sugería su última novela.(31)

Ilustración de portada del ensayo que Max Nomad dedicó al pensamiento de Machajski en 1932 (libcom.org)
Crítica

No hace falta decir que 1984 ha provocado una vasta industria de aclamación y crítica.(32) El pesimismo expresado en ella ha sido explicado, a menudo por escritores de izquierda, como resultado de la desmoralización política de Orwell. Paul O’Flinn afirmó que su falta de una filosofía política coherente había hecho que a finales de la década de 1940 fuera “susceptible de ser azotado por el huracán de la guerra fría”, víctima de un enfoque “potencialmente revolucionario”, que “retuvoca desesperado, buscando y no encontrando una base en la que sustentarlo”.(33)

Michael Maddison declaró que Orwell estaba consternado por el declive de la clase trabajadora como sujeto en el escenario histórico, ya que “en la década de 1939 a 1949 ninguna ola revolucionaria rompió sobre la superficie de la política”. Y así: “‘Ellos’, los burócratas y los políticos ansiosos de poder, fueron capaces de cambiar la cara del mundo, y en el proceso pisotearon el ‘nosotros’; tal sería un resumen de los puntos de vista de Orwell”.(34)

Alex Zwerdling declaró que no sería correcto decir que Orwell había abandonado el socialismo, pero su incapacidad para responder a las preguntas que planteó al respecto “eventualmente… lo llevó al borde de la desesperación”.(35) Las opiniones han diferido mucho sobre lo que las esperanzas de Smith en los proles representaban en el pensamiento de Orwell, entre aquellos que detectan optimismo en el autor a pesar del hecho de que los proles vivían en un sueño y la oposición de Smith fue aplastada,(36) y aquellos que afirman que no hay nada en el texto que justifique la afirmación de una “victoria de los prole” o la idea de “invencibilidad democrática”.(37)

Los analistas conservadores han visto 1984 como una señal de que Orwell se estaba alejando del socialismo. Dennis O’Keefe declaró que la opinión conservadora sobre el libro es fuerte: es “explícitamente antisocialista, convergiendo con el trabajo de varios escritores… en la opinión de que el socialismo es esencialmente la hipertrofia del estado”, y aceptando implícitamente que el capitalismo es el único sistema que puede garantizar la libertad del individuo.(38) Otros, como Robert de Camara, se han burlado de la noción de que Orwell estaba reflejando las tendencias totalitarias en los países occidentales.(39) Norman Podhoretz afirmó que Orwell habría estado entre esos izquierdistas de finales de la década de 1940 que iban a deslizarse hacia el conservadurismo.(40)

Portadas de diferentes ediciones y adaptaciones de 1984 (Sin Permiso)
La respuesta de la izquierda

Los críticos de Orwell en el movimiento “comunista oficial” compartían la opinión de los conservadores de que 1984 es una obra procapitalista. Leslie Morton declaró en 1952 que Orwell jugó con “los miedos y prejuicios más bajos engendrados por la sociedad burguesa”: “Su objetivo no es argumentar una posición, sino inducir una convicción irracional en la mente de sus lectores de que cualquier intento de realizar el socialismo debe conducir a un mundo de corrupción, tortura e inseguridad”.(41)

Las evaluaciones de izquierda a menudo se han concentrado en las siniestras actividades del estado capitalista – llamadas telefónicas, vigilancia visual, detalles informáticos sobre individuos, noticias y manipulación del lenguaje, etc. – para mostrar la relevancia actual de 1984.(42) Esto molestó a los comentaristas de derecha Paul Johnson y John McEwan, que despreciaron la ecuación de las operaciones encubiertas de los estados occidentales y la Policía del Pensamiento y las pantallas de Oceanía.(43) Sin embargo, vale la pena señalar que, por muy general que fuera la vigilancia bajo el estalinismo, solo bajo el capitalismo moderno existe la tecnología capaz de llevar a cabo el nivel de control de Oceanía. En todo caso, el estalinismo estuvo marcado por su incapacidad para lograr un avance tecnológico constante.

Aunque Robert Conquest contrarrestó los argumentos de la izquierda al afirmar que la sociedad totalitaria retratada en Oceanía se basaba en la Unión Soviética, y que surgió a través del derrocamiento del capitalismo, en lugar de a través de su desarrollo,(44) está claro que Orwell estaba preocupado por las tendencias hacia el totalitarismo dentro de la sociedad en su conjunto. Criticó más al estalinismo porque representaba para él el desarrollo más lejos de la tendencia. Pero la censura estatal y la autocensura en la Gran Bretaña en tiempos de guerra, sin embargo, le preocuparon mucho. Como escribió en 1944,

“El Ministerio de Información (MOL) no dicta, por supuesto, una línea de partido ni emite un índice de censura. Simplemente “advierte”. Los editores llevan los manuscritos al MOL, y el MOL “sugiere” que esto o aquello es indeseable, o prematuro, o “no serviría para ningún buen propósito”. Y aunque no hay una prohibición definitiva, no hay una declaración clara de que esto o aquello no debe imprimirse, la política oficial nunca se burla. Los perros de circo saltan cuando el entrenador hace restallar su látigo, pero el perro realmente bien entrenado es el que da un salto mortal sin látigo”.(45)

Orwell no se refería al estalinismo aquí: más bien al naciente comportamiento totalitario dentro de las estructuras oficiales de Gran Bretaña que no era forzado por el miedo o la obligación, ni ordenado por una línea partidista dictada desde Moscú, sino que se basaba en la adhesión voluntaria de los interesados. Como hemos visto, las ideas de Orwell para Oceanía se extrajeron no solo de observaciones de gente sobre las sociedades totalitarias, sino también de las tendencias dentro de Gran Bretaña y, por extensión, en las democracias liberales en general. No fue solo el apoyo acrítico mostrado durante la guerra a un estado totalitario en particular, la Unión Soviética, lo que lo perturbó; más importante fue la mentalidad de conformidad ideológica y el pensamiento dogmático cerrado que sustentaba tanto este ejemplo de adoración estatal como la censura y orientación subrepticias ejercidas en ese momento por el estado británico.

INGSOC, el partido gobernante en Oceanía (fotograma de la película ‘1984’, dirigida por Michael Radford en 1984)

Orwell lanzó muchos dardos a los intelectuales de izquierda que deberían saber lo que hacían cuando apoyaban al estalinismo – de hecho, atacó el estalinismo tanto porque era un izquierdista – pero la derecha no tiene justificación alguna para reclamar su herencia. Sin embargo, la reclamó y continuó haciéndolo, y una de las razones radica en la estructura de 1984. Tomada en sí misma, la novela puede interpretarse fácilmente como una obra antisocialista. Tomada en conjunto con sus otros escritos, la historia es bastante diferente, y es posible otra interpretación mucho más positiva. Me parece que Orwell escribió 1984 no solo para advertir contra una posible distopía estalinista, sino también (y quizás más importante) para mostrar el grado de vigilancia, degradación, manipulación y opresión que se requiere para destruir la autonomía del individuo, para prevenir el desarrollo del pensamiento crítico y erradicar la posibilidad de acción colectiva, y así prevenir cualquier desafío a la élite gobernante y descartar cualquier transformación de la sociedad.

Sobre esa base, es evidente que, mientras la sociedad no descendiera a las profundidades de Oceanía, el futuro de Orwell no era tan sombrío. Había una salida: la esperanza estaba en los proles, en la clase trabajadora. E incluso si, como admitió, las perspectivas del socialismo a finales de la década de 1940 eran escasas,(46) nunca repudió sus creencias al respecto.

Orwell estaba fascinado, incluso obsesionado, por la cuestión del ejercicio del poder. Hemos visto cómo veía a la intelectualidad radical como posibles totalitarios en busca de poder y que consideró su defensa de la Unión Soviética como prueba de su intención de ejercer el poder indiscriminadamente. Una característica destacada de 1984 es la búsqueda obsesiva del Partido del poder en su propio beneficio. O’Brien le dice a Smith:

“El Partido busca el poder ante todo para su propio beneficio. No estamos interesados en el bien de los demás; solo nos interesa el poder. Ni riqueza ni lujo ni larga vida ni felicidad: solo poder, poder puro… Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaron mucho a nosotros en sus métodos, pero nunca tuvieron el coraje de reconocer sus propios motivos… El poder no es un medio: es un fin… El objeto del poder es el poder”.(47)

Orwell discutió poco con Burnham sobre esta cuestión, ya que básicamente aceptó su proposición básica de que los intelectuales se involucran en política simplemente para hacerse con y ejercer el poder, pero no estaba de acuerdo con él sobre la posible duración del futuro totalitario, que ambos creían que los intelectuales en busqueda de poder esperaban alcanzar.

Deutscher, que trabajó con Orwell durante la guerra, explicó que era “en el fondo… un anarquista de mente simple” para quien “cualquier movimiento político perdía su razón de ser en el momento en que adquiría una razón de estado“: “Analizar un trasfondo social complicado, tratar de desentrañar motivos políticos entrecruzados, cálculos, temores y sospechas, y discernir la compulsión de las circunstancias detrás de su acción superaba a Orwell. Las generalizaciones sobre las fuerzas sociales, las tendencias sociales y las inevitabilidades históricas le hicieron vivir lleno de sospechas”.

Sin un método de investigación, Orwell se vio obligado en última instancia a “adoptar y aferrarse a la más antigua, la más banal, la más abstracta y la más estéril de todas las generalizaciones… la ‘adoración sádica al poder'”.(48) Los conflictos entre una amplia gama de fuerzas sociales se redujeron a la banalidad de una teoría conspirativa. Como era de esperar, Deutscher consideraba a Orwell como un fanático que quería respuestas fáciles, una consideración dura, pero no injusta.

El poder del estado

El poder, sin embargo, rara vez es un objeto en sí mismo (los dictadores son poco diferentes de los demócratas en este sentido). Aunque el poder estatal se proyectó tanto en la Alemania nazi como en la Unión Soviética de Stalin a través del liderazgo personal de un partido autoritario, el poder puro no era ni el deseo de Hitler ni de Stalin, ni la realidad de su gobierno, por mucho que sus caprichos personales afectaran realmente a la sociedad.

Ambos se veían a sí mismos como la encarnación viviente de una búsqueda. Hitler vio su tarea como reconstruir y extender una Alemania mítica, y de eso no se desvió. Stalin comenzó como un revolucionario proletario y, a través del proceso de ganar poder en un estado aislado y atrasado, llegó a personificar una nueva élite gobernante nacionalista que construía una nueva Rusia, aunque, por razones que discutiremos, continuó usando el lenguaje igualitario de la Revolución Rusa. El poder tenía un propósito, y este propósito se compartía totalmente en las filas de las burocracias nazis y soviéticas.

Orwell consideró que las ideologías totalitarias eran esencialmente instrumentales: las ideologías que existían dentro de los tres superestados en 1984 se presentaron como creaciones conscientes elaboradas por las posibles élites como justificación de su búsqueda de apoderarse y luego ejercer el poder. Sin embargo, este no fue el caso de la Alemania de Hitler: la ideología nazi fue en la mayoría de sus aspectos un desarrollo exagerado de las ideas nacionalistas alemanas existentes, lo que atrajo a muchos miembros de la intelectualidad y la pequeña burguesía, que se sentían alienados de la república liberal-democrática de Weimar. La ideología nazi era un producto de la sociedad burguesa, aunque particularmente maligna, que surgía de las relaciones sociales capitalistas y las reflejaba en una coyuntura particularmente febril.

Sin embargo, la ideología en la Unión Soviética era algo diferente, y si había una cuestión definitivamente de artificio. El marxismo es la filosofía antielitista por excelencia: muestra que un futuro genuinamente igualitario, una sociedad sin una élite gobernante, es eminentemente posible. La Revolución de Octubre tuvo lugar bajo la bandera del marxismo; los bolcheviques la vieron como el primer estadio de una revolución socialista mundial. Sin embargo, en la década de 1930, aislado en un país atrasado y devastado por la guerra, el Partido Comunista Soviético había mutado en una élite, gobernando una formación socioeconómica jerárquica y no capitalista, con el marxismo como ideología estatal bastarda. Esta contradicción se explica por el hecho de que, mientras la élite se apoyó en los cimientos establecidos por la Revolución de Octubre, es decir, mientras no se restauró el capitalismo, se vio obligada a usar el lenguaje de 1917: ¿qué tipo de ideología podría surgir de una sociedad que no solo no era ni capitalista ni socialista, sino que no constituía un nuevo modo de producción? 49

En la superficie, los regímenes totalitarios clásicos eran extremadamente ideológicos. La vida ordinaria se politizó en un grado mucho mayor que en una democracia parlamentaria. Pero la politización de la vida cotidiana en un sistema totalitario conduce rápidamente a su opuesto: a la destrucción de la política, particularmente en los países estalinistas, en los que la ideología tenía poca relación con la realidad. La ideología y la política se convierten en un ritual sin sentido.

Las sociedades estalinistas en sus últimos días estuvieron marcadas por un cinismo profundo. Incluso en la era Brezhnev, los principales burócratas se entusiasmaban públicamente con las maravillas del “socialismo” de estilo soviético, pero su corazón hacía tiempo que lo había abandonado. En la década de 1980 (60 años desde el lanzamiento del primer plan quinquenal, y 40 años desde la sovietización de Europa del Este) las burocracias del bloque soviético estaban considerando seriamente transitar al mercado, un proceso que requeriría rechazar una ideología en la que solo se expresaban, en lugar de creer, y adoptar otra en la que realmente pudieran creer.50

Wilfred Vernon y Dennis Pritt, dos de los pocos diputados laboristas identificados como prosoviéticos (imágenes: Media Storehouse/Bundesarchiv)
Pro-soviético

Las suposiciones de Orwell sobre las supuestas ambiciones totalitarias de los intelectuales radicales de Gran Bretaña fueron muy exageradas. ¿Era realmente el caso, como afirmó, que la mayor parte de la intelectualidad en Gran Bretaña estaba “perfectamente preparada para los métodos dictatoriales, la policía secreta, las falsificaciones sistemáticas de la historia, etc.”? 51 Algunos de los críticos de Orwell han argumentado convincentemente que exageró la influencia del estalinismo en los intelectuales de Gran Bretaña.52 Además, la fijación de Orwell con la búsqueda del poder lo había llevado a tener en cuenta otras razones menos siniestras para el interés mostrado por muchos intelectuales radicales en la Unión Soviética: por ejemplo, la idea de que el bienestar del estado soviético y las políticas económicas podrían tener alguna aplicación práctica en Gran Bretaña.

Ciertamente, a finales de la década de 1940, Orwell estaba pateando una puerta abierta: es notable lo rápido que los sentimientos pro-soviéticos se desvanecieron, una vez que cesaron las hostilidades. La Gran Bretaña oficial, con los laboristas en el gobierno, adoptó rápidamente una postura hostil hacia Moscú. La ya erosionada credibilidad de la élite soviética entre los izquierdistas en el Partido Laborista desapareció en respuesta a su nueva ronda represiva en la Unión Soviética y en sus nuevos dominios en Europa del Este. El grupo de diputados laboristas verdaderamente pro-soviéticos que tanto preocuparon a Orwell y fueron expulsados del partido eran cuatro.53 El atractivo de antes de la guerra y en tiempos de guerra de los planes de bienestar y la administración económica soviética se desvaneció rápidamente, una vez que el programa de reformas del gobierno laborista y el renacimiento del capitalismo británico llevaron a una mejora constante de las onerosas condiciones de la década de 1930. En el momento en que apareció 1984, pocos fuera del CPGB en declive y sus compañeros de viaje se adhirieron a una visión sin tacha del estalinismo.

Y luego, como para confirmar los pronósticos más optimistas de Orwell y en oposición a 1984 con su futuro totalitario sin fín, a los tres años de la muerte de Orwell, el propio Stalin murió y sus sucesores iniciaron un proceso de reforma de gran alcance, que flexibilizó hasta cierto punto la camisa de fuerza cultural, redujo considerablemente el nivel de coerción estatal y terminó en gran medida con el sistema de campos de prisioneros.54 Luego, en 1956, el “discurso secreto” de Jruschov, con sus denuncias de Stalin, asestó un golpe al mito soviético, que nunca se recuperó entre los “comunistas oficiales”.55 Los sucesores de Stalin no introdujeron una democracia liberal, mucho menos una democracia socialista: la represión y la censura seguían siendo características destacadas del régimen, pero, sin embargo, alejaron aún más la realidad soviética hasta cierto punto de la distopía presentada en 1984.

Finalmente, para confundir a todos aquellos que consideraban el sistema estalinista, ya fuese positiva o negativamente, como una formación socioeconómica duradera, un paraíso de los trabajadores o una amenaza al acecho para Occidente, los acontecimientos de 1989-91 demostraron que todo el edificio estalinista había llegado al final del camino. En su introducción a la edición ucraniana de Animal Farm, Orwell señaló que muchos lectores habían asumido que la escena final tenía la intención de mostrar que los cerdos y los humanos, es decir, las élites soviéticas y las occidentales, se habían reconciliado. Esta, agregó, no era su intención: lo que había querido es que el libro “terminara con una fuerte nota de discordia”.56 Eso es irónico, ya que los hechos han demostrado que esta mala interpretación es una representación más precisa del destino del estalinismo -la adopción práctica e ideológica del mercado capitalista por parte de las antiguas élites del bloque soviético-, que los siglos de guerra interminable entre tres estados estalinistas idénticos reflejada en 1984.

Aunque Orwell exageró en gran medida el grado de sentimientos pro-soviéticos entre los intelectuales, sus preocupaciones sobre las tendencias más amplias del emergente comportamiento totalitario en la sociedad, sobre todo la aceptación voluntaria de la conformidad ideológica y el pensamiento dogmático cerrado, eran, sin embargo, pertinentes y, de hecho, siguen siendo relevantes. La adoración estatal de los países totalitarios se repitió esporádicamente a lo largo de las décadas siguientes, con varios intelectuales radicales haciendo el ridículo, persiguiendo su meca estalinista sucesivamente en la China de Mao, la Albania de Hoxha e incluso la Camboya de Pol Pot. Más importante aún, un número considerable de antiguos intelectuales pro-soviéticos renunciaron a Moscú simplemente para sumarse al lado occidental en la guerra fría, ya que la “nueva civilización” se convirtió en “el dios fracasado”, y la Unión Soviética en una amenaza totalitaria implacable para la civilización occidental.

Orwell no vio la sustitución de una ortodoxia por otra como algo positivo – “No se gana nada enseñando a un loro una palabra nueva”57 – y atacó  lo que llamó las “pequeñas ortodoxias malolientes” de su tiempo.58 Entonces, ¿por qué debería quedar disculpada la ortodoxia de la guerra fría, una mentalidad intelectual que era inconmensurablemente más omnipresente entre los intelectuales occidentales que los sentimientos transitorios pro-soviéticos de los días del Frente popular y la Segunda Guerra Mundial (y, recordemos, cuyo fundamento fue socavado por los eventos de 1989-91, con el colapso de todo el bloque soviético y la reprobación por las élites, con una prisa indecente, de su largamente proclamada ideología marxista-leninista)?

Productos de la cultura popular que incorporan lemas extraídos de la novela 1984: a la izquierda, póster a la venta en Amazon con los lemas del Ministerio de la Verdad (la guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es la fuerza); a la izquierda, carátula del single 2+2=5 de Radiohead, extraído del disco Hail to the Thief (2003)

Notas

  1. J Burnham The managerial revolution London 1942; J Burnham The Machiavellians: defenders of freedom London 1943. Sobre la infuencia de Burnham sobre Orwell, ver Michael Maddison’s ‘1984: a Burnhamite fantasy?’ Political Quarterly January-March 1961; y W Steinhoff George Orwell and the origins of ‘1984’ Ann Arbor 1975.↩︎
    2. J Burnham The managerial revolution pp145-74. Para una crítica radical de la teoría de Burnham ver C Wright Mills ‘A Marx for the manager’ Power Politics and People New York 1963.↩︎
    3. J Burnham The Machiavellians, pp64-89.↩︎
    4. G Orwell ‘You and the atom bomb’ Collected essays, journalism and letters (CEJL) Vol 4, Harmondsworth 1984, pp25-26.↩︎
    5. G Orwell ‘Letter to HJ Willmett’ CEJL Vol 3, p178.↩︎
    6. El proceso de desradicalización había comenzado a finales de la década de 1930, y estaba íntimamente conectado con el fenómeno del estalinismo. Despidiéndose del movimiento socialista, el radical estadounidense, Max Eastman, concluyó que el estado totalitario era “la forma política natural de una economía colectivizada” (M Eastman Stalin’s Russia and the crisis in socialism 1940, p156). Borkenau era de la misma opinión: ver F Borkenau The totalitarian enemy Londres 1940, p239. ↩︎
    7. Para descripciones del proceso de desmoralización intelectual en Gran Bretaña y los Estados Unidos, véase R Hewison In anger: culture in the cold war, 1945-60 Londres 1988, pp24-33; A Wald The New York intellectuals: the rise and decline of the anti-Stalinist left from the 1930s to the 1980sChapel Hill 1987. Un indicativo de esto fue el destino de Horizon, la principal revisión cultural-política radical no partidista de Gran Bretaña, que se desvanece en 1949. ↩︎
    8. A mediados de la década de 1950, 1984 había vendido 1,2 millones de copias en los Estados Unidos, más 596.000 copias de una versión abreviada, mientras que las ventas de la tapa blanda en Gran Bretaña alcanzaron los cientos de miles (J Rodden The politics of literary reputation: the making and claiming of ‘St George’ Orwell Nueva York 1989, p46. ↩︎
    9. I Deutscher Herejes y renegados Londres 1955, p35. ↩︎
    10. Partisan Review de julio de 1949. ↩︎
    11. New International Noviembre-Diciembre de 1950. ↩︎
    12. Este fue particularmente el caso en los Estados Unidos, donde sus libros anteriores eran prácticamente desconocidos, y donde 1984 fue inmediatamente defendido por la derecha radical. Howard Keylor, que estaba en el Partido Comunista de los Estados Unidos en ese momento, me dijo que Orwell era visto como “uno de los ideólogos de los anticomunistas extremos”. Mike Jones me informó de la hostilidad hacia Orwell en el CPGB a principios de la década de 1960, y David Gorman me dijo que cuando era joven, ¡su padre trató de confiscar su copia de Homenaje a Cataluña! ↩︎
    13. I Deutscher Herejes y renegados p44. ↩︎
    14. Gracias a John Archer, Don Bateman, Ray Challinor, Baruch Hirson, Harry Ratner y Charlie Van Gelderen por sus ideas y reminiscencias. Bateman, miembro del ILP, me dijo que los únicos miembros del ILP que eran antipáticos con Orwell eran el puñado de estalinistas que permanecieron en el partido. Archer me dijo que él y sus compañeros en el movimiento trotskista siempre fueron muy críticos con Orwell, aunque otros trotskistas con los que he hablado eran menos críticos con él, al menos hasta 1984. ↩︎
    15. Masha Karp, que había leído una copia clandestina de la novela en su ciudad natal de Leningrado, y Czesław Miłosz enfatizaron esto: ver M Karp George Orwell and Russia Londres, 2023, ppvii-x, 234-48; C Miłosz The captive mind Harmondsworth 1980, p42. Para un relato detallado del impacto de las dos últimas novelas de Orwell en el bloque soviético, vea J Rodden, Scenes from an afterlife: the legacy of George Orwell Wilmington 2003. ↩︎
    16. Orwell también sospechaba profundamente del catolicismo romano, que veía como esencialmente totalitario. Para las imágenes católicas en 1984, véase P Siegel Revolution and the twentieth-century novel Nueva York 1979, pp159-60. ↩︎
    17. G Orwell ‘Such, such were the joys’ CEJL Vol 4, p411. Véase también J Rose, ‘Eric Blair’s school days’, en J Rose (ed) The revised Orwell East Lansing 1992, pp75-96. ↩︎
    18. Para la forma en que la censura en tiempos de guerra influyó en 1984, véase WJ West The larger evils – 1984: the truth behind the satire Edimburgo 1992. ↩︎
    19. E Lyons Assignment in utopia London 1938, pp240, 338. La neolengua también se basó en el esperanto, al que Orwell tuvo una aversión de por vida. ↩︎
    20. Orwell adquirió por primera vez una copia de We en 1946. Según Deutscher gran parte de 1984 se inspiró en We, pero Crick no estuvo de acuerdo, argumentando que Orwell había comenzado su libro mucho antes de leer We: ver I Deutscher Heretics and renegades pp36ff; B CrickGeorge Orwell: a life Harmondsworth 1982, pp387-88, 629. Para otras posibles influencias, véase J Rose ‘The invisible sources of1984’, en J Rose (ed) The revised Orwell East Lansing 1992, pp131-47. ↩︎
    21. G Orwell James Burnham and the managerial revolution Londres 1946, p19. ↩︎
    22. G Orwell ‘Arthur Koestler’ Dickins, Dali and othersb1946, p197. ↩︎
    23. G Orwell 1984 Harmondsworth 1969, p60. ↩︎
    24. Ibid p135. ↩︎
    25. Ibid pp164-65. En otro lugar, Orwell señaló a “científicos, técnicos, maestros, periodistas, locutores, burócratas, políticos profesionales: en general, personas mediocres que… están hambrientas de más poder y más prestigio”, y que ven en la Unión Soviética “un sistema que elimina a la clase alta, mantiene a la clase trabajadora en su lugar y entrega un poder ilimitado a personas muy similares a ellos mismos”: G Orwell James Burnham and the managerial revolution p18. ↩︎
    26. M Nomad ‘Masters – old and new’, en VF Calverton (ed) The making of society: an outline of sociology Nueva York 1937, p882. Para Machajski, véase M Shatz Jan Wacław Machajski: as radical critic of the Russian intelligentsia and socialism Pittsburgh 1989. ↩︎
    27. Agradezco a Mike Belbin por señalar la ausencia en 1984 de cualquier referencia significativa a la revolución que puso al régimen de Ingsoc en el poder. ↩︎
    28. G Orwell 1984 p163. ↩︎
    29. El “Libro” de Goldstein afirma que los miembros del partido interior viven en un “mundo diferente al de un miembro del partido exterior” y que este último tiene “una ventaja similar” en comparación con los proles: G Orwell 1984 p155. La última afirmación no solo se compara con las descripciones de las condiciones de vida similares de los miembros del partido exterior y los proles, sino que es obvio que los proles no estaban sujetos a la vigilancia estatal intrusiva, la vida reglamentada y las interminables campañas de propaganda que los miembros del partido externo estaban obligados a soportar, y por lo tanto, en algunos aspectos estaban en una situación bastante menos envidiable. ↩︎
    30. G Orwell ‘Carta a Francis Henson’ CEJL Vol 4, p564. ↩︎
    31. Orwell fue ciertamente menos pesimista que su amigo, Borkenau, quien en 1949 insistió en que la Unión Soviética se enfrentaba a un futuro de “terror sin fin, de hostilidad hacia todo lo humano, de horrores que no tienen remedio y que solo se pueden curar ferro et igni”: ver F Borkenau ‘Stalin im Schafspelz’ Der Monat No14, 1949 (gracias a Mike Jones por la traducción). ↩︎
    32. Rodden proporciona un excelente relato de la industria de Orwell. La política de la reputación literaria. ↩︎
    33. P O’Flinn ‘Rereading 1984 in 1984’, en P Flewers (ed) George Orwell: enigmatic socialist Londres 2005, p61. ↩︎
    34. Maddison ‘1984: a Burnhamite fantasy?’ Polítical Quaterly enero-marzo de 1961, pp78-79. ↩︎
    35. A Zwerdling Orwell and the Left New Haven 1978, pp4, 37. ↩︎
    36. P  Reilly Words as weapons Londres 1990, pp272-73. ↩︎
    37. P Reilly 1984: past, present and future Boston 1989, pp126-27. ↩︎
    38. Salisbury Review Abril de 1985. Véase también A Eckstein ‘George Orwell’s second thoughts on capitalism’, en J Rose (ed) The revised Orwell East Lansing 1992, pp191-205. ↩︎
    39. National Review 13 de mayo de 1983. ↩︎
    40. N Podhoretz ‘If Orwell were alive today’, en B Oldsey y J Browne (eds) Critical essays on George Orwell Boston 1986, pp19-30. Para una respuesta crítica a estos argumentos G Beadle ‘George Orwell and the neo-conservatives’ Dissent Winter 1984; P Flewers ‘Review essay’ George Orwell Studies 9:2, 2025.; P Flewers ‘Review essay’ George Orwell Studies 9:2, 2025. ↩︎
    41. AL Morton The English utopia London 1978, p274 ↩︎
    42. Ver P Siegel Revolution and the twentieth-century novel pp168-70; P Lashmar ‘Information as power’ in P Chilton and C Aubrey (eds) 1984 in 1984: autonomy, control and communication London 1983, pp79-88; W Russel Gray ‘1984 and the massaging of the media’, in C Wemyss and A Ugrinsky (eds) George Orwell Westport 1987, pp111-16. ↩︎
    43. Spectator January 7 1984; Spectator January 14 1984 ↩︎
    44. R Conquest ‘Orwell: 1984’, tyrants and typewriters: communiques in the struggle for truth London 1989, p88. ↩︎
    45. G Orwell ‘As I please’ July 1944 CEJL Vol 3, p212.↩︎
    46. G Orwell ‘Towards European unity’ CEJL Vol 4, p423.↩︎
    47. G Orwell 1984 pp211-12.↩︎
    48. I Deutscher Heretics and renegades pp47-48.↩︎
    49. Ver L Trotsky “¿Sigue el gobierno soviético los principios adoptados hace 20 años?” Escritos de León Trotsky 1937-1938 Nueva York 1976, p126. Si la Unión Soviética fuera capitalista de estado o una nueva forma de sociedad de clases estatizada -análisis que Orwell respaldó en diferentes coyunturas – la élite eventualmente habría adoptado algún tipo de ideología capitalista, o una que reflejara las relaciones sociales del colectivismo burocrático. ↩︎
    50. Ha habido rebeliones ocasionales en el activismo aparentemente cargado ideológicamente en países estalinistas, como la Revolución Cultural en China, pero incluso eso fue solo una década y media después del establecimiento del régimen, y simplemente representó el uso de la fraseología radical por una sección de la burocracia china para movilizar a la población contra otras fracciones: P’eng Shu-tse The Chinese Communist Party in power New York, 1980, pp282, 433; ver I Deutscher The cultural revolution in China Nottingham 1969 ↩︎
    51. G Orwell, Letter to HJ Willmett CEJL Vol 3, p178. ↩︎
    52. Por ejemplo, George Woodcock afirmó que aquellos influenciados por el “comunismo oficial” “siempre habían sido una minoría”: G Woodcock The crystal spirit: a study of George Orwell Harmondsworth 1970, p198. Robert Hewison declaró que, a pesar de la relegitimación de la Unión Soviética después de junio de 1941, había habido un constante alejamiento del movimiento comunista “oficial” por parte de los intelectuales británicos desde 1939, debido al Pacto Molotov-Ribbentrop y el “goteo” de información sobre las realidades del estalinismo: R Hewison In anger pp25-26. ↩︎
    53. En 1946, Orwell había estimado su número en 20 o 30: G Orwell ‘London letter to Partisan Review’ Mayo de 1946 CEJL Vol 4, p221. ↩︎
    54. Años después, Raymond Aron, uno de los principales protagonistas de la escuela del totalitarismo, admitió que la novela se refería “más bien a 1951-52 que a 1984”: R Aron Democracy and totalitarianism London 1968, p226. Ver tambien C Brinton The anatomy of revolution New York 1956, p249; G Woodcock Orwell’s message: 1984 and the present Madeira Place 1984, pp143-47
    55. Aunque las ideas arraigadas cambiaron de alguna forma: Orwell sin duda se habría divertido por el hecho de que la actitud crítica hacia Stalin que creció entre los “comunistas oficiales” después de 1956 todavía tenían que ser excátedra y no por ninguna iniciativa local. ↩︎
    56. G Orwell ‘Author’s preface to the Ukrainian edition of Animal Farm’ CEJL Vol 3, p459. ↩︎
    57. G Orwell ‘Annotations to Randall Swingler, “The right to free expression”’, G Orwell Collected Works Vol 18, London 1998, p443. ↩︎
    58. G Orwell ‘Charles Dickens’ Dickens, Dali and others p75. ↩︎

*Paul Flewers Se doctoró en estudios eslavos y de Europa del Este en el University College de Londres. Es autor entre otros de: The New Civilisation? Understanding Stalin’s Soviet Union 1929-1941 (London, 2008); editor de George Orwell: Enigmatic Socialist (London, 2005) y Co-editoror con John McIlroy de 1956: John Saville, EP Thompson and The Reasoner (London, 2016)

Fuente: Weekly Worker, 25 de septiembre de 2025

Traducción: Enrique García en Sin Permiso 26 de septiembre de 2025

Portada: Un fotograma de la película ‘1984’, dirigida por Michael Radford en 1984 e inspirada en la novela de George Orwell. La imagen corresponde a la escena de  “dos minutos de odio”.

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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