El objetivo del  ‘Informe 2050’, criticado por varios medios,   trata de ofrecer una mirada amplia acerca de las dificultades de España y de sus caminos de salida y, aunque las propuestas se limiten, en algunos casos, a marcar direcciones, plantea un mapa de cómo actuar para que España se transforme. Otra cuestión es la crítica política destinada a señalar la forma en que el Gobierno publicita el documento. Además, estamos en un momento diferente, en el que se necesita otra clase de soluciones dado que el tiempo de la tecnocracia dominante está acabándose. Esteban  Hernández, amparándose en la política de Biden,  apuesta por pensar, desde el poder político,  cómo utilizar la economía para que se convierta en un instrumento de resolución de problemas sociales y de estabilización de las sociedades. Es hora de repensar el papel del Estado respecto del mercado. Estamos ante un tiempo histórico nuevo. Hacen falta luces largas pero también  actuar con otra economía política.

 Conversación sobre la historia


 

Esteban Hernández

 

Las críticas que ha recibido el ‘Informe 2050’ incluso antes de su publicación no dejan de resultar sorprendentes. La existencia de una unidad de Prospectiva en España es conveniente, necesaria y oportuna. Los grandes Estados cuentan con ella por una simple lógica de fortaleza nacional: cualquier Gobierno debería compaginar las acciones urgentes e importantes con la anticipación y planificación del medio plazo, ya que las bases para conseguir resultados se ponen siempre mucho antes de que se consigan. Ser capaces de entender los cambios, y más en una época como la presente, permite operar con un margen de maniobra mucho mayor y, dado que la política y la economía actuales se mueven en cortoplacismo espantoso, la puesta en marcha de una unidad, por reducida que sea, que piense en términos de Estado es indispensable, en especial si el poder político la asume como un instrumento útil.

En ese orden, resultan minúsculas las críticas a que el trabajo de la Oficina de Prospectiva se haga público con un enunciado en el que aparezca 2050 como horizonte. El informe describe problemas presentes, aporta análisis, escenarios y soluciones que pueden ponerse en marcha en la actualidad, y marcan líneas de acción con propósitos definidos. Podría haberse titulado ‘España 2030’ y no habría causado ninguna fricción con todo lo que contiene. Y tampoco son pertinentes las objeciones que se han puesto en cuanto a que este esfuerzo por parte del Gobierno disminuya la atención sobre el presente. La Oficina de Prospectiva la integran ocho personas, lo cual supone la dedicación de una mínima parte de los recursos y del personal a disposición del Gobierno; no parece que tales efectivos impliquen una merma grande a la acción gubernamental.

El jefe de gabinete del presidente del Gobierno, Iván Redondo, conversa con la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (foto: Efe)
Un corpus de pensamiento

Pero quizá se entiendan menos las críticas en bloque, las impugnaciones a la totalidad al contenido del informe. Se trata de un esfuerzo importante, riguroso y oportuno, pensado en términos de Estado, que trata de entender problemas estructurales de nuestro país y de aportar soluciones a corto y medio plazo. Ofrece una mirada amplia acerca de las dificultades de España y de sus caminos de salida y, aunque las propuestas se limiten, en algunos casos, a marcar direcciones, plantean un mapa de cómo actuar para que España se transforme.

No está confeccionado en términos partidistas y ha contado con expertos de distintos ámbitos ideológicos: se trata más bien de un informe realizado por nuestra tecnocracia, que expertos de distintos partidos pueden suscribir, al menos en su mayor parte, y supone un retrato de lo que la tecnocracia puede aportar en estos instantes. En realidad, las críticas en bloque supondrían mucho más una impugnación a nuestros expertos que al informe en sí mismo o al Gobierno que lo ha alentado, y sería extraño cuando los partidos mayoritarios creen que las soluciones factibles deben provenir de ese entorno: implicaría poner encima de la mesa que el corpus de pensamiento al que acuden sistemáticamente la gran mayoría de los partidos no es válido.

Otra cosa son las refutaciones parciales, la introducción de variaciones sobre estas temáticas, el añadido de propuestas complementarias, lo que sería lógico y, en buena medida necesario. Pero ese planteamiento implicaría asumir el marco fijado por el documento, y por tanto la necesidad de un acuerdo de país, de un diálogo sobre los problemas fundamentales no contaminados por los intereses particulares, de partidos y empresas, que tanto amenazan el desempeño cotidiano. Los participantes en el informe provienen de diferentes ámbitos ideológicos, pero todos comparten esa necesidad de aportar soluciones desde criterios técnicos, de pensar en las fortalezas y debilidades de España y en las posibilidades de refuerzo de unas y de transformación en las segundas. Y este hecho viene siendo sistemáticamente demandado desde ambos lados del espectro político desde hace tiempo. Los retos que el informe 2050 pone sobre la mesa son una oportunidad evidente para trabajar en ese sentido, y sería absurdo desaprovechar la ocasión, máxime cuando estamos en un instante clave. Llevamos dos crisis muy graves en pocos años, y una de ellas doble, sanitaria y económica, de modo que no podemos perder más tiempo.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con el vicepresidente de Relaciones Interinstitucionales y Prospectiva de la Comisión Europea, Maros Sefcovic, antes de la presentación del proyecto España 2050 (foto: Juan Carlos Hidalgo/Efe)
Las lógicas críticas políticas

Otra cuestión es la crítica política destinada a señalar la forma en que el Gobierno publicita el documento. La evidente intención, en este arranque real de legislatura, de reforzar una narrativa que pretende subrayar que el PSOE nos llevará a una España diferente, transformada, moderna y a la altura de los tiempos (lo que incluye términos ya estándar, como la digitalización, la descarbonización y demás), frente a una oposición que quiere seguir anclada en el mundo del pasado, es lógico que encuentre resistencias en el lado contrario del espectro ideológico. Como lo es que se ponga en marcha una narrativa en sentido contrario que señale cómo Sánchez lidera un proyecto sin apoyos reales, que vive en un mundo de fantasía al tiempo que no es capaz de afrontar los problemas inmediatos. Pero eso es parte del juego político, y en buena medida el informe trata de escapar de esa dinámica.

Una segunda crítica política es probablemente más pertinente, e incluye una refutación por lo alto. Implicaría constatar, y es mi posición, que estamos en un momento diferente, en el que se necesitan otra clase de soluciones y que el tiempo de la tecnocracia dominante está acabándose; que deben seguirse políticas económicas y enfoques políticos distintos, y que es la hora de otra economía política. Se ha subrayado últimamente hasta qué punto los planes de Joe Biden acogen otra perspectiva, cómo se salen del pensamiento dominante en las últimas décadas, y es probable que un movimiento en ese sentido marque la hora de comenzar a pensar en serio, en el ámbito europeo, en un cambio de paradigma. Ya no es el instante en que se pueda estar jugando con los mismos modelos, en seguir anclados en una idea de la economía en la que la realidad queda demostrada a través de gráficos y estadísticas, sino en pensar, desde el poder políticocómo utilizar la economía para que se convierta en un instrumento de resolución de problemas sociales y de estabilización de las sociedades. Estamos en un instante histórico en el que el sistema económico clásico es incapaz de explicar y menos todavía de solucionar los retos que afronta nuestro mundo. Eso ha venido a decir la reacción estadounidense, en definitiva.

De modo que no se puede seguir entendiendo la educación como el medio de solución único de los problemas, porque la formación sin que exista empleo suficiente nos lleva a tener gente muy formada en el paro o en empleos que no dan para vivir; no se puede arreglar la falta de cohesión territorial introduciendo fibra en los pueblos o buscando la repoblación mediante personas que escapan de la ciudad gracias al teletrabajo; la digitalización o la economía verde pueden ser una solución, pero también una trampa que empeore las cosas; no se puede ignorar la desigualdad creciente entre clases sociales, regiones y estados, como estamos viendo en Europa. Es hora de repensar el papel del Estado respecto del mercado, y en esa línea van las declaraciones y los planes de Biden. Es hora de soluciones que no pueden venir, si se quieren que sean eficaces, de la ortodoxia. Pero también es cierto que ese no es el momento europeo. Llegará, porque las circunstancias internacionales irán obligando a ello, pero esa conciencia no está todavía presente ni en nuestro país, ni en la tecnocracia occidental, ni en Europa. Cuestión de tiempo.

Fuente: El Confidencial 20 de mayo de 2021

Portada: Pedro Sánchez presenta el plan España 2050 en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía el pasado 20 de mayo (foto: Efe)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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