Noticia de libros
Luis Castro *
Historiador
Aunque el uso de la propaganda como instrumento político se puede remontar a la Antigüedad, es en el siglo XX cuando su poder social da un salto cualitativo. Por un lado, ello se debe a innovaciones técnicas como la radio, la fotografía, el cine, la prensa de gran tirada, los carteles gigantescos y todos los nuevos procedimientos de reproducción gráfica que multiplican el alcance de los mensajes y, por otra parte, es consecuencia del crecimiento del aparato de los estados y de las organizaciones de masas (partidos, sindicatos, asociaciones), que elaboran y difunden propaganda como medio para ampliar su radio de influencia. Todo ello actuando sobre una población cada vez más urbanizada, alfabetizada y con más ocio y, por tanto, con mayor capacidad de discernimiento y de actuación política. En el periodo de entreguerras (1918-1939), la fuerte polarización política que trae el auge de los fascismos y de los movimientos radicales de izquierda (comunismo, anarquismo), así como el aumento de la tensión internacional, potencian las virtualidades y ámbitos de acción de la propaganda.
Siendo un episodio clave en ese periodo, la Guerra civil española no podía escapar a ese proceso, de modo que la prensa y la propaganda, tanto la del gobierno y de las organizaciones republicanas como la de los insurrectos, no son sino un aspecto más del conflicto, que de inmediato tuvo trascendencia internacional. En Europa, las crisis económicas y políticas de las democracias iban dando paso a regímenes totalitarios (dictaduras militares, fascismos, comunismo soviético), y por ello los sucesos de España despertaron un interés inusitado en la opinión pública de los países occidentales: el eventual triunfo de los sublevados significaría un fortalecimiento de los regímenes fascistas y un paso más hacia un nuevo conflicto bélico. Ese interés quedó bien reflejado en los medios de prensa extranjeros, desde sus diferentes parti pris ideológicos. De ahí que la acción propagandística de los sublevados tuviera un triple destinatario: la población de la retaguardia dominada, el enemigo republicano –al que se trataba de desmoralizar y deslegitimar– y la opinión pública extranjera.
Ya avanzada la guerra, Millán Astray trató de unificar las directrices y reforzar los controles gubernativos sobre la prensa y la propaganda bajo la dirección última de Franco, una vez es “exaltado” a la jefatura del Movimiento. El afianzamiento del poder de este implicaba entre otras cosas poner en sintonía los mensajes emitidos por los distintos aparatos y tendencias políticas de los sublevados (militares, falangistas, carlistas, monárquicos, eclesiásticos), del mismo modo que necesitaba el sometimiento de esas tendencias a una sola organización militar y política, lo que se logrará en buena medida con la militarización de las milicias a finales de 1936 y con el decreto de Unificación de abril de 1937.
Esa gestión se desarrolló en un periodo breve, pero decisivo, de la evolución del Nuevo Estado, marcado, en el plano interno, por la exaltación de Franco a la jefatura política y militar, la plena subordinación de las milicias derechistas y el inicio de la unificación de las fuerzas políticas que impulsaban el Movimiento; y, en el exterior, por el reconocimiento del gobierno de Franco por Italia y Alemania, que precisamente por entonces firmaban el acuerdo de formación del “Eje Roma-Berlín”, y por la inhibición de los países democráticos en el conflicto, expresada en la política de no intervención. Con ese trasfondo, la actividad del “Glorioso mutilado” se desarrolló en dos planos: por un lado colaboró en la promoción de Franco a la jefatura del Movimiento y en la consolidación del Nuevo Estado y, por otro, desplegó actividades de propaganda tanto en los frentes como en la retaguardia, usufructuando su cercanía al Cuartel General y una popularidad que le venía de sus años en la Legión.
En esas tareas propagandísticas no se puede decir que el Nuevo Estado partiera de cero: contaba con el personal y la elaboración ideológica previa de las fuerzas que lo apoyaban: los monárquicos –sobre todo nucleados en torno a Acción Española–, los falangistas y los carlistas, más las experiencias del fascismo y del nazismo en estos ámbitos. Estas servían de ejemplo y, una vez que Hitler y Mussolini reconocen oficialmente el gobierno de Franco, en noviembre de 1936, le aportaron ayuda y asesoramiento a través de sus embajadas.
Los mensajes y consignas elaborados y emitidos entonces giraban en torno a unos cuantos mitos clave del nuevo régimen: la visión de la guerra como cruzada anticomunista –y del enemigo como la anti-España–, el sometimiento al Caudillo como personificación providencial de la “Nueva España”, el culto a los caídos y mártires y la unidad política y nacional de todos los españoles en torno al Movimiento. Todo ello acabó formando una nueva cultura política que, entre otras cosas, servía para legitimar al Nuevo Estado y afianzarlo con el consentimiento de la mayor parte de la población. La codificación de mensajes y lemas irá acompañada del encauzamiento dirigista de toda manifestación o convocatoria pública (mítines, homenajes, cuestaciones, distribución de escritos o carteles, etc.) y de labores de contra-propaganda, incluyendo la estricta prohibición de recibir o difundir mensajes emitidos por los republicanos. Desde el punto de vista técnico, hay que destacar también en la época de Millán Astray la puesta a punto de la emisora de Radio Nacional, que desde sus comienzos se convierte en el principal medio propagandístico.
Millán no consiguió del todo esos objetivos de unificación ideológica y política de la propaganda, aunque diera pasos importantes. Los condicionantes de la guerra, el tiempo escaso, la penuria de recursos y sus propias limitaciones personales lo impidieron. De hecho, esa homogeneización no se conseguirá del todo –o casi– hasta la constitución del primer gobierno de Franco propiamente dicho, en enero de 1938, cuando estas tareas se subsumen dentro del Ministerio de Interior, bajo la dirección de Serrano Suñer y con Dionisio Ridruejo y Giménez Arnau al frente de la propaganda y de la prensa, respectivamente. Es entonces cuando la Ley de Prensa coloca efectivamente a todos los medios bajo control gubernativo (lo que durante décadas se llamará “la prensa del Movimiento”), se crea la agencia EFE y se intentan ordenar bajo la égida del Estado todos los campos del arte y de la cultura.
Por otra parte, considerando la propaganda de un modo amplio como el uso sistemático de mensajes y símbolos para influir en la mentalidad y actitudes de sus receptores, estudiaremos también aquí el papel de otros agentes, que actúan como auxiliares del Nuevo Estado: la Iglesia, el sistema educativo y lo que podríamos llamar ya la memoria histórica del franquismo. A cada uno de ellos se dedican capítulos específicos, lo mismo que a la radio y a los mitos de la revolución comunista y del complot judeo-masónico, por su importancia en la propaganda de guerra, el uno en el plano técnico y el otro en el de los contenidos.
La prensa y la propaganda generadas por el franquismo cuentan con numerosos estudios, y lo mismo ocurre con otros temas relacionados, como el papel ideológico de la Iglesia, la política educativa del Nuevo Estado, la gestión de la memoria de los caídos y mártires “por Dios y por España” o el carácter específico del fascismo español. Pero quedan aún muchos cabos sueltos por anudar dentro de ese campo temático. En particular, no se conocen bien ni la gestión concreta de la prensa y de la propaganda en los meses posteriores al 18 de julio ni la de Millán Astray en ese ámbito, a pesar de su importante papel en el origen y consolidación de la Dictadura franquista y más concretamente en la fijación de unas pautas propagandísticas que tendrán muy larga vigencia durante toda esa Dictadura
Este trabajo partió del hallazgo de algunas órdenes de Millán Astray en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca (fondos del Gobierno Civil), que se recogen en los anexos, y hubiera sido impensable sin el recurso a los periódicos digitalizados por la Hemeroteca Nacional. Estos no solo recogen sus propios mensajes, sino que permiten acceder a los de las emisoras de radio, que reproducen con frecuencia (por ejemplo, las famosas arengas del general Queipo de Llano). Esto es muy importante, ya que los registros sonoros de la época son muy escasos. Así mismo, se ha procurado reflejar las distintas versiones de los medios de prensa extranjeros, ya sea a través de sus reportajes o de sus testimonios y memorias posteriores, que son muy abundantes. Todos ellos reflejan la conciencia de estar viviendo un momento histórico especialmente decisivo y no son pocos los que tomaron partido, en su mayor parte a favor de la República, a la que consideraban agredida por un fascismo que veían muy amenazador para Europa.
Luis Castro: «Yo daré las consignas». La prensa y la propaganda en el primer franquismo. Marcial Pons, 2020. Prólogo de Paul Preston
*Investigador e impulsor del movimiento memorialista. De sus obras destacan: “Burgos. La capital de la Cruzada” (Crítica, 2006) . “Héroes y caídos. Políticas de la memoria en la España Contemporánea” (Catarata, 2008).“La bomba española. La energía nuclear en la Transición” (2015)
Índice
PRÓLOGO, por Paul Preston.
INTRODUCCIÓN.
CAPÍTULO 1. ANTECEDENTES.-Bandos de guerra y primeras declaraciones de los sublevados.-La Oficina de Prensa y otros centros de control y emisión de propaganda.-El contexto exterior y el control de la prensa extranjera.-
CAPÍTULO 2. EL GLORIOSO MUTILADO ENTRA EN ESCENA.-La función de la prensa y de la propaganda en los regímenes fascistas.-El tándem legionario Millán Astray-Franco y el espíritu africanista.-El empeño de Millán Astray en la forja del Caudillo. El acto del 15 de agosto en Sevilla y la liberación del Alcázar.-La gestión de Millán Astray al frente de la prensa y de la propaganda.-Salamanca, 12 de octubre de 1936. El sentido de la «hispanidad» en el nacional-catolicismo.-Las consignas de Millán Astray como director de Prensa y Propaganda.
CAPÍTULO 3. OTROS FLANCOS DE LA PRENSA Y LA PROPAGANDA FRANQUISTAS.-La contrapropaganda.-La guerra de las radios. El origen de Radio Nacional.-Las cruzadas de la Iglesia.-La depuración del personal docente y de la cultura.-El culto a la violencia y a la muerte en el fascismo español. La memoria de los caídos «por Dios y por España».-
CONCLUSIÓN.
APÉNDICES:
- Relación de bandos, comunicados, discursos y entrevistas de Franco entre el 17 de julio y el 10 de agosto de 1936.
- Instrucciones de Millán Astray como director general de Prensa y Propaganda.
- Instrucciones para los buenos españoles.
- Normativa sobre colaboraciones de prensa.
- Discurso de Millán Astray en Miranda de Ebro.
BIBLIOGRAFÍA.
ÍNDICE ONOMÁSTICO.
Portada: Millán Astray en Burgos (foto: fondo González Manero del archivo municipal de Burgos)
Ilustraciones: Conversación sobre la historia
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