Margarita Ibáñez Tarin
Hablar de la Transición es hablar de un contexto de conflictividad y movilización social salpicado de protestas organizadas por el movimiento vecinal (con un protagonismo indiscutible de las mujeres), manifestaciones reivindicativas de la diversidad sexual, tractoradas en el mundo rural, lucha estudiantil en las universidades y en los institutos de secundaria, aparición del movimiento ecologista y antinuclear y eclosión del feminismo de la segunda ola en España, alentado por la conmemoración en 1975 del Año internacional de la mujer por la ONU y con sus luchas en favor del divorcio y el aborto libre. “Franco murió en la cama, pero el franquismo murió en las calles”, dice una conocida frase.[1] Y en ese contexto de movilización permanente, la huelga de los actores de 1975 no fue una más de las que cada día sacudían la cotidianidad española en ese tiempo. Fue la primera huelga general que unió a toda la profesión y tuvo una repercusión muy importante en todo el país.
Un libro de reciente aparición rescata la figura de la actriz Lola Gaos, hija y hermana de intelectuales perdedores de la guerra civil, activista política y protagonista de Furtivos, una película emblemática de la Transición. A través de la biografía de la actriz se aborda este periodo de nuestra historia reciente, que ha sido calificado hasta la saciedad de «pacífico y ejemplar», cuando lo cierto es que estuvo marcado por elevadas cotas de violencia y conflictividad. Considerado durante mucho tiempo como un modelo de éxito exportable, pero sobre el que los historiadores están proyectando en la actualidad una mirada con más sombras que luces. La Transición española a la democracia fue una fase de transformación compleja en la que estuvieron muy presentes la memoria de la guerra civil y el peso de los cuarenta años de dictadura. Lola Gaos, que en el momento de la muerte de Franco tenía 54 años, que había vivido la contienda y las consecuencias negativas que la victoria franquista había acarreado a su familia, se mostró siempre muy crítica con la forma en que se produjo la transformación del Estado franquista al Estado democrático. Pensaba que hubo un continuismo no deseado respecto a las instituciones y a los individuos que habían detentado el poder en el franquismo. Le sublevaba el “gran relato de la reconciliación”, que se construyó en los primeros años de la Transición, y la visión estereotipada que la presentaba como un proceso consensuado, pacífico y modélico.

Esa era y es la interpretación canónica del periodo que ha prevalecido de manera generalizada desde los años setenta hasta nuestros días. Una narrativa que antepone el protagonismo de los pilotos del cambio en el proceso, un grupo singular de políticos y jerarcas —alguno de ellos, como el rey emérito, caído en desgracia y arrastrado por el fango en nuestros días— y que olvida el importante papel de la “sociedad civil” en las transformaciones que acompañaron a la coyuntura. Esta lectura elitista fue ampliamente difundida a través de documentales como el de Victoria Prego para RTVE o, más recientemente, con la serie Cuéntame cómo pasó, que aunaba una narrativa exitosa de la Transición y un relato basado en la nostalgia del pasado, y ha estado vigente en algunos libros de texto de bachillerato de los institutos hasta hoy. Desde 2011, con la aparición del movimiento 15-M, se ha ido imponiendo en determinados sectores de la sociedad un relato distinto, el del cuestionamiento absoluto de la Transición y su sustitución nominal por el “Régimen del 78”.[2] Posiblemente Lola Gaos, que murió en 1993, se hubiera identificado con esta visión de la Transición. Ella fue “una indignada antes de los indignados”.[3] Era hipercrítica con la nueva realidad española que se estrenó tras el franquismo. La amnistía del 77, que imposibilitó la judicialización de los torturadores franquistas y que no permitió purgar las estructuras del Estado, siempre le pareció una estafa.
En la actualidad, más allá de estas dos lecturas, que Ismael Saz califica de míticas en sentido positivo y negativo: “un mito sacralizador de la Transición y otro mito demonizador de la misma”,[4] se ha abierto paso una tercera narrativa entre los historiadores que asume que:
la Transición no fue perfecta ni modélica. La realidad es que no se purgaron las continuidades de la dictadura en el terreno de la justicia o de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, ni tampoco se edificó el Estado sobre una memoria antifranquista que optara por situar en el centro la verdad, la justicia y la reparación. No obstante, no todos los problemas que afectan a la calidad de la democracia actual se pueden explicar por el devenir político de estos años y que hay que determinar también la responsabilidad de los gobiernos posteriores.[5]

Hoy los estudios sobre la Transición no pueden dejar de atender variables como la correlación de fuerzas (entre la oposición y las élites franquistas), el papel del trauma de la guerra, las movilizaciones sociales y el carácter violento de la Transición. El tránsito de la dictadura a la democracia fue un proceso complejo, abierto, con alta conflictividad social, mucha violencia y lleno de incertidumbres, que se desarrolló sin hoja de ruta y con un gran protagonismo de la movilización social en la erosión del final del franquismo. [6]
En el terreno cultural, la soledad del régimen franquista era abrumadora. En los años setenta era imposible encontrar nombres relevantes del mundo cultural que apoyaran abiertamente el franquismo.[7] El texto que presentamos, extraído en parte del libro Lola Gaos. La firmeza de una actriz, se centra en este último aspecto, la movilización social y política que protagonizaron los actores en esta época.

La huelga de los actores de 1975
A principios de los años setenta, los actores continuaban en la misma situación laboral que habían tenido los cómicos de la legua en los siglos anteriores. No habían mejorado nada en cuestiones profesionales. Estaban integrados en el Sindicato Nacional del Espectáculo (SNE), el sindicato vertical franquista del espectáculo, junto a los empresarios, y seguían haciendo 14 representaciones teatrales a la semana, sin día de descanso. No se les consideraba trabajadores asalariados en igualdad de condiciones con los de otras ramas profesionales. Se hablaba de artistas y no de trabajadores y al dotarlos de esa aureola mágica y especial se les condenaba a la explotación laboral. Esa visión romántica de la figura del actor convenía por encima de todo a los empresarios. Arturo González, empresario de algunos de los espectáculos que mejor estaban funcionando en ese momento: “Una noche de strip-tease”, “The Rocky Horror Show” y “No te pases de la raya, cariño”, además de productor y distribuidor cinematográfico, manifestaba: “El actor es un artista, no un simple trabajador. Equiparándose a cualquier asalariado está quitándole a su profesión el aspecto romántico que tiene”.[8]
Ya había habido antecedentes por parte de los actores españoles de demandar el día de descanso, pero no habían sido secundados por la profesión en su conjunto, como el protagonizado por José María Rodero y Juan Margallo en 1964, que exigieron sin éxito al director José Tamayo, que el lunes se hiciera una sola función de la obra Calígula de Albert Camus en el teatro Victoria Eugenia porque, tras cinco horas diarias de representación en dos funciones, José María Rodero se estaba quedando en los huesos.[9] Mucho más sonado fue el paro que protagonizaron Juan Diego y Concha Velasco en 1972, cuando estaban representado La llegada de los dioses de Buero Vallejo en el Teatro Lara de Madrid.
En 1975, en vísperas de la muerte de Franco, la huelga de los trabajadores del espectáculo era un acontecimiento pendiente que no podía esperar más. En febrero de ese año, faltaban apenas unos meses para que el dictador falleciera en su cama cuando estalló el conflicto, pero los actores no eran los únicos que protestaban. Todo el país ardía. Las huelgas paralizaban España en todos los sectores de la economía. En la Universidad Complutense las fuerzas del orden entraban en las facultades de Filosofía y Letras y Derecho y desalojaban por la fuerza a los estudiantes que estaban celebrando asambleas. Había paros de funcionarios en los Ministerios de Educación, Agricultura, Asuntos Exteriores, Obras públicas y Planificación del Desarrollo. Y en el Hospital La Paz de Madrid más de 1.200 trabajadores estaban en huelga.[10]

En 1975, Lola Gaos describía la situación que vivía la profesión con estas palabras:
Hay una gran crisis de trabajo, pero, una clara discriminación, enfrentamiento con el sindicato por unos convenios que no nos interesan y unas elecciones muy difíciles. Hay también un endurecimiento por parte de las empresas porque están afectados por la crisis económica y, como siempre, quieren capearla a costa de los demás. Y luego hay mucho miedo a quedarse sin trabajo. Todo esto hace que estemos en un momento muy crítico.[11]
Ese era el contexto cuando comenzó la huelga de actores en la que Lola Gaos tuvo un papel protagonista al formar parte del “comité de los once”, el órgano de representación que los mismos actores eligieron para que les sirviera de interlocutor con la Administración. Ahora la lucha de los actores iba a ser diferente porque se sentían apoyados por los intelectuales y por la sociedad. Francisco Umbral, así lo reflejaba en su columna de La Vanguardia:
El actor es un obrero explotado por el empresario, por el dueño del local, por el dueño de la compañía, por el que pone el dinero e incluso por el público, que le somete a la tortura de las dos funciones diarias para adaptarlo a los horarios burgueses […]. A una sociedad como la nuestra no le conviene nada que se cierren los teatros. Es una sociedad que vive de mirarse en espejos convencionales. Con los teatros cerrados, la ciudad de encuentra consigo misma y se asusta. Madrid sin teatros puede llegar a dar miedo.[12]
Esa conciencia de clase a la que aludía Umbral en su artículo estaba muy presente entre los 400 actores que tomaron los locales del viejo edificio de la Cuesta de Santo Domingo, donde se encontraba la Delegación Provincial del Sindicato del Espectáculo. Se organizaron en una asamblea permanente formada por unas 100 personas, que a lo largo de 9 días permaneció en el interior del local. En España había en esa fecha un total de 2.700 actores.[13]
A mediados de la década de los setenta las luchas obreras estaban firmemente sustentadas por la ideología marxista y a la hora de analizar las relaciones de producción en la actividad teatral también primaba este enfoque:
En el teatro una serie de individuos poseen los medios de producción (capitalistas-empresarios), mientras que los restantes no tienen otra opción que vender a los anteriores su fuerza de trabajo (si son agentes directos) o emplearse (si son agentes indirectos), esto es, ponerse en manos de los primeros para poder ejercer su actividad. Una vez producido el espectáculo (oferta), se vende en el mercado mediante la puesta en cartel a un público (demanda) mediatizado ideológicamente, con el objeto de que el capitalista recupere el capital invertido y adquiera las ganancias que la obra pueda producir. Esto no es otra cosa que reproducir en la esfera de la producción teatral las relaciones de producción capitalistas, es decir, realizar también en ella una explotación de características particulares.[14]

Para encabezar la lucha de los actores, el 16 de diciembre de 1974 se creó el “comité de los once”, formado por José María Escuer, Jesús Sastre, Alberto Alonso, Gloria Berrocal, Lola Gaos, Vicente Cuesta, Juan Margallo, Luis Prendes, Jaime Blanch, Pedro del Río, José María Rodero. Mas tarde hubo bajas y se produjeron cambios, pues Germán Cobos sustituyó a Luis Prendes y los actores José María Rodero y Jaime Blanch abandonarán la comisión.[15] Las reivindicaciones principales que proponían eran el día de descanso semanal y el reconocimiento de los miembros de la comisión de los once, elegida por los actores, como representantes legales en el SNE, ya que era inminente la elaboración de un nuevo convenio para la profesión y querían estar presentes en la negociación con los empresarios.
El 28 de enero de 1975 un grupo de 29 abogados laboralistas dirigió al Ministerio de Información y Turismo un escrito donde denunciaban la situación precaria en la estaban sumidos profesionalmente los actores. Los ensayos casi nunca se abonaban, las horas extraordinarias no se pagaban, no disfrutaban del día de descanso dominical, los contratos se formalizaban pocas horas antes del estreno, etc.[16]
El 4 de febrero de 1975, en la asamblea celebrada en los locales de la cuesta de Santo Domingo se decidió ir a la huelga y fue Lola Gaos, que actuaba siempre en estas asambleas como una activa y convincente oradora, la que se desplazó a la Dirección General de Seguridad para presentar la comunicación del paro. Estaban mal asesorados por un abogado que les había dicho que existía la posibilidad de hacer un “paro legal” si se notificaba con 24 horas de antelación. Cuando volvió Lola Gaos de la Puerta del Sol se inició la huelga de los actores que duró nueve días y paralizó desde RTVE, a las salas de cine, los cafés teatro, las salas de variedades y todo tipo de manifestaciones del mundo del espectáculo, primero en Madrid y desde la capital se extendió a todo el país. En los días de encierro recibieron adhesiones de sindicatos y asociaciones de actores extranjeros (franceses, italianos, norteamericanos, etc..) porque el conflicto trascendió y tuvo cobertura internacional. No faltaron anécdotas, como la que relata el actor Juan Margallo del empujón que le dio Antonio Martínez Emperador, presidente provincial del Sindicato del Espectáculo (sindicato vertical franquista), a Lola Gaos por no querer desalojar el local de la cuesta de Santo Domingo.[17]
La comisión de los once llegó a reunirse con el ministro de Relaciones sindicales, Alejandro Fernández Sordo, que se negó a admitirlos como legítimos representantes de los actores en la negociación del convenio aduciendo que para ello ya existían actores que tenían el nombramiento de enlaces sindicales en el sindicato vertical, Jesús Puente, Alfredo Landa y José Sacristán. Les propuso estar presentes en la negociación del convenio con voz, pero sin voto y se negaron.[18] La huelga continuó y se formaron piquetes informativos para ir a todos los teatros de Madrid. El actor Piero Falla recuerda que fue con Lola Gaos a una sala de fiestas de la Gran Vía donde actuaba la vedette Lilian de Celis, que era su amiga. Lola le contó con detalle las reivindicaciones que exigían y cómo también le afectaban a ella, que era una trabajadora del espectáculo. Finalmente, tras un tira y afloja, Lilian de Celis se unió a la huelga.[19] En ese momento lo hicieron también Sara Montiel, que se presentó en la cuesta de Santo Domingo para manifestar su adhesión, pese a estar enferma, y Lola Flores, que a regañadientes suspendió su actuación en el Florida Park.
El lío de los actores se extiende, se decía en un artículo de prensa: En Barcelona también están ya de teatros caídos. Manolo escobar está perdiendo doscientas cincuenta mil pesetas por día. La solidaridad, ya se sabe, siempre cuesta algo. Y, por si fuera poco, se anuncian más contestatarios. La ola ha llegado al Typical Spanish Show. Lola Flores se suma a la huelga. […] Y las folclóricas de los tablaos también. […] Y los cuplés: Lilian de Celis tampoco quiso cantar anoche el “fumando espero”. […] Ya verán ustedes que por culpa de la dichosa huelga va a subir el índice de natalidad.[20]

El piquete informativo compuesto por Tina Sainz, Yolanda Monreal, José Carlos Plaza, Enriqueta Carballeira, Rocío Dúrcal, Flora Álvaro y Pedro Mari Sánchez fue detenido cuando intentaba informar a sus compañeros del Teatro Bellas Artes. Tras su liberación les fueron impuestas cuantiosas multas, que iban desde 500.000 a 100.000 pesetas, que asumieron solidariamente sus compañeros de la asamblea de actores.[21]
La huelga terminó sin haber conseguido las reivindicaciones, a lo sumo se consiguió el día de descanso semanal, pero sirvió para sentar unas bases renovadas de la profesión. Desde ese momento desapareció el mito del actor como figura bohemia e individualista, separado de la problemática de la sociedad y con una gran dosis de frivolidad. Sirvió para anular la idea del actor, como objeto de lujo y libre cambio, y para cohesionar a la profesión frente a los empresarios y la Administración. Adolfo Marsillach plasmó estas ideas en este texto:
A mí me parece que nuestra huelga ha estado bien. Y digo esto, naturalmente, con la mayor prudencia posible, no vaya a sospecharse que al hacer este elogio estoy incitando a que se repita. No. Me limito a decir que ha estado bien por sí misma, como fenómeno colectivo, al margen de sus implicaciones laborales, sobre las que, como es lógico, tengo una opinión que me reservo. […] Nuestra profesión ha adquirido, por primera vez desde su existencia, la conciencia clara de lo que representa. En unos días hemos borrado para siempre la imagen bohemia del trotamundos mendicante. Ya no somos bufones, porque nos negamos a seguir siéndolo. Mi profesión fue en bloque a una huelga y en bloque ha salido de ella. Solidarios son nuestros aciertos, como nuestros errores.
En 1992, cuando ya estaba al final de su existencia, Lola Gaos resumía con estas palabras lo que había constituido para ella una preocupación constante en toda su vida profesional: “Nos llaman artistas y nos niegan la categoría de un trabajador para que no tengamos los mismos derechos de los trabajadores”.[22]

Presencia de los actores en todas las trincheras de lucha durante la Transición
Lola Gaos continúo siendo un personaje imprescindible en todas las batallas políticas y sociales de la Transición. Siempre estaba presente a la hora de reivindicar libertades y denunciar injusticias en esos años. Firmó manifiestos en favor de la amnistía de los presos políticos y participó en coloquios y tertulias radiofónicos y televisivos. Se convirtió en una actriz imprescindible en cualquier acto reivindicativo que se preciara en esa época. En diciembre de 1975 asistió en primera fila a la multitudinaria manifestación que se formó a las puertas de la cárcel de Carabanchel para exigir la libertad de los presos políticos, que fue disuelta con violencia por la policía.
En estos años, una parte notable de la actividad cultural fue adquiriendo un carácter de crítica social y política que comportó constantes forcejeos con la censura y con las autoridades políticas. Representaciones teatrales, sesiones de cineclub, conferencias y exposiciones sirvieron, implícita o explícitamente para denunciar la dictadura. Un fenómeno especialmente destacable fue el de la canción protesta.[23] Los cantautores se convirtieron en esos años en la voz necesaria de la sociedad democrática y Lola Gaos apareció en numerosos recitales músico-políticos acompañando a Luis Pastor de gira por toda España. Fueron gran cantidad también los actos y conmemoraciones que intentaron devolver al presente la presencia de los poetas y escritores republicanos víctimas de la represión franquista y Lola se implicó siempre que solicitaron su presencia. Surgieron por doquier de forma espontánea en ese tiempo y como muchos no contaban con los permisos legales pertinentes acababan convirtiéndose en verdaderas batallas campales entre manifestantes y fuerzas del orden público. Es lo que ocurrió en mayo de 1976 en los actos de homenaje a Miguel Hernández, a los que acudieron cientos de personas en Orihuela, Elche y Alicante. Las actuaciones se desarrollaron entre botes de humo y porras de los “grises”. Lola Gaos que actuó como oradora, acudió después al retén de la policía en Orihuela para interesarse por los jóvenes detenidos.[24] En junio de ese mismo año, la actriz se trasladó en compañía de Gabriel Celaya, Luis Goytisolo, Juan Gil-Albert, Nuria Espert y Blas de Otero a Fuente Vaqueros (Granada) para participar en el primer acto celebrado en memoria de Federico García Lorca que se hizo después de la muerte de Franco, donde también puso su voz rota al servicio de la causa con honda emoción.[25]

El 2 de marzo de 1976 fue detenida en Aranjuez por la guardia civil al salir de una asamblea de obreros de la empresa Lever Ibérica S.A. Había acudido allí en compañía de dos abogados laboralistas para mediar en un conflicto con la patronal. Fue conducida a la Dirección General de Seguridad donde permaneció dos noches. Finalmente fue liberada y se le impuso una multa de 100.000 pesetas.[26] A menudo se reclamaba su presencia, como personaje público, en estos conflictos laborales porque así conseguían tener una mayor repercusión mediática y ella siempre estaba dispuesta a colaborar. Se desplazó en otras ocasiones a Valladolid cuando la huelga de la SEAT y a Aranda de Duero.[27]
En un reportaje que la revista Diez Minutos titulaba en 1976: “Después de su reciente detención… Lola Gaos, en familia”, aparecía junto a su hija Inés de 21 años y su marido, el abogado Gonzalo Castelló. La noticia informaba de que había sido detenida por participar en una asamblea de obreros de una empresa multinacional y le había sido impuesta una multa de 100.000 pesetas de la que había tenido que depositar un tercio antes de salir de prisión. Contra esta multa iba a recurrir su esposo, como letrado, en el plazo de diez días. Lola se mostraba muy emocionada con el Sindicato de Actores que se había hecho responsable de la multa. Según decía no militaba en ninguna asociación política, pero sí que había estado en algunas reuniones.[28]
Además de fábricas y universidades, la Brigada Político Social franquista también vigilaba de cerca los teatros, los estudios de televisión, los sets de los rodajes de las películas y los despachos de los abogados laboralistas. En esos años en los que muchos sectores de la cultura se movilizaron contra el régimen que estaba dando sus últimos alientos de vida, la BPS tenía fichados a todos los actores que tuvieron un papel más o menos señalado. Por supuesto que Lola Gaos figuraba en los archivos de la BPS, junto a Juan Diego, Concha Velasco, Tina Sainz, Adolfo Marsillach y otros muchos.[29]

A modo de conclusión
Durante la Transición fue muy relevante la lucha de los trabajadores del mundo del espectáculo por conseguir sus reivindicaciones laborales y también la colaboración que prestaron en mítines, manifestaciones, mesas redondas, negociaciones colectivas y otros actos públicos de protesta. Los años setenta y ochenta estuvieron marcados por un clima de cambios en las artes escénicas, propiciado por la aparición de compañías de teatro independiente, como El Buho, de la que formó parte Lola Gaos, y por producciones de cine de autor. Proliferaron las películas y las obras de teatro que mostraban un compromiso político y una denuncia social de la situación que padecían los españoles, como la anteriormente citada Furtivos de José Luis Borau, que fue Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, y en la que algunos quisieron ver una metáfora del declive de la dictadura. En la mayoría de los casos estas nuevas apuestas culturales no obtenían reconocimiento. Antes bien, se veían enfrentadas a la incomprensión del público y a la intransigencia de la censura. El cine y el teatro de la Transición tuvieron una relevancia especial en el acelerado proceso de laicización social y cultural que vivió la sociedad española, así como en el cambio profundo en las costumbres y en los valores morales de los españoles.
En esos años, de manera paulatina, las instituciones culturales, los medios de comunicación y también los actores que participaban en las películas y obras teatrales ayudaron a un cambio de mentalidad y al surgimiento de la nueva cultura democrática en España. En aquel tiempo, lo que se entendía por cultura democrática era una cultura muy combativa y politizada. Modernizar España en el sentido cultural tenía un claro cariz reivindicativo y de protesta. Los actores animaron y contribuyeron en gran medida a la intensa movilización social de la Transición.
En febrero de 2025 se cumplen 50 años de la huelga de los actores y la Asociación de Actores (AISGE) lo celebrará con un acto conmemorativo y reivindicativo en Comisiones Obreras en Madrid https://www.aisge.es/la-lucha-continua-articulo-de-emilio-gutierrez-caba-sobre-los-50-anos-de-la-huelga-de-actores

Margarita Ibáñez Tarín. Lola Gaos. La firmeza de una actriz. Madrid, Editorial Bala Perdida (2024)
Índice de la obra
0.- Introducción
1.- Señas de identidad de los Gaos
2.- Vivir en una corrala
3.- Ni ingenua ni vampiresa.
4.- Primeros pasos en el cine y en el teatro
5.- En las tertulias de Madrid
6.- La productora UNINCI
7.- Papeles varios para una actriz
8.- Furtivos y Borau
9.- La compañía El Buho
10.- Cine y supervivencia
11.- La huelga de 1975
12.- La Asociación Democrática de la Mujer
13.- El declive de una actriz de talento.

Notas
[1] MAYAYO I ARTAL, Andreu, “Prólogo”, en TAPPI, Andrea y TÉBAR HURTADO, Javier (Dir.), La Transición española en las aulas. Historia y memoria en las aulas de secundaria, Madrid, Centro de estudios Políticos y Constitucionales, 2023, p. 17.
[2] BANDERAS, Néstor, TAPPI, Andrea, TÉBAR HURTADO, Javier, “Los relatos sobre la Transición: mitos e historiografía”, en TAPPI, Andrea y TÉBAR HURTADO, Javier (Dir.), La Transición española en las aulas. Historia y memoria en las aulas de secundaria, Madrid, Centro de estudios Políticos y Constitucionales, 2023, pp. 55-57.
[3] BELMONTE, Rosa, «Lola Gaos (1921-1993). La integridad de una reina», La huella de 150 valencianos, Las Provincias, 1983.
[4] SAZ, I., “Algunas consideraciones acerca del marco general de la transición a la democracia en España”, Revista valenciana d’estudis autonòmics, n.º 63, 2018, p. 35.
[5] BANDERAS, Néstor, TAPPI, Andrea, TÉBAR HURTADO, Javier, “Los relatos sobre la Transición: mitos e historiografía”, en TAPPI, Andrea y TÉBAR HURTADO, Javier (Dir.), La Transición española en las aulas. Historia y memoria en las aulas de secundaria, Madrid, Centro de estudios Políticos y Constitucionales, 2023, p. 55.
[6] BABY, Sophie: “Estado y violencia en la transición española”, en S. Baby y otros, en Violencia y transiciones políticas a finales del siglo XX. 2009: Casa de Velázquez, pp. 184-193.
[7] MOLINERO, Carme e YSAS, Pere: La Transición. Historia y relatos. Madrid: Siglo XXI, 2018.
[8] VIDAL, Manuel, La huelga de los actores, Ediciones Felmar, 1975, p. 17.
[9] Entrevista al actor Juan Margallo, Madrid, 21 de abril de 2022.
[10] VIDAL, Manuel, La huelga de los actores, Ediciones Felmar, 1975, p. 7.
[11] Fotogramas, “Lola Gaos. La paciencia tiene un premio”, 1975.
[12] UMBRAL, Francisco, “Los cómicos”, la Vanguardia, 7/02/1975.
[13] VARIOS AUTORES, El espectáculo de la huelga. La huelga del espectáculo, Madrid, Editorial Ayuso, 1976, p. 215.
[14] VARIOS AUTORES, El espectáculo de la huelga. La huelga del espectáculo, Madrid, Editorial Ayuso, 1976, p. 54.
[15] Ibid., p. 215.
[16] VIDAL, Manuel, La huelga de los actores…, p.19.
[17] Entrevista con el actor Juan Margallo, Madrid, 21 de abril de 2022.
[18] Ibid.
[19] Entrevista con el actor Piero Falla, Valencia, 25 de marzo de 2021.
[20] Nuevo Diario, 8 de febrero de 1975.
[21] Mediterráneo, 11 de febrero de 1975.
[22] Entrevista concedida a Diego Galán para el programa Queridos cómicos de RTVE en 1992.
[23] MOLINERO, Carme e YSAS, Pere: La Transición. Historia y relatos. Madrid: Siglo XXI, 2018.
[24] MORENO SÁEZ, Francisco (coord..), Homenaje de los Pueblos de España a Miguel Hernández (1976-2010), Museo de la Universidad de Alicante (MUA), 2010, p. 43.
[25] DEL ÁGUILA, Juan José, Blog Justicia y Dictadura, justiciaydictadura.com/no-125-el-5-a-las-5-con-federico-en-fuente-vaqueros-primer-homenaje-publico-a-garcia-lorca-y-el-posterior-mitin-politico-en-el-hospital-real-el-5-de-junio-de-1976/
[26] ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL (En adelante AHN), Fondos contemporáneos, P-1.239, año 1976.
[27] Entrevista con el actor Abel Vitón, Madrid, 21 de octubre de 2022.
[28] Diez Minutos, “Después de su reciente detención… Lola Gaos, en familia”, 1976, p. 25.
[29] ALCÁNTARA, Pablo, La secreta de Franco, Madrid, Espasa, 2022, p. 230 y CARRIÓN, Gabriel, Fichados. Los archivos secretos del franquismo, Almuzara, 2020, pp. 125-133.
Fuente: Conversación sobre la historia
Portada: Lola Gaos celebra, puño en alto, el Premio San Jorge por su papel en la película ‘Furtivos’, en presencia de Concha Velasco y José María Forqué (foto: archivo eldiario.es)
Ilustraciones: Conversación sobre la historia e imágenes del libro Lola Gaos. La firmeza de una actriz
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Solo un comentario , al magnifico articulo sobre la gran Lola Gaos, la obra ” De San Pascual a San Gil” cuya foto aparece en el articulo y con magnifica interpretación de Lola , es si mi memoria no me falla de Domingo Miras , no de Enrique Miras Saludos
Efectivamente ha habido un error en el pie de foto, que corregimos inmediatamente, pues el autor de la obra es Domingo Miras Molina. Muchas gracias por su atención.