Noticia de libros

 
Gustavo Hernández Sánchez
Coordinador de Fedicaria.
Profesor de Enseñanza Secundaria en la Escuela Pública

 

 

El sueño va sobre el tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del tiempo”.

Lorca, “Leyenda del tiempo” (Así que pasen cinco años, 1933). Popularizado por el cantaor Camarón de la Isla.

 

No es habitual, cuando uno hace investigación en ciencias sociales, elaborar trabajos de carácter introspectivo (o en los que se expongan de forma tan clara nuestra memoria autobiográfica). El tema de la subjetividad todavía continúa siendo una cuestión tabú en asuntos de este tipo. A simple vista, abordar el estudio de un barrio no debería de presentar problemas, pero todo cambia cuando se trata del tuyo, cuando son tus vecinos, familiares y amigos quienes aportan la mayor parte de los testimonios que articulan tu relato (el cual se mezcla en algunos pasajes con el tuyo propio). En efecto, en la configuración de este ensayo quizá sea el carácter personal y subjetivo de sus conclusiones la idea-fuerza sobre la que se vertebra la obra en cuestión. Resulta difícil señalar el momento en que empecé a pensarlo. A veces, las ideas viajan con nosotros mucho más tiempo del que nos gustaría reconocer. Con suerte, en unos casos se materializan, mientras que en otros se diluyen en el transcurso de la vida configurando nuestro pensamiento, nuestra ideología y nuestra identidad, pero también nuestros prejuicios. Es difícil, por tanto, señalar un momento en el que me dije: debes escribir sobre esto. No lo es tanto señalar cuando dispuse de tiempo para ordenar y poner sobre un papel (o, más bien, sobre un procesador de texto) todas mis ideas. En mi actual etapa profesional, como profesor de enseñanza secundaria, ya dispongo de estabilidad y tiempo suficiente para ponerme con ello. Solo ahora puedo mirar al pasado y re-pensar qué elementos de mi vida han hecho posible que un joven de clase trabajadora como yo adquiera un trabajo bien remunerado y con suficiente tiempo para abordar el estudio de una biografía social y colectiva de su barrio, de las cuestiones que, en definitiva, tal y como así lo interpreto en este trabajo, han hecho posible llegar a ser la persona que soy.

Barrio de los Pizarrales (Salamanca). Archivo Histórico Provincial de Salamanca, fondo del Instituto Nacional de la Vivienda, sig. 309. 

Cuando con dieciséis años comencé a militar en espacios políticos alternativos fue sin duda mi contexto social el principal motivo que me llevó a identificarme con un pensamiento crítico. No es difícil, para una persona de un barrio como el mío, detectar algunas marcas que se imprimen de manera invisible en nuestras vidas: el acento del habla, la manera de vestir o la actitud ante la vida son signos externos visibles que nos convierten en personas de barrio. Y cuando nos desplazamos hacia otros lugares, como puede ser el mismo centro de la ciudad, o hacia otros contextos, como pueden ser asambleas, colectivos o partidos políticos enseguida comenzamos a definirnos (o, más bien, comienzan a definirnos) a través de la diferencia. Fuera de mi barrio, no cabía ninguna duda: era de los Piza. Esta diferenciación era en algunos casos motivo de orgullo; pero muchas otras veces signo de señalamiento y/o de exclusión. En todo caso, una definición que se hacía patente bajo la marca del reconocimiento externo de esta realidad, mi propia identidad. Y, como pueden imaginar, esta se fue acentuando a medida que estudiaba mi licenciatura en Historia. En muchos casos, decidí apropiarme de esta marca externa y mostrarla con orgullo, algo que, desgraciadamente, no es frecuente, puesto que muchas otras personas a menudo deciden más o menos conscientemente pasar por alto sus orígenes. Varias veces intenté sin éxito con mis camaradas hacer un estudio sobre la realidad de los barrios de la ciudad de Salamanca. Me parecía que nuestras propuestas deberían basarse en un análisis materialista de la realidad social de la ciudad. Tiempo después, ya estudiando el doctorado y continuando mi militancia en estos espacios, intenté incluso crear algún tipo de representación de carácter vecinal en estas áreas para que pudiesen estar presentes en colectivos como Ganemos Salamanca. También sin éxito. Existía todavía esa barrera que separa a la gente del centro de las personas de barrios como el mío, diferentes realidades, distintas preocupaciones, y, poco a poco, me fui desenganchando, puesto que la propia vida hacía mella en la suerte de unos (mis compañeros y compañeras de Universidad y de militancia) y de otros (mis colegas del barrio, mi familia).

Quizá sea un tanto cínico atribuir al curso de la vida destinos que están hilvanados por una distinción de clase social, como si el destino estuviese ya escrito, consideración determinista de la que pretendo huir en este trabajo, pero que pesa como el plomo. También echar la culpa sobre los otros de las cuestiones que hemos sido incapaces de organizar por nosotros mismos. Son precisamente estas cuestiones algunas de las hipótesis que barajaré y que han orientado las preguntas sobre las que me gustaría reflexionar en el presente ensayo: en primer lugar, definir los barrios obreros como espacios de olvido en un contexto de globalización de nuestras experiencias de vida. En este caso, me propongo detectar cuáles son esos mecanismos (a veces) invisibles que casi de manera irremediable nos empujan a ser de una manera. Pero también, en segundo lugar, rumiar sobre si la vuelta a la “cuestión de clase” o la recuperación de la “conciencia de clase” en los barrios obreros de las geografías del presente, es condición necesaria y suficiente para iniciar procesos de transformación social. Algo que considero que no tiene sentido, en una era marcada claramente por el signo del fin de las utopías. En este aspecto, la idea de “clase” que manejo en este ensayo, siguiendo a los autores marxistas británicos, es más bien la de un proceso de costumbres, representaciones y prácticas móviles, que la de una esencia que se mantiene en el tiempo o que se “pierde”. Y sin que este cuestionamiento se malinterprete, puesto que el tema es importante, en tanto que establece desigualdades que son demostrables y verificables a través de las ciencias sociales, perceptibles en los procesos históricos, tal y como trato de demostrar en este libro. Probablemente la organización en asambleas vecinales sea la forma más efectiva de contribuir a revertir los grandes procesos que consolidan estas desigualdades, pero también es cierto que el asunto no es nada sencillo de poner en práctica.

Barrio de los Pizarrales (Salamanca). Archivo Histórico Provincial de Salamanca, fondo del Instituto Nacional de la Vivienda, sig. 309. 

Para ello decidí trazar una genealogía de mi barrio, de mi contexto sociológico más inmediato, puesto que considero que ese es el entorno en el cual aprendemos a socializar las personas de clase trabajadora (a ser en el sentido ontológico del término), a través del estudio de tres generaciones. La primera de ellas es la de mis abuelos y sus padres y madres, quienes construyeron el barrio en el primer tercio del siglo XX, coincidiendo con el inicio del proceso industrializador en nuestro país y, al mismo, tiempo, reconstruyeron Europa en el fin de la Era de las catástrofes, tras la Segunda Guerra Mundial, en plena edad de Oro del capitalismo[1]. De ello me ocupo en los dos primeros capítulos. En el primero (Dibujando la geografía urbana: nacimiento y evolución de un barrio) analizo cómo surge el barrio de los Pizarrales a principios del siglo XX, dentro de procesos de carácter más amplio que configuran el capitalismo español, así como la evolución del urbanismo a partir del ejemplo de la ciudad de Salamanca y, en concreto, el barrio de los Pizarrales. Intento en este capítulo definir qué entiendo por “barrio obrero”, como concepto que articula la columna vertebral de mi análisis. También la configuración de sus diferentes espacios, no sólo urbanos, sino también sociológicos, los cuales separan y dividen el barrio hacia el interior. Finalmente, me propongo una mirada desde la geografía del género, la cual se proyecta y tiene la intención de interseccionar todo el ensayo. Mientras que en el segundo (Mitologías de un barrio: Pizarrales del franquismo a la Transición), reflexiono sobre distintos mitos que han conformado la memoria oral de los vecinos y de las vecinas del barrio, tratando de cepillar la historia a contrapelo. Estos mitos van de la archiconocida historia del Lute, probablemente uno de los vecinos del barrio más ilustre, hasta la solidaridad y el fuerte movimiento vecinal en los barrios obreros durante la Transición, la cual es todavía recordada a modo de arcadia feliz. Como trasfondo de todo ello, la idea de que con toda seguridad no fue Franco ni el franquismo quien propició la inserción de nuestro país en el denominado mundo desarrollado, sino que fueron los vecinos y las vecinas de barrios como el de los Pizarrales, en su mayoría anónimos, quienes hicieron posible alcanzar los niveles de desarrollo que caracterizan a la España del presente. En este caso, la ciudad de Salamanca y el barrio de los Pizarrales. Me detengo también en este capítulo a describir la historia de las diferentes áreas en las que se divide el barrio y su sociogénesis, como una forma de conectar el pasado con el presente. Y enlazando con esto, finalmente, algunas de las dinámicas de reproducción de las desigualdades que me llevan a definir el barrio como un espacio olvidado de la globalización, así como a comprender, desde el punto de vista teórico e histórico, por qué el barrio puede ser como es hoy.

Barrio de los Pizarrales (Salamanca). Archivo Histórico Provincial de Salamanca, fondo del Instituto Nacional de la Vivienda, sig. 309. 

La segunda generación en liza es la de mis padres y madres y mis tíos y tías, quienes vivieron el boom de los años sesenta e hicieron con mayor o peor fortuna la Transición a la democracia, al mismo tiempo que seguían construyendo Europa (ahora convertida en Unión Europea). Estas dos generaciones vivieron la Edad de Oro del capitalismo, hasta la crisis del petróleo de los años setenta, cuyas consecuencias en España se dejarían sentir unos años después, coincidiendo en nuestro país la desindustrialización con la consolidación del orden constitucional surgido entre 1975-1978, allá por los años ochenta del pasado siglo. Las fechas siempre son imprecisas. Coincidieron estos años con otro boom, de triste recuerdo en mi memoria familiar y en la de muchos vecinos y vecinas del barrio, el de la heroína, y se pueden imaginar que en contextos como el de los Pizarrales, fuimos más partícipes de esta otra triste historia. La tercera generación, que es la mía, convivió con el fin de este fenómeno, y creció al calor de otro nuevo boom, el inmobiliario. Abordamos estas cuestiones en los capítulos tercero (Somos de barrio: del boom de la heroína a la fetichización de lo quinqui) y cuarto (Historia del tiempo presente: formas de vida y trabajo en la modernidad líquida). En el primero trazamos una línea temporal que va de lo que hemos definido como “la otra Transición” hasta fenómenos que, en el presente, tratan de idealizar y desconfigurar las memorias colectivas sobre procesos traumáticos como fueron los años de la heroína, idealizando el mundo de la droga y de la delincuencia, en lo que hemos definido como una “fetichización de lo quinqui”. Y al final, un intento por definir, en definitiva, qué es ser de barrio, así como sus características a caballo entre el pasado y el presente, es decir, cómo incluso un concepto aparentemente tan inocuo evoluciona en función del contexto histórico. Mientras que en el último de los capítulos abordamos una mirada sociológica y antropológica sobre la realidad del barrio en el presente, a partir de otro concepto fundamental, el de precariado, el cual emerge tras la destrucción de la figura del/la trabajador/a tradicional en el paso de las sociedades industriales a las postindustriales o postmodernas. Así como la crítica de algunos prejuicios tales como el de que las personas trabajadoras, con niveles de capital cultural y social más reducidos, son pasto de la demagogia que arrastran los nuevos populismos, especialmente los de derechas.

Viviendas de Nuestra Señora del Carmen. Barrio de los Pizarrales (Salamanca). Archivo Histórico Provincial de Salamanca, fondo del Instituto Nacional de la Vivienda, sig. 309. 

Como pueden imaginar, los procesos históricos y las personas que comparten distintas experiencias dentro de cada marco cronológico no son estancos y, al mismo tiempo, cada nueva generación comparte los logros y problemas de la anterior y viceversa. En efecto, la realidad del barrio se vio transformada por última vez tras la crisis económica de 2007 o, cuanto menos, algunos de sus procesos previos se aceleraron. De la misma forma que podemos constatar una transformación del barrio en la década de los ochenta, finalizada la larga dictadura franquista  -con un sistema democrático joven sobre el que todavía existían muchas dudas-, y que se define por la desaparición de las viejas estructuras que definían al barrio tradicional, el cual era casi como un pueblo dentro de la ciudad, y que acompañaron a la desaparición de la idea de “barrio obrero”, entre otras de mayor calado que también serán analizadas y reflexionadas. De modo que podemos considerar que mi generación y las venideras son hijas de este otro suceso que conectan la vida de un barrio aparentemente sin importancia con los procesos de transformación globales, proyectándose hacia el futuro sin solución de continuidad. Tres generaciones que marcan no sólo la historia de un barrio, sino la de la vida de las personas de espacios que a veces no focalizan la atención de los investigadores y de las investigadoras, pero que en países como el nuestro articulan gran parte de su geografía, a pesar de no ser, como digo, espacios centrales, sino más bien espacios de olvido, espacios periféricos, son también, espacios mayoritarios.

Para reconstruir esta genealogía he recurrido a una fuente documental viva que me parece fundamental: la historia oral. O tal vez cabría citar mejor la memoria oral de los vecinos y de las vecinas del barrio, a través de la grabación de entrevistas en las que se recogen diferentes testimonios vinculados con los diferentes temas de los que se ocupa el libro, sin la pretensión de abarcar ninguna hipotética “totalidad” o análisis cuantitativo. Se trata, en cambio, de la voluntad de construir una «historia desde abajo» (o, más bien, desde las entrañas), siguiendo las orientaciones metodológicas del marxismo, tal y como he reclamado en muchos de mis trabajos (Hernández Sánchez, 2017). En todo caso las fuentes (entrevistas orales), quedan recogidas al final y compiladas como archivo oral para que mi trabajo pueda ser revisado y ampliado en el futuro. Robo la idea de la utilización de la memoria oral del historiador Enzo Traverso, quien me recuerda que inevitablemente hay una parte de ella que ha orientado mis cuestionamientos y mis reflexiones (las cuales, en este caso, se mezclan con mi propia experiencia vital):

“No es la memoria de un ‹testigo›, basada en los recuerdos de un pasado vivido, porque esta época precede [en algunos pasajes] a mi nacimiento, sino más bien, según el concepto de Marianne Hirsch [1997], una ‹posmemoria›. En otras palabras, una memoria colectiva de la cual he ido recibiendo fragmentos desde mi infancia. A veces recubierta de contradicciones o congelada en la leyenda, ella ha ido tomando forma a lo largo de los años” (Traverso: 2009, p. 19).

En efecto, la metodología empleada también podría explicarse a través del concepto de historia vivida utilizado por el historiador Julio Aróstegui, es decir, se trataría de una historización de la experiencia, comprender la historia no sólo como la herencia recibida sino como la «conciencia formada a partir de la experiencia de nuestro propio actuar» (Aróstegui: 2004, p. 12). Tomando en cuenta también las advertencias de este gran historiador: «nuestra propia experiencia vital desempeña aquí un papel determinante, sin que ello pueda ser tenido como una coartada para un subjetivismo empobrecedor» (Ibídem, p. 198). Tal y como afirmara el filósofo precursor de la Escuela de Frankfurt, Walter Benjamin:

«La memoria no es un instrumento para estudiar el pasado sino su teatro -escribió en Infancia en Berlín [1932]-. Es el medio de las experiencias pasadas, así como la tierra es el medio en que yacen enterradas las ciudades muertas. Quien busque acercarse a su propio pasado enterrado deberá conducirse como un hombre que excava. Sobre todo, no ha de tener miedo de regresar una y otra vez sobre la misma materia; de apartarla como uno aparta la tierra, de henderla como uno hiende el suelo» (cita extraída de Jeffries: 2018, p. 36.).

Reflexión que fue completada en su Libro de los pasajes (1927-1940), en el que considera que la memoria es un medio para actualizar el presente: «Miramos al pasado, en parte, para comprender el ahora» (Ibídem, p. 37.). Respecto a la novedad de trabajar a partir de fuentes orales, a pesar de que se trate de una metodología ampliamente asentada dentro de la historia contemporánea, si tomamos en consideración las ideas de otro peso pesado de la historia, cuya lectura es siempre recomendable: “en términos antropológicos, toda “historia” se constituye mediante la comunicación oral y escrita de las generaciones coetáneas, que se transmiten mutuamente sus propias experiencias” (Koselleck, 2012, p. 16), siendo el texto escrito el principal vehículo de transmisión de la historia cuando desaparecen las generaciones más viejas. Por ello, siempre que fue preciso, también acudimos a otras fuentes de información, no sólo de carácter bibliográfico. Entre las fuentes archivísticas consultadas caben destacar los fondos del Archivo Histórico Provincial de Salamanca (AHPS) relativos a la Obra Sindical del Hogar, el Instituto Nacional de Vivienda y la Junta Provincial de Beneficencia, instituciones todas ellas muy vinculadas a la historia de los Pizarrales durante el periodo de la dictadura franquista. Así como algunos documentos del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Valladolid, conservados entre el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARCHV) y el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca (CDM). Finalmente, siempre que tuvimos ocasión fuimos recopilando imágenes personales conservadas por las personas entrevistadas, las cuales constituyen un fondo original de valor no solamente histórico sino también simbólico y personal que nos parece importante destacar. Imágenes a las que pudimos añadir algunas de archivo, personales o elaboradas a partir de las tecnologías de la información y de la comunicación. Elementos todos ellos que nos señalan que la historia, en efecto, es una disciplina en constante mutación metodológica que obliga a los historiadores a actualizarse continuamente.

Viviendas en la zona de Villar y Macías (foto: noticiascyl.com)

Quiero señalar con estos breves apuntes que nuestra investigación tiene un interés especial, más allá de todas estas fuentes de información empleadas, en conservar esa memoria oral, a pesar de concepciones metodológicas de tipo más tradicional (o convencional), especialmente la memoria oral de las denominadas “clases subalternas”, protagonistas, desde mi punto de vista, de una “historia desde abajo”. Por ello, y para que las personas que me ayudaron a escribir este ensayo, mis vecinos y vecinas, familiares y amigos y amigas, pudieran acceder a su lectura, traté en la medida de mis posibilidades de simplificar mis reflexiones, aunque comprenderán que esto no sea siempre fácil, tal y como me lo han recordado en múltiples ocasiones. Mientras que, por otro lado, comprenderán que es imposible que todas las realidades, a pesar de que muchas de ellas sean muy similares, puedan ser recogidas en un relato que siempre tiene un carácter parcial, incompleto. Me disculpo, por tanto, de aquellas cuestiones que hayan podido formar parte de mi propio olvido y animo a que otras personas se acerquen a la historia del barrio de los Pizarrales, así como de otros barrios, para apuntar cuestiones que hubiesen quedado sin abordar, ampliar las aquí expuestas y debatirlas o rebatirlas. La investigación en ciencias sociales es un proceso colectivo en el que un investigador o erudito es incapaz por sí mismo de conseguir un análisis ‹total›, vieja aspiración de escuelas historiográficas como la que representa la Escuela de los segundos Annales y muy difundida en nuestro país. De modo que esperamos que esta sea la primera piedra para un campo de estudio que, a pesar de ser relativamente conocido en el contexto local de la ciudad de Salamanca, todavía no poseía una obra monográfica específica.

Iglesia Vieja de Pizarrales (foto: La Crónica de Salamanca)
 
Nota

[1] Sigo la periodización empleada por el historiador británico Eric Hobsbawm (1995) en el contexto europeo.

Referencias

Aróstegui, Julio (2004). La historia vivida. Sobre la historia del presente. Madrid: Alianza.

Hernández Sánchez, Gustavo (2017). El marxismo frente a la encrucijada postmoderna: notas para una historia social y cultural en el siglo XXI. Madrid: Visión Libros.

Hobsbawm, Eric (1995). Historia del siglo XX. Barcelona: Crítica.

Jeffries, Stuart (2018). Gran Hotel Abismo. Biografía coral de la Escuela de Frankfurt. Madrid: Turner.

Koselleck, Reinhart (2012). Historias de conceptos: Estudios sobre semátinca y pragmática del lenguaje político y social. Madrid: Trotta.

Traverso, Enzo (2009). A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914-1945). Valencia: Universidad de Valencia.

Fuente: Introducción del libro: Espacios olvidados en la era de la globalización: Una historia del barrio de los Pizarrales. Amarante, Salamanca, 2020.

Portada: Viviendas de Nuestra Señora del Carmen. Barrio de los Pizarrales (Salamanca). Archivo Histórico Provincial de Salamanca, fondo del Instituto Nacional de la Vivienda, sig. 309. Una exposición virtual de estas imágenes se encuentra en el portal de Archivos de Castilla y León.

Ilustraciones: Conversación sobre la historia

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