Ricardo Robledo

La contundencia del titular  falsea la realidad, pues, como es sabido,  junto a Vicente Uribe entró en  el gobierno  de septiembre de 1936 el también comunista Jesús Hernández como ministro de Educación. Efectuada esta precisión, digamos que se trató de una  decisión insólita en la Europa democrática de entreguerras, que ocho años después adoptaría  Charles De Gaulle tras la liberación de Francia.   La estrategia comunista era ante todo la de defender la República dejando de lado cualquier veleidad revolucionaria.

La recuperación oficial de la figura de Uribe se produjo en septiembre de 2006 cuando la ministra de Agricultura Elena Espinosa inauguró la “Galería de Retratos de Ministros de Agricultura de la Segunda República”. Esto me permite hacer la siguiente precisión. En una reciente publicación en Cuarto poder  se cuenta que  la ministra de Agricultura, Loyola de Palacio, tenía la intención de completar la galería de cuadros de los titulares del departamento y a tal objetivo se le ofreció el único retrato al óleo que existía de Uribe. Para despejar equívocos digamos que de esa intención de completar la Galería  nunca se supo y cuando su sucesora la llevó a cabo se realizó con espléndidas fotografías del Archivo Fotográfico de Alfonso (AGA) salvo el cuadro de Uribe. Como biógrafo de los ministros, tuve la suerte de compartir la jornada de la inauguración de la Galería con sus descendientes. El hijo mayor de Uribe me confesó al ver el cuadro de su padre que no se sentía identificado con esa imagen. No era un  desliz psicoanalítico.  La imagen que retenía de su padre era la del fotógrafo Alfonso, que se reproduce en esta publicación. Y me corrigió la fecha de nacimiento de su padre entregándome fotocopia de la acta de nacimiento de su padre en 1902 (reproducida en parte más adelante), cinco años después  de lo que figuraba en todas las biografías. Con 33 años se convirtió en uno de los ministros más jóvenes del Gobierno de Largo Caballero.

´Vicente Uribe. Galería de retratos del Ministerio de Agricultura

Una reflexión menos anecdótica sería la siguiente ¿Cómo explicar que cerca de 70 años después de la guerra las instituciones oficiales democráticas siguieran defendiendo la ruptura del franquismo?  Me explico. Estoy refiriéndome al vacío administrativo/simbólico de los ministros que habían sido republicanos. Se había producido un auténtico agujero negro. Los retratos de las galerías de ministros terminaban en abril de 1931.  El siguiente retrato (aprovechando la interrupción de una puerta) ya era el de un ministro franquista. La República no había existido. Se había hecho realidad el deseo de un técnico agrario franquista, recordado por Barciela: hay que borrar la pizarra hasta el borde. Ese vacío, con mi modesta colaboración,  se corrigió  en el Ministerio de Agricultura en 2006: este fue el titular de ABC, con un adjetivo posesivo bien claro  El Gobierno ejercita su «memoria histórica» en el Ministerio de Agricultura.

Para completar el contexto político donde se desenvolvió la vida de Uribe, resulta imprescindible. Vicente Uribe  Memorias de un ministro comunista de la República. Edición, prólogo y notas de Almudena Doncel López y Fernando Hernández Sánchez. Sevilla: Renacimiento, 2019.

Retrato de Vicente Uribe al que se hace referencia en el prólogo (A.G.A., Archivo fotográfico Alfonso)

La zona minera de Somorrostro, que acogió desde fines del siglo XIX un intenso desarrollo industrial, fue también la comarca que vio nacer a dos de los líderes más importantes del comunismo español del siglo XX, D. Ibárruri (1895) y V. Uribe. Éste, obrero metalúrgico, fue militante del Partido Comunista de España desde 1923, dirigente desde 1927; estudió en la Escuela leninista de Moscú durante 1927-30 y fue secretario del Comité Regional Vasco-Navarro en 1930-31. Otros datos que proporciona su Expediente del Tribunal de Represión de la Masonería y del Comunismo son los de su trabajo de tornero en la Bacock-Wilcox de Baracaldo hasta 1932, la intervención en varios mítines y huelgas, su encarcelamiento en Larrinaga, y su decidida intervención contra el grupo de Bullejos que en opinión de la Internacional Comunista estaba aislándose de las masas. En 1932 fue elegido miembro del Comité Central y del Buró Político y se hizo cargo de la dirección de Mundo Obrero o de alguna de las publicaciones alternativas para hacer frente a sus frecuentes secuestros. Representó al Partido en la elaboración del manifiesto electoral del Frente Popular para las elecciones de 16 de febrero de 1936 siendo elegido diputado por Jaén. La política del partido era entonces moderada, defendiendo y estimulando la pequeña propiedad campesina; la “toma revolucionaria de la tierra” había sido sustituida por la intensificación de la aplicación de la Reforma Agraria, procurando evitar choques violentos con la fuerza pública y la ruptura de la alianza con los republicanos, es decir, orientaciones que desarrollaría Uribe durante la guerra. Fue Ministro de Agricultura en los gobiernos de Francisco Largo Caballero (4-IX-1936 a 18-V-1937) y de Juan Negrín (18-V-1937 a 31-III-1939). Después del fracaso republicano en la contención del avance del ejército nacionalista (el 3 de septiembre estaba ya en Talavera), se formó el primer gobierno de Largo Caballero; “gobierno de la victoria” se le llamó y en él estuvieron representados todos los partidos del Frente Popular, entrando así en el Gobierno, por primera vez, los comunistas (Uribe y J. Hernández). En ese contexto es donde debe integrarse el Decreto Uribe de 7 octubre de 1936, considerado tradicionalmente como el que introdujo cierto control en el sector agrario republicano; en él se acordaba la expropiación sin indemnización de las fincas rústicas de los que hubieran participado directa o indirectamente en el movimiento insurreccional; se establecían, eso sí, unos rigurosos trámites para controlar el proceso “desde arriba” y dejando al IRA como organismo tutelar. Como había ocurrido en otras circunstancias, lo que se intentaba con éste y otros decretos era sancionar las actuaciones que se habían producido con motivo del abandono de las explotaciones por parte de dueños y arrendatarios; se continuaba así en la línea del Decreto del 20 de marzo de 1936, interviniendo sin más las explotaciones abandonadas e instando a los Ayuntamientos a llevar adelante la recolección de cereales (8 de agosto de 1936).

Acta de nacimiento de Vicente Uribe (30 de diciembre de 1902) en el Registro Civil de Sestao

En la historia oficial del Partido Comunista aparece como “partidario convencido de la colectivización” pero que no podía imponerse, pues “era preciso desarrollar una paciente labor previa de educación y de convencimiento”; la tarea que correspondía entonces era la de la “una revolución democrática burguesa”. El ideal de la revolución social quedaba postergado en beneficio de la defensa del orden republicano y el respeto a la propiedad. Esta estrategia dilatoria que suponía proclamar que “la propiedad del pequeño campesino es sagrada” marcó muchos de los conflictos entre las autoridades del Ministerio de Agricultura y el IRA frente a los cenetistas y otros partidarios de la colectivización inmediata, acusada de “izquierdismo infantil”. El enunciado de diversos discursos en el otoño de 1936 (Nadie está autorizado para saquear campos y pueblos) ilustra fehacientemente los enfrentamientos; Uribe tenía que proclamar en Algemesí que el Gobierno no había autorizado a nadie para que se incautara de las cosechas y que no se impondría por la violencia la colectivización del trabajo.

Gobierno de Largo Caballero en septiembre de 1936, con dos ministros comunistas: Uribe y Hernández (primero y segundo por la derecha, respectivamente) (imagen: portada del diario La Voz)

Algo similar ocurre con el Decreto de 8 de junio de 1937, con el que se quería “encauzar debidamente” el movimiento colectivista; a tal fin se legalizaban con carácter formal y temporal, año agrícola 1936-37, las explotaciones colectivas formadas a partir del 19 de julio; el IRA se comprometía a no tramitar ninguna demanda de revisión de tierras o de incautación de cosechas del antiguo poseedor “ni en los casos en que se aleguen supuestos errores de carácter jurídico”. Creer que mediante este Decreto cesarían las hostilidades con el experimento colectivista se demostró apreciación errónea. Las incautaciones habían tenido una dinámica de lucha política propia y luego tuvieron que enfrentarse a distintos retos de carácter económico y militar.

En conjunto, una estadística parcial del IRA hasta agosto de 1938 indica que se habían expropiado casi 5,5 millones de hectáreas que suponían el 30% de la extensión útil de las provincias afectadas, sin contabilizar Cataluña ni Aragón. De acuerdo con la función de tutela económica desempeñada por el IRA, al igual que había hecho con los asentamientos antes de 1936, el IRA no se limitó a proporcionar tierras, sino que ayudó a su puesta en explotación, de modo que hasta febrero de 1937 había concedido 73 millones de pesetas de créditos en concepto de anticipos reintegrables, una cantidad que, con todas las salvedades que tienen estas estimaciones, habría que multiplicar por más de cien para hacerse una idea aproximada de su importancia.

Publicación de Vicente Uribe en la biblioteca del Ministerio de Agricultura

En mayo de 1937 se creó dentro del IRA un Departamento de  cooperativas para ayudar con orientaciones y préstamos reintegrables a las cooperativas que se formaran por campesinos en las fincas incautadas, decisión que sería luego reglamentada en un decreto de 27-VIII-1937. También impulsó Uribe, entre otras disposiciones, la reforma de la enseñanza agrícola, estructurándola de tal forma que permitiera transferir los progresos técnicos contrastados por la experiencia para formación de obreros especialistas y capataces, mediante Cátedras ambulantes y Granjas-escuela, al mismo tiempo que organizó la Enseñanza Superior y Media de estudios agronómicos (Decreto 25-II-1938).

Además de ser el Ministro con mayor permanencia en la cartera de Agricultura de toda la República, Uribe publicó un folleto sobre el problema de las nacionalidades integrándolo en la revolución democrática de toda España (El problema de las nacionalidades en España a la luz de la guerra popular por la independencia de la República Española). Para Uribe, “las cuestiones particulares de catalanes, vascos y gallegos están ligadas vitalmente a la cuestión nacional de toda España”. La importancia que fue adquiriendo el Partido Comunista a lo largo de la guerra civil hacen de Uribe un personaje relevante en dos episodios políticos, de signo distinto: la supresión del POUM y la detención de sus dirigentes, que provocó la caída de Largo Caballero en mayo de 1937 y su sustitución por Negrín; el 6 marzo de 1939 tuvo que sufrir sin embargo las consecuencias del golpe del Coronel Casado, partidario de acabar con la resistencia a ultranza de Madrid y de capitular, y por tanto enfrentado a Uribe que resistiría hasta el final en la defensa de la causa republicana. El 24 de marzo, junto con Togliatti, Claudín y otros dirigentes, pudo huir en avión a Argelia. El Partido Comunista, que había sido una fuerza insignificante (sin representación parlamentaria antes de 1936), se había convertido durante la guerra en fuerza hegemónica de la burocracia policial y del ejército gracias a los suministros bélicos soviéticos y a su eficacia organizativa. Eso no excluye que no hubiera enfrentamientos con Negrín quien echó en cara a Uribe alguna vez que fuera más obediente al partido que a él.

Publicación de Vicente Uribe en la biblioteca del Ministerio de Agricultura

Tras la derrota y el consiguiente exilio de los dirigentes, Vicente Uribe se convirtió en el máximo dirigente del grupo comunista español en México, donde se instaló, al parecer confortablemente, durante los años de la segunda guerra mundial. El Comité Central del Partido después de la guerra dejó de existir; lo que había, cuenta Azcárate, era un Buró Político repartido entre el grupo que estaba en Moscú y el de México. Tras la expulsión de Jesús Hernández en 1944, pasó a ocupar el segundo lugar en la jerarquía del PCE junto a D. Ibárruri, instalándose en París en 1946 y cuatro años después en Praga. En febrero de 1947 ocupó por escasos meses la cartera de Economía en el Gobierno de la República en el exilio presidido por R. Llopis, pues el fracaso de las tácticas del partido en España y el clima de la guerra fría conducían al aislamiento del PCE. En octubre de 1948 Vicente Uribe presentó un informe al Buró proponiendo cambios en la línea política tales como la disolución de las guerrillas, aprovechar el marco legal del sindicalismo vertical como instrumento de la lucha reivindicativa, y la formación de una amplia alianza antifranquista para conseguir restablecer la democracia burguesa y “realizar la revolución burguesa”, es decir adelantándose en varios años a la línea que seguiría el PCE después de haberlo defenestrado.

Documentación de Vicente Uribe para entrar en México en 1941 (imagen: El Español)

Como uno de los principales dirigentes de Partido le correspondió hacer frente a los problemas derivados de las diferentes estrategias comprendidas entre la disolución de la Internacional Comunista (Comitern) en 1943 y el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS en Moscú al que asiste Uribe (febrero de 1956). Fue entonces cuando se materializó el ascenso de los “jóvenes” del partido; su fiel compañera D. Ibárruri se dio cuenta, sin embargo, en qué dirección iba el viento y dejó solo a Uribe, convertido así en el “Stalin” del PCE (Estruch). Pocos meses después, en el Pleno del Comité Central (julio-agosto de 1956) Vicente Uribe, aunque siguiera perteneciendo al Buró y después de la oportuna autocrítica, sería relegado absolutamente por el grupo triunfante capitaneado por Santiago Carrillo. En 1958 contrajo una grave enfermedad que lo llevaría a la muerte tres años después. De su necrológica oficial se encargó F. Claudín que ensalzó su labor en la guerra civil sin dejar de señalar los “errores” que habían sido criticados y corregidos en el momento oportuno.

Reunión del gobierno de la República en París, 13 de febrero de 1947. En el sentido contrario a las agujas del reloj, desde la presidencia: Diego Martínez Barrio (presidente del la República), Rodolfo Llopis (Estado), Manuel de Irujo (Justicia), Fernando Varela Aparicio (casi fuera de la foto, a la izda) (Hacienda), Julio Just (Interior), Miguel Santaló (Instrucción Pública), Vicente Uribe (Economía) y Trifón Gómez (Emigración)(foto: EFE)

En los diversos Informes y Programas de Uribe después de la guerra el régimen de propiedad latifundista, con las “trabas de tipo semifeudal”, aparecía como la causa principal del atraso de España, lamentando que los representantes del “desarrollo burgués capitalista de España” no hubieran apoyado la destrucción de los vestigios del feudalismo. La herencia de estos planteamientos siguió inspirando la política agraria del Partido Comunista muchos años después de desaparecido Uribe, cuando ya la agricultura latifundista estaba desempeñando su función de acumulación como proveedora de recursos para el desarrollo industrial y cuando los males habían dejado de ser los del absentismo y empezaban a ser los de la sobreexplotación de los recursos naturales. La postergación de Uribe se produjo cuando iban a cumplirse los veinte años de su encumbramiento a un Ministerio que tuvo la difícil tarea de combinar las colectivizaciones impulsadas por la CNT o la UGT con la defensa individualista de la pequeña propiedad campesina. En tal sentido, la celebración del Pleno del Comité Central en el verano de 1956 en la Casa del Lago (en el norte de la antigua República Democrática Alemana) debió ser el aniversario más amargo que pudo tener aquel obrero metalúrgico que llegó a ser el primer Ministro comunista en la historia de España.

Fuente del artículo:

Ricardo Robledo Hernández, Los Ministros de Agricultura de la Segunda República (1931-1939) (Política y Sociedad en la España del siglo XX), Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Centro de Publicaciones, 2006

Portada: Biblioteca Nacional de España, serie «Personajes republicanos. Políticos»
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