Noticia de libros

 

Mariano Esteban de Vega

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Salamanca

 

 

Introducción: El proceso de nacionalización española. Balance aproximativo de un proyecto[1]
Hace ahora quince años, en el otoño de 2004, el profesor Justo Beramendi, uno de los historiadores españoles con una trayectoria más sólida y prolongada en el estudio de los nacionalismos en España, convocó a un buen número de colegas de distintas universidades con alguna experiencia en la investigación en el tema para proponerles abordar colectivamente el análisis del “proceso de nacionalización española”. Un documento firmado por el propio Justo Beramendi y por José María Portillo, en aquel momento también en la Universidad de Santiago de Compostela, recogía las líneas maestras del proyecto. El conocimiento del nacionalismo español había avanzado bastante en los años anteriores -se decía- pero ese avance se había centrado “en la dimensión discursiva y en los esfuerzos por parte de intelectuales y élites políticas para que el conjunto de la ciudadanía del Estado asumiese que era una nación”. Nadie, en cambio, ni siquiera Álvarez Junco en Mater Dolorosa, la obra de referencia sobre el tema publicada tres años antes, había entrado realmente en el estudio del resultado de esos esfuerzos, es decir, en el proceso de nacionalización más allá de su dimensión ideológico-cultural. Ese era el objetivo de la propuesta: “investigar el nation-building español desde el principio y teniendo en cuenta no solo todas las dimensiones relevantes del proceso, sino también la gran diversidad de situaciones que se dan en el conjunto español”. Esto último explicaba que se pensara en un proyecto colectivo: “la muestra provincial/regional a estudiar, para que resulte representativa, ha de ser numerosa sin ser exhaustiva. Y esto implica una tarea inabarcable para un solo equipo de investigación”. Se trataba entonces de que varios grupos se pusieran en marcha con un cierto nivel de coordinación, a partir de un programa y método comunes, de modo que resultaran comparables y agregables sus resultados y se pudiera llegar a conclusiones de cierta validez.

Atendiendo a este llamamiento, el 31 de enero de 2005 tuvo lugar en Madrid, en la antigua sede del CSIC de la calle del duque de Medinaceli, una reunión en la que participaron o estuvieron representados grupos de investigación de once universidades españolas: aparte de Santiago, de la Autónoma de Barcelona, Cantabria, Castilla-La Mancha, Granada, Pablo de Olavide de Sevilla, País Vasco, Rovira i Virgili de Tarragona, Salamanca, Valencia y Zaragoza. De dicha reunión surgieron distintos proyectos de colaboración y, en particular, el compromiso de cuatro grupos (de las universidades Autónoma de Barcelona, País Vasco, Salamanca y Santiago de Compostela) de iniciar una investigación relativamente coordinada del proceso de nacionalización española en sus correspondientes ámbitos territoriales (Cataluña, País Vasco, Castilla y León y Galicia). Estos espacios no agotaban, por supuesto, todas las variables posibles, pero sí eran probablemente los más indispensables para intentar una interpretación global.

El presente texto constituye un resumen y una valoración del camino recorrido desde entonces por esta red de investigadores. Se presta en él una atención principal a las publicaciones conjuntas surgidas de aquel proyecto, pero va más allá de lo que podría considerarse una reseña colectiva de las mismas. Partiendo de las aportaciones procedentes de esta red y de sus miembros, su objetivo es llevar a cabo una aproximación a la evolución de los estudios sobre el tema en la última década y media, en la que tanto a través de estos trabajos como de otros surgidos de otros grupos de investigación, se ha avanzado significativa aunque desigualmente en la respuesta a las preguntas planteadas y se han introducido nuevas perspectivas de análisis, que han hecho más rico y también más complejo el estado de la cuestión.

I. La débil nacionalización y el giro local: Salamanca, 2009

La iniciativa de emprender una investigación colectiva en torno al proceso de nacionalización española se situaba en un momento específico de la evolución de los estudios sobre el nacionalismo español, marcado por un cierto agotamiento de las aproximaciones que habían sido más habituales hasta entonces. Por un lado, la tesis de la “débil nacionalización” de la sociedad española en el siglo XIX, entendida como el elemento decisivo del éxito de los nacionalismos subestatales en el siglo XX, era puesta en cuestión desde distintos frentes[2]. Por otro, la concentración de casi la totalidad de la investigación empírica en la reconstrucción de los discursos nacionales de las elites, particularmente de las madrileñas, es decir, de las ligadas al centro del Estado, coincidía con llamadas de atención sobre la necesidad de seguir otras vías de estudio[3]. En esos primeros años del siglo XXI empezaba a extenderse la idea de que, en cierta forma, se había comenzado a construir la casa por el tejado, pues las discusiones sobre la interiorización de la identidad nacional por los distintos grupos sociales -que era de lo que trataba la tesis de la “débil nacionalización”- habían precedido en realidad a los estudios empíricos sobre dicha cuestión.

Más allá de las discusiones sobre la debilidad o la fortaleza, sobre el fracaso y la diferencia o, por el contrario, sobre la “normalidad” del proceso español (relativamente estériles, pues tales valoraciones dan por supuesto, en último término, que existan patrones establecidos al respecto), el problema historiográfico que aquel debate había planteado seguía en pie. Se trataba de explicar por qué España, un Estado pluriétnico de principios de la Edad Moderna, que había conservado su unidad política durante siglos y mantenido un carácter uninacional hasta finales del siglo XIX, había conocido sin embargo desde inicios del XX el desarrollo de otros nacionalismos que, con distinta intensidad y ritmos, habían sido capaces de mostrar desde entonces un gran vigor. Para responder a esa pregunta no bastaba con analizar los discursos nacionales, sino que había que averiguar las relaciones de dichos discursos con la sociedad, evaluar en qué medida esta asumía que constituía la nación que proclamaban los nacionalistas. Dicha tarea era sin duda mucho más difícil de abordar desde el punto de vista metodológico y de las fuentes, muy abundantes para el análisis de los discursos y mucho más escasas y elusivas para valorar el arraigo de los mismos. Pero resultaba ineludible y la única manera de enfrentarla era haciéndolo “desde abajo”, es decir, prestando atención a las variantes locales, provinciales y regionales de la cuestión[4]. El planteamiento de la investigación se situaba así en sintonía con el “giro local” que ya había experimentado la historiografía europea sobre la materia y del que por entonces se estaban haciendo eco los historiadores españoles[5].

La primera actividad conjunta que realizaron los cuatro grupos que habían decidido trabajar coordinadamente en el desarrollo del proyecto sobre la nacionalización española fue la celebración en Salamanca, los días 30 de septiembre, 1 y 2 de octubre de 2009, de un congreso titulado “Los procesos de nacionalización en la España Contemporánea”. Las sesiones del congreso se articularon en torno a cinco sesiones, dos de ellas dedicadas a “Ideología y política”, otras dos a “Cultura y sociedad” y una quinta a las “Guerras y los procesos de nacionalización”. Esta estructura orientó también la publicación de las actas, recogidas en el libro Procesos de nacionalización en la España Contemporánea, organizado en tres apartados: “Ideología y política”, “Guerras y nacionalización” y “Cultura y sociedad”[6]. Desde el punto de vista temático, la mayoría de las contribuciones se centraron en el análisis del proceso de nacionalización española, aunque un reducido grupo de las mismas puso su atención en el nacionalismo catalán de las primeras décadas del siglo XX. Desde una perspectiva cronológica, el núcleo fundamental de las intervenciones estuvo centrado en el siglo XIX, aunque se registraron también algunas aportaciones referidas al XX, si bien exclusivamente al periodo anterior a la Guerra Civil.

Como señaló Javier Moreno Luzón en una amplia reseña del libro[7], en las numerosas contribuciones recogidas en el volumen -veinticuatro- había una considerable heterogeneidad y también algunas ausencias temáticas relevantes en cualquier análisis de los procesos de nacionalización (sobre todo, la educación y algunos elementos de nacionalización simbólica). Sin embargo, de esta primera aproximación conjunta surgían ya también algunos frutos significativos, que los coordinadores de la edición, Mariano Esteban de Vega y María Dolores de la Calle Velasco, destacaban en su presentación.

En primer lugar, la consideración del papel central del Estado como agente nacionalizador, característico de los estudios realizados hasta esa fecha, daba paso aquí, preferentemente, a otros protagonistas: algunos de ellos públicos (los ayuntamientos y las diputaciones provinciales), pero otros privados, es decir, a las iniciativas particulares, emanadas de la sociedad civil y su tejido institucional, a la prensa y los medios de comunicación y, a menudo en lugar preminente, a la Iglesia católica, cuyo papel españolizador tendía a verse ya como decisivo y, contra lo que se venía afirmando generalmente, nada contradictorio con sus objetivos religiosos. Por otro lado, en el ámbito de los discursos nacionales, el libro ponía de manifiesto que no bastaba con recoger las elaboraciones teóricas de los ideólogos, las declaraciones de los políticos, las posturas de la prensa o la organización y las acciones de los partidos y movimientos respecto de la nación que surgían del centro madrileño, sino también observarlos desde su periferia territorial, fuera esta -en el caso del libro- catalana, vasca, gallega o también castellana. Así, era también nuevo el énfasis que se otorgaba a los ámbitos municipales y provinciales como escenario de la construcción nacional, desde la idea de que las identidades locales fueron a menudo complementarias de la nacional, incluso un cauce privilegiado para su expresión.

En cuanto a la penetración social de estos mensajes y la efectiva construcción social de las identidades nacionales por grupos e individuos, el libro incluía también algunas aportaciones, aunque quedaba clara la dificultad de la tarea. Sin embargo, nuevas fuentes, o nuevas miradas proyectadas sobre fuentes ya conocidas (sermones, documentos procedentes de archivos de pequeños ayuntamientos, la prensa local, las canciones populares…), proporcionaban algunas sorpresas, como el arraigo de la milicia nacional en el medio rural gallego o la politización de los campesinos vascos durante el siglo XIX y primer tercio del XX, en términos muy superiores a los esperables y en clave que debía leerse también como españolizadora.

El ámbito específico del proceso de nacionalización española en el que el Congreso acogió aportaciones más numerosas fue el del análisis del papel de las guerras, terreno en el que se centraron varios trabajos, referidos a ámbitos territoriales diferentes pero planteados desde perspectivas teóricas y metodológicas bastante similares. Aunque incluso en este aspecto las conclusiones tuvieran carácter provisional, podría decirse que, dejando aparte la Guerra de la Independencia por su carácter de iniciadora de los procesos de politización y nacionalización que marcarían el siglo XIX, las otras guerras -la de África de 1859-60 y la de Cuba y Filipinas y contra los Estados Unidos de 1895-98- no fueron motores relevantes de la nacionalización española, pero sí sirvieron como indicadores de su grado de extensión social a lo largo del siglo: intensa sin duda en las elites, los segmentos sociales acomodados y las clases medias alfabetizadas y menor, en términos relativos, aunque ascendente, en las clases populares urbanas y en el campesinado.

En definitiva, y seguimos de nuevo la reseña de Javier Moreno, para el periodo histórico considerado -que, como se ha dicho, abarcaba sobre todo el siglo XIX, con algunas incursiones en el inicio del XX-, el libro venía a mostrar sin ningún género de dudas la riqueza y amplitud de las expresiones del nacionalismo español, una realidad que al colocarse el foco en lo local y lo regional quedaba contundentemente acreditada. También conseguía poner de manifiesto para esa época la plena y creciente identificación con el imaginario español de los estratos superiores de la sociedad. El balance era más difícil de realizar en cuanto a la penetración y efectividad de los discursos patrióticos en las clases populares, sobre todo en el mayoritario campesinado. Pero de nuevo la consideración de lo local había permitido poner de manifiesto que, en materia de nacionalización, no solo había que tener en cuenta la relativa inacción del Estado liberal, responsable de una escasa escolarización o de una estructura impositiva y un servicio militar ampliamente rechazados y no universalizados. También había que considerar el papel, muy activo, de otros agentes, tanto formales -las instituciones locales- como informales -clero, prensa, literatura popular-, emanados de la propia sociedad civil, cuyos efectos nacionalizadores resultaba preciso valorar.

II. Regionalización, Nacionalización: Barcelona 2012

Tres años más tarde, los cuatro grupos de investigación se reunieron en otro congreso, que se celebró en la Universidad Autónoma de Barcelona durante los días 4 y 5 de octubre de 2012 y dio lugar en 2013 a la publicación del libro . A diferencia de la anterior, esta reunión siguió la fórmula de workshop abierto, centrado en las aportaciones de los grupos, pero con contribuciones también de otros investigadores. Otra novedad fue una extensión del marco cronológico, que facilitó la incorporación de nuevos autores y de periodos más próximos al presente, no tratados en el encuentro de Salamanca. El congreso se organizó en cuatro bloques temáticos: “Historia y cultura simbólica”, “Cultura, lengua, literatura y nación”, “Discursos sobre la nación y culturas políticas” y “Estado, ejército, iglesia y nación”. Esta estructura se desarrolló para la edición en seis ámbitos: “Símbolos, celebraciones e iconografía”, “Literatura, lengua, prensa”, “Guerra, violencia, milicias”, “Obreros, campesinos, sindicatos”, “Discursos nacionales” y “Regionalización y nacionalización”[8].

Los resultados de este trabajo incidieron en algunos de los terrenos en los que ya se había avanzado hasta entonces. Así, aparecieron nuevos testimonios de las aportaciones locales, provinciales y regionales tanto en la elaboración de los discursos nacionales españoles como en los procesos de nacionalización propiamente dichos, a menudo realizados “desde abajo” y con intervención de agentes públicos y privados. En mucha mayor medida que en el encuentro anterior se puso de manifiesto, sin embargo, que los diálogos entre regionalización y nacionalización española no solo fueron plurales sino también heterogéneos. Hubo casos como el castellano, y también en gran medida el vasco y el gallego, en los que la articulación de una identidad provincial y regional en el siglo XIX no solo encajó bien con la identidad nacional, sino que ofreció contenidos diversos a la construcción cultural de la nación española que reforzaron el proceso de nacionalización. Pero también otros, como el catalán, de “regionalismo conflictivo”, asociado a potentes élites urbanas, a través del cual estos grupos sociales mostraron su descontento con el modelo dominante de construcción nacional española, que en este caso habría resultado debilitada[9]. Se confirmaba así uno de los elementos previstos desde el inicio en la investigación, la diversidad de situaciones y variantes del proceso general.

También aparecieron en el libro nuevas aportaciones sobre las relaciones entre las guerras y el proceso de nacionalización, sobre los agentes de la movilización patriótica en esas coyunturas críticas y sobre la diversidad de las reacciones sociales ante las mismas. Pero ya no solo se prestó atención a las guerras del siglo XIX sino también a la Guerra de África de comienzos del siglo XX, en un contexto muy diferente al del siglo anterior, de una España ya plurinacional, con movimientos obreros internacionalistas, movimientos campesinos no siempre dispuestos a participar en la nacionalización e incluso (los de signo anarquista o catalanista) contrarios a la misma. En el caso al menos de Galicia, la conclusión fue que esta guerra no ayudó en nada a la nacionalización española, que entonces era muy visible en la mitad superior de la sociedad y menos en la inferior, aunque es probable que tampoco la perjudicase significativamente.

Quizá lo más novedoso de este volumen fueron las propuestas metodológicas sobre el potencial nacionalizador de las asociaciones, así como los estudios empíricos realizados al respecto sobre el movimiento obrero en Galicia y sobre la CNT aragonesa en la coyuntura decisiva de la Guerra Civil. También se avanzó en el estudio de símbolos, conmemoraciones, inauguraciones y fiestas, con las consabidas recomendaciones sobre la necesidad de dar prioridad en el análisis a sus usos sociales y a la apropiación cultural de los mismos, a pesar de la reconocida dificultad para llevar a la práctica esa tarea. Y quedó de manifiesto igualmente la conflictividad entre las distintas representaciones de la nación española (liberales, republicanas, tradicionalistas, católicas), una difícil convivencia entre discursos enfrentados que algunos interpretaron como síntoma de la debilidad del españolismo mientras que otros la vieron como expresión de lo contrario, es decir, de su fortaleza. Por otro lado, la mayor atención prestada al siglo XX facilitó la aparición de algunas referencias a la nueva dialéctica de competencia entre procesos de nacionalización de distinto referente nacional, elemento que desde entonces resultaría clave para la comprensión de los mismos, aunque por razones diversas -entre otras, seguramente, la pervivencia de nacionalismos académicos-, no recibió entonces la atención que merece ni la ha recibido después[10].

 

III. Esferas y Experiencias de Nación: Vitoria 2015.

En junio de 2015, entre los días 17 y 19 de junio, tuvo lugar el tercer encuentro de los grupos de investigación, un simposio titulado “Factores de nacionalización en la sociedad española contemporánea”, organizado por el Instituto de Historia Social Valentín de Foronda de la Universidad del País Vasco y que se estructuró en siete sesiones: “Metodología y fuentes para el estudio de la nacionalización”, “Nacionalización y políticas sociales”, “Iconografía y representaciones de la nación”, “Religión y nacionalización”, “Emigración y nacionalización”, “Violencia y nacionalización” y “Mundo rural y nacionalización”. Los trabajos presentados a este congreso fueron la base del libro Los caminos de la nación. Factores de nacionalización en la España Contemporánea, que incluyó una parte en papel, con ocho capítulos procedentes de las ponencias invitadas del simposio, relativos a las grandes cuestiones analíticas sobre las que se había ordenado el congreso, y otra parte en CD, que además de las anteriores incluía otras diecinueve contribuciones, de gran variedad temática, salidas en su mayoría de las comunicaciones del simposio y organizadas en cuatro secciones: “Identidad, iconografía y representaciones de la nación”, “Guerra, violencia y nacionalización”, “Religión y nacionalización” y “Mundo rural, políticas sociales y nacionalización”[11].

Las principales novedades de esta publicación se apuntan ya en su presentación, firmada por los coordinadores de la obra, Félix Luengo y Fernando Molina. Tras realizar un repaso de la producción historiográfica internacional sobre el tema, desde los estudios clásicos de Charles Tilly, Eugen Weber y Georg L. Mosse hasta las obras de referencia de Michael Billig y Rogers Brubaker publicadas en los años noventa, Luengo y Molina constataban que el concepto de “nacionalización” estaba sustituyendo progresivamente al de nation building y, en ocasiones, al de nacionalismo, “demasiado encorsetados, el uno, en un paradigma modernizador un tanto trasnochado y, el otro, en una concepción política e ideológica de la nación que tiende a hacer abstracción de su poderosa dimensión cultural y simbólica”. Este proceso se estaría verificando también en la historiografía española, que comenzaba a reemplazar “un concepto demasiado cerrado de la nacionalización por otro más abierto e integrador de las diversas vertientes de ese fenómeno”. Los ejemplos de este nuevo tipo de aproximación al tema lo encontraban los coordinadores en varias obras recientes: tras el libro de Alejandro Quiroga sobre la nacionalización en la dictadura de Primo de Rivera, editado en 2008, destacaban sobre todo dos aproximaciones generales a la cuestión, una del propio Fernando Molina y Miguel Cabo, publicada en 2012 y otra de Francisco J. Caspistegui publicada en 2014; y dos dosieres de revistas dedicados al fenómeno, titulados “La nacionalización en España”, coordinado por Alejandro Quiroga y Ferran Archilés para la revista Ayer en 2013 y “La nacionalización en la España contemporánea”, dirigido por Fernando Molina para la revista Rúbrica Contemporánea (entonces en prensa y finalmente aparecido en 2017, bajo el título “La nueva historiografía del nacionalismo en España”)[12].

En efecto, a estas alturas se perfilaban de manera mucho más precisa algunas referencias aparecidas en volúmenes anteriores sobre la necesidad de calibrar la recepción social de los mensajes nacionalistas y sobre la conveniencia de entender los grupos sociales y los individuos no como meros receptores de dichos mensajes, sino también como partícipes en la construcción de los mismos. Nuevos conceptos, hasta ahora apenas utilizados en trabajos anteriores, como “nacionalismo personal”, “nacionalismo cotidiano” o “experiencias de nación”, coincidentes en concebir la nación como una narración, que los individuos adaptan, venían a dar respuesta a una parte importante de los problemas planteados hasta entonces. En una reseña de este libro, Raúl Moreno Almendral advertía con acierto la singularidad de que en él se reunieran ya aportaciones de varias generaciones académicas dedicadas al estudio de la nacionalización en España[13], cada una de las cuales -añadimos nosotros- adoptaba una perspectiva de análisis relativamente diferenciada. De hecho, el propio Moreno Almendral, perteneciente a la más joven de esas generaciones, autor de una tesis doctoral impensable en su planteamiento y resolución en otros tiempos y significativa de la maduración de una tradición historiográfica que empezaba a estar ya consolidada[14], iba más allá en su valoración de esta obra y observaba también “un cierto lastre teórico” en muchos de los trabajos publicados: lo peor era, en su opinión, que “a un nivel implícito se sigue concibiendo a la nación como algo que “es” (concepción ontológica), y no como algo “que pasa/ocurre” (concepción fenomenológica)”; la nacionalización, a su juicio, no sería un proceso de comunicación social en el que un mensaje “se emite” a través de unos “canales” y después “se recibe” con mayores o menores adaptaciones, sino que “la única manera de estudiar la nación como una experiencia a la vez individual y colectiva, en continua reproducción y siempre potencialmente conflictiva” sería “pasar a un modelo de interacción asimétrica y una verdadera vuelta al sujeto”[15].

El volumen contenía un trabajo teórico-metodológico particularmente relevante, de Justo Beramendi y Antonio Rivera, que suponía tanto una especie de balance del camino recorrido desde 2005 -por miembros de los grupos o por otros investigadores- como una revisión, actualizada a la luz de las nuevas aportaciones, de la agenda de investigaciones que aún quedaban por emprenderse: “como resultado de ese esfuerzo colectivo, aunque no muy bien coordinado, se ha avanzado mucho, algo o poco en aspectos tan diversos como la evolución del discurso nacionalista español (más por su lado derecho que por el izquierdo), los usos de la historia, la labor nacionalizadora de las élites centrales, el papel de las provincias, la incidencia del servicio militar y las guerras, la cuestión de los símbolos y los lugares de la memoria, la onomástica, algunas catas en la evaluación de la nacionalización de las clases populares en determinados territorios durante el siglo XIX, la nacionalización durante la dictadura de Primo de Rivera, la República y la Guerra Civil, la dimensión nacionalizadora de algunos deportes de masas, etcétera.” Y añadían: “aunque todavía nos quedan muchas cosas por saber, el nivel de conocimientos que tenemos hoy al menos nos permite formular hipótesis de trabajo relativamente bien fundadas sobre las peculiaridades territoriales del proceso, sobre los desiguales ritmos de penetración de la nación española en la sociedad y sobre sus modos cambiantes de reproducción”[16].

En cuanto a la forma de dar una respuesta satisfactoria a la pregunta clave que daba sentido a la investigación desde el principio (¿por qué a partir de la España uninacional del siglo XIX había nacido en las primeras décadas del XX la España plurinacional?), Beramendi y Rivera seguían destacando la dificultad de la tarea, “no sólo por la cantidad de tiempo y efectivos que exige una aplicación territorializada del modelo ideal para un periodo tan largo, sino sobre todo por la insuficiencia de fuentes directas (hasta la reciente época de las encuestas masivas) que nos permitan calibrar con certeza la asunción o no de la nación española por los sectores ágrafos y «mudos» (para nosotros) de la sociedad”. No obstante, planteaban también algunas vías para sortear esos obstáculos: la propuesta consistía ahora en distinguir entre diferentes espacios (la esfera pública, la semipública y la privada, siguiendo la categorización propuesta por Alejandro Quiroga), de la que resultarían a su vez distintas “experiencias de nación” (en la expresión de Ferran Archilés); y distinguir también entre diferentes tiempos (el siglo XIX, de construcción simultánea de Estado y nación; el periodo 1898-1960, de “debates y dramas nacionales en tiempos de política de masas”; y finalmente, la renacionalización y competición de naciones de la España de las autonomías)[17].

Otro de los capítulos de este volumen, el de Fernando Molina y José Antonio Pérez sobre la violencia como instrumento de nacionalización durante el franquismo, ofrecía ya una síntesis sobre la nacionalización de la sociedad española en el siglo XX, antes y después de la dictadura franquista, construida en unos casos a partir de aportaciones ajenas y en otras de hipótesis propias: “En España, a principios de siglo XX -decían- se puede hablar de una esfera pública ampliamente unificada y de unas políticas homogeneizadoras que habían logrado naturalizar la idea de nación en el cuerpo social de la época, especialmente su sector alfabetizado, que rondaba el 65% de la población en los años treinta. La guerra había sido un canal esencial de socialización de la nación en el XIX, hasta la llegada de la Restauración. Este régimen liberal favoreció una nacionalización más pacífica e integradora, si bien no amparó un proyecto explícito por trasladar esta a «las masas»”[18].

De acuerdo con Alejandro Quiroga, este proyecto llegaría con la dictadura de Primo de Rivera y consistiría en una “renacionalización” impulsada desde la cúpula militar y la Iglesia, que perfiló el mapa mental de una nueva nación, nutrido de militarismo, catolicismo y autoritarismo, con un fuerte componente étnico (por católico) y separador (en lo ideológico y cultural), una nacionalización «negativa» que apartaba de la identidad nacional e incluso colocaba el calificativo de “Antiespaña” a amplios sectores de la sociedad, tanto liberales como obreros y nacionalistas no españoles. Dicha práctica discursiva sería desarrollada en los años treinta por una derecha antirrepublicana que identificaba el régimen vigente como esa “Antiespaña” y asumida y radicalizada después por el franquismo, en un discurso en el que la apelación a la Guerra Civil, la Cruzada y la Victoria funcionaba como mito fundacional y la violencia resultaba justificada discursivamente como instrumento regenerador de la nación.

Las cosas habrían cambiado, sin embargo, en los años sesenta, con las grandes transformaciones sociales -una nueva sociedad urbana, alejada de la guerra, crecientemente mesocrática, orientada hacia el consumo y ampliamente despolitizada- y la aparición de una nueva memoria alejada de la violencia y favorable al olvido y la reconciliación. Entonces las narrativas que habían dado legitimidad al régimen y dotado de sentido a la identidad nacional de los españoles quedaron desechadas por la mayoría de ellos. En palabras de los autores, dichas narrativas ”carecían de efectividad a la hora de persuadir a los españoles y facilitar, así, su personalización de la nación y su canalización del espacio público, donde es elaborada por los nacionalistas, al privado, donde es «vivida», «hablada» y «consumida». Consiguientemente, el nacionalismo español representado por el discurso y el repertorio movilizador del nuevo Estado en el espacio público y semipúblico, y su programa nacionalizador subyacente, arrastró un creciente problema de fundamento discursivo”[19].

Molina y Pérez se hacían eco, finalmente, del debate en torno a la capacidad nacionalizadora del franquismo en esta última etapa, entre quienes sostienen que fracasó, lo que explicaría la pervivencia y reforzamiento de los nacionalismos subestatales y quienes, desde un manejo más abierto del concepto de «nacionalización», afirman que la nacionalización franquista resultó frustrada en su dimensión «autoritaria» pero no en su carácter «renacionalizador» español. Para estos últimos, como Ferran Archilés, los mecanismos informales de nacionalización (esfera pública, cultura popular y de masas, festividades e identidades de signo subestatal) habrían seguido «saturados de españolidad» tanto en esos años finales de la dictadura como en la democracia.

Los caminos de la nación incluía también otros trabajos de perfiles más monográficos, que se introducían en terrenos que hasta entonces no habían sido abordados por los grupos (es el caso, sobre todo, del estudio de lo nacional en la emigración española a América, experiencia que en muchas ocasiones favoreció la nacionalización de los emigrados) o profundizaban en algunas problemáticas ya planteadas, como las iconografías y representaciones de la nación, la cuestión religiosa y su vinculación con la nación o las relaciones entre mundo rural y nación.

 

IV. Santiago 2018. La Consolidación de los Nuevos Enfoques

La última, hasta la fecha, de las reuniones conjuntas de los cuatro grupos de investigación tuvo lugar en Santiago de Compostela durante los días 6 y 7 de septiembre de 2018. Se trató del congreso “La nación omnipresente. Nuevos enfoques sobre los procesos de nacionalización en la España contemporánea”, que estuvo organizado, aparte de en una mesa redonda final, en cinco sesiones: “La nación de los individuos: enfoques personales de la nacionalización”, “Clases populares, vida cotidiana y culturas políticas”, “Violencia y represión”, “La nación en las aulas” y “Servicio militar y ejército”. Los trabajos presentados en el congreso constituyen la base del libro en el que se publica este trabajo.

Buena parte de los debates del congreso estuvieron centrados en el “giro hacia el individuo” y en las “experiencias de nación”, categorías que parecen convertirse hoy en eje de los esfuerzos por identificar la penetración social de la nacionalización en España. En particular, en la ponencia de Raúl Moreno Almendral y Steven Forti la perspectiva individual -en su variante “biográfica” o en su variante “estructural”, en la línea ya iniciada por Núñez Seixas, Fernando Molina o Ferran Archilés- se ofrece como la vía más adecuada para solventar el problema de dispersión y de rendimientos decrecientes que los autores observan en los estudios sobre nacionalismos. No se trataría de un mero cambio metodológico: “el pilar teórico esencial -dicen- es la aceptación de que las naciones son “fenómenos” sociales que dependen de las experiencias, percepciones y prácticas de los individuos que las conforman en cada momento”. Por otro lado, la orientación fenomenológica sería el camino para enfrentarse a otra cuestión decisiva, y muy poco abordada, la de las interseccionalidades, es decir, las relaciones entre la identidad nacional y otras identidades: de hecho, Moreno Almendral y Forti avanzan en su estudio una primera exploración sobre la relación entre identidad nacional, identidad imperial e identidad de clase, que proporcionaría claves para la comprensión de fenómenos relevantes que moldean y a la vez se ven moldeados por la nación, como la colonialidad o el internacionalismo[20].

Las sesiones de este congreso acogieron también nuevas aportaciones sobre terrenos en los que ya se habían registrado algunos resultados en encuentros anteriores, como el estudio de las culturas políticas y su relación con la nación: según se puso de manifiesto, al menos hasta finales del siglo XIX, la mayoría de ellas colaboraron en el fortalecimiento del proceso de nacionalización español y solo las opciones que se mantuvieron más tiempo al margen del poder o no se integraron nunca en él (el republicanismo federal, buena parte del obrerismo y el carlismo) desarrollaron -desde su anticentralismo- tendencias contrarias al modelo de Estado nacional liberal, aunque sin poner en cuestión la unidad nacional española y más bien contribuyendo a reforzarla. Sin embargo, lo que probablemente mejor caracterizó el desarrollo del congreso fue la presencia del “giro individualista” que -como se ha indicado más arriba- se está afianzando en los estudios históricos sobre la nacionalización, y que en el congreso tuvo también reflejo en otras contribuciones.

Así sucedió con el estudio de las relaciones entre violencia y nación, abordado por Luis Castells y José Antonio Pérez, que se cuestionaba en primer lugar, con carácter general, sobre las circunstancias en las que el nacionalismo puede convertirse en motor de prácticas violentas, y trasladaba después dicho planteamiento al análisis del surgimiento de ETA en el contexto del País Vasco al final del franquismo. Para estos autores, “lo que debe ser objeto de reflexión es la razón por la que personas de diferente identidad que mantenían unas relaciones cotidianas en armonía -lo que es, por otro lado, lo habitual- rompen ese armazón interétnico”. En el caso vasco, la explicación la encuentran, en primer lugar, en la confluencia de una narrativa victimista de carácter etnolingüístico, salpicada de mitos difundidos por el nacionalismo en torno al presunto genocidio que el pueblo vasco habría sufrido con la Guerra Civil, con la fascinación por una serie de corrientes políticas que estaban sacudiendo al mundo en aquellos momentos, en particular los movimientos de liberación nacional en África, América y Asia y el desarrollo de una nueva izquierda deslumbrada por la épica de la vía armada y revolucionaria. Todo ello influyó poderosamente en aquella nueva generación de jóvenes nacionalistas vascos, insatisfechos y decepcionados con el comportamiento que atribuían a los nacionalistas de la preguerra. Y sobre ese caldo de cultivo, en el que el recurso a la violencia como factor fundamental del nacionalismo que representaba ETA estuvo presente desde el comienzo de la historia de la organización, la decisión de matar por parte de sus miembros fue absolutamente voluntaria. El uso de la violencia se convirtió así en una fuerza generativa, que cohesionó a los propios y atemorizó a los opuestos, un combustible eficaz para activar las emociones y crear comunidades de miedo, con la inventada percepción de que su pertenencia estaba en riesgo como consecuencia de la amenaza del “otro”, sobre el que se volcaba el odio[21].

En este congreso de Vitoria se abordó también, por primera vez de forma pormenorizada en las reuniones de los grupos, el estudio del papel nacionalizador de la educación, uno de los agentes clásicos de estos procesos. No se ofrecieron estudios empíricos significativos sobre cuál fue la efectividad del sistema educativo en la nacionalización española, pero sí se aportó un enfoque metodológico que, de nuevo, insistió en la necesidad de considerar prioritariamente la “experiencia de la nación”, en este caso en las aulas. Según Ander Delgado y Ramón López Facal, está claro que la nacionalización debía ser para los dirigentes políticos una de las finalidades del sistema educativo, pero más difícil resulta conocer cuál fue su efectividad, siendo esta la “principal limitación de los estudios educativos referidos a la identidad nacional”. Resulta ya relativamente conocido el papel de la escuela en los procesos de nacionalización a través del análisis de los currículos escolares, de las normativas oficiales y de los materiales educativos utilizados en las aulas. Sin embargo, el énfasis debería ponerse ahora en “lo que pasa en las aulas”, es decir, en la práctica escolar, la actitud y las acciones docentes de los maestros, la influencia del contexto social, cultural y político en las escuelas y los efectos de la educación en el alumnado[22].

Finalmente, puede destacarse también que este congreso retomó, replanteándolo de nuevo en la línea de las “experiencias de nación”, uno de los temas que con mayor frecuencia se habían abordado por los grupos comprometidos en este proyecto colectivo, el de las relaciones entre la guerra y la nación, desde la consideración de la “nación bélica”. Alfonso Iglesias Amorín y Xosé Ramón Veiga, tras realizar un seguimiento del proceso histórico español, desde la Guerra de la Independencia a la Guerra Civil, concluyen que si bien las guerras no crearon forzosamente conciencia nacional, el patriotismo que se generó a su alrededor sí afectó a la identidad, potenciando a menudo la identidad nacional en el conjunto de la población, incluidos los estratos populares, que habrían vivido por esa vía su propio aprendizaje de la nación. A veces existió incluso de un nacionalismo de guerra, que siguiendo a Núñez Seixas podría caracterizarse a partir de cuatro elementos: la exaltación de valores muy emocionales, como la sangre derramada o el sacrificio compartido; la idealización de un destino común hacia el que los soldados van de la mano con su patria; la consideración de la guerra como una escuela de valor y heroísmo donde se forjan los verdaderos patriotas; y el culto a los héroes, especialmente a los caídos. En el caso español, aunque estos elementos no se habrían dado con intensidad suficiente para que se pudiera hablar de un nacionalismo de guerra, sí resultaría relevante la movilización generada alrededor de imágenes estereotipadas del “otro”, ya fuera éste el moro, el mambí, el rojo, etc.[23]

V. Conclusión

El camino recorrido por los grupos de investigación que hace quince años decidieron trabajar de forma coordinada en el estudio de la nacionalización española no ha cubierto, desde luego, todos los objetivos que entonces se plantearon, aunque sí una parte de ellos, como se ha tratado de poner de manifiesto en las páginas precedentes. Conocemos ahora mucho mejor el discurso nacional español y sus variantes locales y regionales, así como la actuación de nuevos agentes de nacionalización, públicos y privados, sobre los que no se había puesto apenas atención hasta hace pocos años. También sabemos más sobre la importancia de las guerras en la nacionalización, tanto en sus contenidos como en su incidencia social, sobre violencia y nacionalización y sobre símbolos, iconografías y representaciones nacionales, entre otros temas. Igualmente, podamos acercarnos con más fundamento al problema de la diversa penetración social de la nacionalización, desde la perspectiva de los distintos grupos sociales, de las distancias entre el mundo urbano y el rural y desde las variantes regionales. En conjunto, estamos ahora en muchas mejores condiciones que entonces para formular hipótesis sobre las líneas generales del proceso, así como sobre sus peculiaridades y desigualdades territoriales. Siguen existiendo, sin embargo, lagunas considerables, incluso en cuestiones que a veces se han apuntado en el trabajo de los grupos, pero que no han llegado a acometerse con la necesaria profundidad: es el caso, quizá por encima de cualquier otro, del análisis de la interrelación entre procesos de nacionalización antagónicos y coincidentes en los mismos espacios sociales, no solo de aquellos que se han planteado a partir de diversos referentes nacionales en competencia sino también de otros que compartiendo clave nacional se nutren de perspectivas políticas y culturales diferentes.

La trayectoria investigadora de estos grupos ha resultado además significativa, en varios sentidos, de las principales tendencias que han marcado la propia evolución de la historiografía española en la materia, contribuyendo directamente, en algunos casos de manera relevante, a dicha evolución: el “giro local” primero, que amplió horizontes y puso un primer jalón de la consideración de la “nación desde abajo”; el “giro individual” después, que se ha convertido en la tendencia más prometedora en los estudios sobre nacionalización en la fecha en la que escribimos estas líneas. Aunque siempre resulte conveniente mantener las debidas distancias en la valoración de acontecimientos en los que se ha participado en algún grado, no parece exagerado concluir que aquellos grupos que hace quince años decidieron emprender un trabajo de investigación coordinado sobre la nacionalización española han desempeñado un papel de cierta importancia en la historiografía española sobre el tema, contribuyendo a la institucionalización de un ámbito de estudios que hoy se encuentra claramente consolidado y, seguramente, con problemas muy parecidos a los que se plantean en otras historiografías.

Fuente:  Beramendi, J., Cabo Villaverde, M., Fernández Prieto, L. e Iglesias Amorín, A. (eds.) (2020); La nación omnipresente. Nuevos enfoques sobre los procesos de nacionalización en la España contemporánea, Granada, Editorial  Comares, 2020.

Notas

[1] Este trabajo forma parte de las actividades del proyecto de investigación con referencia HAR2017-87557-P, correspondiente al Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia, Convocatoria 2017.

[2] Aunque había tenido precedentes, el debate en torno a la “débil nacionalización” alcanzó sobre todo resonancia en el conjunto de la profesión con la ponencia presentada por Borja de Riquer en el Primer Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, celebrado en Salamanca en 1992. Cfr. “Nacionalidades y regiones: Problemas y líneas de investigación en torno a la débil nacionalización española del siglo XIX”, en Antonio Morales Moya y Mariano Esteban de Vega (eds.). La Historia Contemporánea en España, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1996, pp. 73-92.

[3] A este centralismo de las fuentes más utilizadas aludió también Justo Beramendi en un comentario de Mater Dolorosa. Cfr. Justo Beramendi, «A vueltas con España», Ayer, 44 (2001), pp. 265-278.

[4] Esta era, en síntesis, la propuesta de investigación elaborada por Justo Beramendi, que en relación a Galicia presentó en una ponencia del encuentro “Nacionalismo español y nacionalización española”, celebrado en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en mayo de 2006 y publicado el año siguiente: “Algunos aspectos del nation-building español en la Galicia del siglo XIX”, en Javier Moreno Luzón (coord.). Construir España: nacionalismo español y procesos de nacionalización, Madrid, CEPC, 2007, pp. 25-58. El propio Justo Beramendi presentó el 22 de mayo de 2008 en una de las sesiones del Seminario de Historia del Instituto Universitario Ortega y Gasset un extenso documento titulado “La competencia entre procesos nacionalizadores en Galicia, 1808-1936. Una primera aproximación” (https://www.ucm.es/data/cont/docs/297-2013-07-29-4-08.pdf)

[5] De particular interés al respecto es el artículo de Celia Applegate, “A Europe of Regions: Reflections on the Historiography of Subnational Places in Modern Times”, The American Historical Review vol. 104, 4 (oct., 1999), pp. 1157-1182. El impacto del debate en la historiografía española puede verse especialmente en el dossier de la revista “Ayer”, coordinado en 2006 por Xosé Manoel Núñez Seixas y titulado “La construcción de la identidad regional en Europa y España (siglos XIX y XX)”, que incorpora un texto de Alon Confino, otro de los participantes más destacados en esta discusión y, para el caso español, trabajos de Ferran Archilés, Carolyn P. Boyd, Fernando Molina Aparicio y del propio Núñez Seixas. Posteriormente, en esta línea Eric Storm. The Culture of Regionalism: Art, Architecture and International Exhibitions in France, Germany and Spain, 1890-1939. Manchester, Manchester University Press, 2010 y “La cultura regionalista en España, Francia y Alemania: una perspectiva comparada, 1890-1937”, Ayer, 82 (2011), pp. 161-185.

[6] Mariano Esteban de Vega y María Dolores de la Calle Velasco (eds.). Procesos de nacionalización en la España Contemporánea. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2010. 527 pp.

[7] Hispania, vol. LXXIII, 243, enero-abril, 2013, pp. 283-287. Algunas de las cuestiones abordadas por Javier Moreno Luzón en esta reseña fueron también objeto de comentario en la realizada por Emilio Majuelo para Iberoamericana, XII, 47, 2012, pp. 266-267.

[8] Pere Gabriel, Jordi Pomés y Francisco Fernández Gómez (eds.): España Res Publica. Nacionalización española e identidades en conflicto (siglos XIX y XX). Granada, Editorial Comares, 2013, 554 pp.

[9] Una reseña del libro firmada por Xavier Ferré (Butlletí de la Societat Catalana d’Estudis Històrics, XXVI, 2015, pp. 285-290) iba incluso más lejos, poniendo en duda que la nacionalización española hubiera llegado a cumplirse alguna vez: “«España, Res publica»? No és tan clar. De fet, el sintagma expressa, com recullen les ponències d’aquesta miscel·lània, més una potencialitat (és a dir, nacionalització) que no pas un fet acomplert”.

[10] Eric Storm se ha referido recientemente al papel preponderante que a menudo sigue teniendo el nacionalismo historiográfico, así como a la necesidad de superar no solo dicho nacionalismo metodológico, sino también el nacionalismo terminológico y normativo que aún domina nuestra disciplina: “A New Dawn in Nationalism Studies? Some Fresh Incentives to Overcome Historiographical Nationalism”, European History Quarterly, 48, 1, 2018. Estas reflexiones resultan plenamente aplicables a la historiografía española sobre la materia.

[11] Félix Luengo Teixidor y Fernando Molina Aparicio (eds.). Los caminos de la nación. Factores de nacionalización en la España Contemporánea. Granada, Editorial Comares, 2016. 538 pp.

[12] Cfr. Alejandro Quiroga: Haciendo españoles. La nacionalización de las masas en la dictadura de Primo de Rivera, Madrid, CEPC, 2008; Fernando Molina y Miguel Cabo: «An Inconvenient Nation: Nation-Building and National Identity in Modern Spain: The Historiographical Debate», en Manix Beyen y Martin Van Ginderachter (eds.): Nationhood from Below. Europe in the Long Nineteenth Century, Basingstoke, Palgrave, 2012; Francisco J. Caspistegui: «La nacionalización de las masas y la historia del nacionalismo español», Ayer, vol. 94, n.º 2, 2014, pp. 269-270. El monográfico de Ayer se publicó en el volumen 90, nº 2, y el de Rúbrica Contemporánea en el vol. 6 nº 11, 2017. Los entrecomillados en la página XIII de Los caminos de la nación. Véase también Fernando Molina Aparicio: “Rescatar la historia de la nación. Una historia de la historiografía del nacionalismo en España”, Studia Historica. Historia Contemporánea, 35, 2018, pp. 43-79. Las “experiencias de nación” ya habían sido objeto de atención por parte de Ferran Archilés en 2007: “¿Experiencias de nación? Nacionalización e identidades en la España restauracionista (1898-c.1920)”, en Javier Moreno Luzón (coord.). Construir España: nacionalismo español y procesos de nacionalización, pp. 127-151.

[13] Pasado y memoria: Revista de historia contemporánea, 17, 2018, pp. 560-563.

[14] Nación vivida, nación narrada: una historia de lo nacional en el Reino Unido, Francia, España y Portugal, c. 1780-1840, Universidad de Salamanca, 2018 (inédita).

[15] Además de la reseña indicada, cfr. Raúl Moreno Almendral, “La nación de los sujetos: propuestas para una investigación de los fenómenos nacionales a comienzos de la época contemporánea”, Rúbrica Contemporánea vol. 6, 12, 2017, pp. 5-23. Ver también “Reconstructing the history of nationalist cognition and everyday nationhood from personal accounts”, Nations and nationalism, 5078, Vol. 24, Part 3, 2018, pp. 648-668.

[16] Justo Beramendi y Antonio Rivera. “La nacionalización española: cuestiones de teoría y método”, pp. 15-16.

[17] Ibidem, pp. 16-32.

[18] Fernando Molina y José A. Pérez, “Violencia y nacionalización de masas: el Franquismo”, pp. 125-126.

[19] Ibidem, p. 145.

[20] Raúl Moreno Almendral y Steven Forti: “La nación de los individuos: la consagración de una perspectiva alternativa para el estudio de los procesos de construcción nacional”.

[21] Luis Castells Arteche y José Antonio Pérez Pérez, “Nacionalismo, construcción nacional y violencia”.

[22] Ander Delgado y Ramón López Facal, “La experiencia de la nación en las aulas”.

[23] Alfonso Iglesias Amorín y Xosé Ramón Veiga, “Servicio militar, ejército y guerras: la nación bélica”.

Sumario

Presentación, Justo Beramendi González, Miguel Cabo Villaverde, Lourenzo Fernández Prieto y Alfonso Iglesias Amorín

Introducción. El proceso de nacionalización española. Balance aproximativo de un proyecto,
Mariano Esteban de Vega

La nación de los individuos: la consagración de una perspectiva alternativa para el estudio de los procesos de construcción nacional, Raúl Moreno Almendral y Steven Forti

Tendencias centrípetas y centrífugas. Reflexiones en torno al papel de las principales culturas políticas en el proceso de nacionalización, Jordi Pomés Vives

Clases populares, vida cotidiana y culturas políticas. La nación de la clase subalterna, Joan Serrallonga Urquidi

Nacionalismo, construcción nacional y violencia, Luis Castells Arteche y José Antonio Pérez Pérez

La experiencia de la nación en las aulas, Ander Delgado y Ramón López Facal

Servicio militar, ejército y guerras: la nación bélica, Alfonso Iglesias Amorín y Xosé Ramón Veiga

Ilustración de portada: «Desembarco de voluntarios catalanes en Cuba» (1892), de Eduard Llorens
Imágenes: Conversación sobre la historia
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