Hasta cuándo seguiremos leyendo que Evo Morales fue “el primer presidente indígena en la historia de Bolivia”? La frase es racista, pues se dice en elogio del personaje, como si ser “indígena” fuera un valor en sí mismo y resaltara la condición de jefe del Estado (…) Aunque las políticas económicas de Evo Morales no seguían para nada las del “socialismo del siglo XXI” (felizmente para los bolivianos), él era un vasallo fiel y retórico de Cuba y Venezuela y en sus discursos y pronunciamientos demagógicos se llenaba la boca elogiando a Fidel y Raúl Castro, al comandante Chávez, a Maduro (…) Bolivia parecía perdida para la democracia y la legalidad. No ha sido así, gracias a la valentía y al arrojo de ese pueblo que, cuando yo era niño y vivía en Cochabamba, incluso en los carnavales salía a las calles armado de machetes, por si acaso. Mucho se apresuraron Cuba, Venezuela y Nicaragua en creer que tenían en sus garras al pueblo boliviano. No sabían de lo que este pueblo valiente es capaz en defensa de su soberanía y libertad

Mario Vargas Llosa, El Pais, 1 de diciembre de 2019

 


 

Fernando D’Addario (*)
Periodista. Escribe en Página/12 y es autor de Sexo, drogas y Rolling Stones (Ed. AC, 1995)

Ejercicio práctico para poner a prueba la capacidad de asombro: leer al mismo tiempo Tiempos recios, la última novela de Mario Vargas Llosa, y las declaraciones del escritor sobre la actual situación en Bolivia. En su nuevo libro, el Premio Nobel de Literatura da cuenta de los intereses económicos, geopolíticos y culturales que provocaron el golpe de Estado de 1954 en Guatemala y terminaron con el gobierno progresista de Jacobo Arbenz. Como narrador, Vargas Llosa toma partido abiertamente por su “héroe” y denuncia la intromisión de los Estados Unidos en los asuntos latinoamericanos, el papel central de la United Fruit en el Golpe, la alianza entre militares, sectores de la Iglesia y grandes terratenientes para despojar a los indígenas de los derechos que habían conquistado, la utilización del marketing mediático para instalar la idea de que Arbenz era un monstruo comunista manejado por la Unión Soviética, etc. Como contrapartida, el mismo Vargas Llosa pero en su condición de “ensayista”, publicó recientemente un artículo que celebra “la valentía del pueblo boliviano que ha arrojado del poder a un dictador”.

El 13 de noviembre de 1951, Prensa Libre publicó la negativa de la United Fruit Company (UFCO) de continuar operaciones en el país, por desacuerdos con la política agraria de Jacobo Árbenz

En su novela escribe, aludiendo a los desafíos que tenía Arbenz cuando tomó el poder: “Había que cambiar la estructura feudal que reinaba en el campo, donde la inmensa mayoría de guatemaltecos, los campesinos, carecían de tierras y trabajaban para los hacendados ladinos y blancos, por sueldos miserables, en tanto que los grandes finqueros vivían como los encomenderos en la colonia, gozando de todos los beneficios de la modernidad”. El Vargas Llosa novelista se queja de lo que ocurrió cuando derrocaron al presidente elegido democráticamente: “Todo rastro del régimen de Jacobo Arbenz parecía desaparecido y, en su reemplazo, había surgido un país en estado frenético en el que la caza a los comunistas reales o supuestos era la obsesión nacional”. (1)

En su ensayo difundido aquí por el diario La Nación, Vargas Llosa escribe: “Bolivia parecía perdida para la democracia y la legalidad. Mucho se apresuraron Cuba, Venezuela y Nicaragua a creer que tenían en sus garras al pueblo boliviano. No sabían de lo que este pueblo valiente es capaz en defensa de su soberanía y libertad”.

El cimbronazo de la doble lectura, que es fuerte, invita a establecer algunas hipótesis: 1) Vargas Llosa dejó de escribir ficción hace treinta años y ante los requerimientos editoriales va sacando del cajón viejas novelas —El sueño del celta, publicada en 2010, también podría caber en esta especulación– escritas cuando tenía ideas progresistas. 2) Tiene un ghost writer que entiende al revés las consignas que le dicta el Premio Nobel de Literatura. 3) El escritor peruano/español sabe que sus ideas reaccionarias tienen buena acogida en el establishment mediático pero intuye que la mayoría de los que todavía leen libros son de izquierda o algo parecido. Fuera de estas alternativas ya entraríamos en alarmas de bipolaridad intelectual que excederían las atribuciones de esta simple comparación de textos.

Quizás para atajarse, el propio Vargas Llosa ensaya, sobre el final de su novela, una suerte de “moraleja” que intenta compatibilizar su defensa de un gobierno de centro izquierda (de hace 65 años) y sus ideas liberales (de hoy). Escribe: “La intervención norteamericana en Guatemala retrasó durante decenas de años la democratización del continente y costó millares de muertos, pues contribuyó a popularizar el mito de la revolución armada y el socialismo en toda América Latina”.

“La United Fruit Co.” por Pablo Neruda

Esa idea, de que el fascismo alentado por los Estados Unidos en nombre de “la lucha contra el comunismo” no hizo más que radicalizar a los jóvenes idealistas de la época (da el ejemplo de Fidel Castro) es discutible e interesante. Pero es perfectamente aplicable a la situación actual en Bolivia, donde la perspectiva de un gobierno represivo de extrema derecha apoyado por los Estados Unidos y las multinacionales también podría engendrar, tarde o temprano, una reacción más virulenta por parte de la izquierda.

No se trata aquí de cuestionar las ideas políticas de Vargas Llosa. Tampoco se pone en duda su talento como escritor. Lo que provoca perplejidad es su incapacidad para procesar coherentemente, en su condición de intelectual todoterreno, elementos del presente y del pasado; la miopía que le impide trazar analogías entre el poder de fuego de la United Fruit de ayer y las multinacionales extractivistas de hoy; su ingenuidad (¿?) para ver en la actualidad un espontáneo levantamiento popular donde antes –en un cuadro de situación muy similar– veía una operación golpista gestada por la CIA y la embajada de los Estados Unidos; su disposición a entregarse a los cantos de sirenas de la “prensa libre” (léase hegemónica) después de haber descripto en su novela de manera brillante cómo se instrumentó la campaña mediática (a instancias del publicista Edward L. Bernays, un Durán Barba de mediados del siglo XX) que fue minando paulatinamente el gobierno de Arbenz; su falta de perspicacia para advertir que el populismo del que hoy abomina es equivalente –en términos de demonización—al comunismo de los tiempos de la Guerra Fría. En definitiva, es llamativa la doble vara que utiliza Vargas Llosa para medir, en uno y otro caso, las verdaderas relaciones de poder. En esa disociación, donde antes veía víctimas hoy ve victimarios. Y viceversa.

En defensa de nuestra propia ingenuidad como lectores, cabe agregar a la lista de hipótesis una cuarta alternativa: el Vargas Llosa institucional, ese que repite consignas básicas que parecen copiadas de una conferencia de prensa de Marcos Peña, es un impostor; el verdadero Vargas Llosa vive recluido y aislado, a la manera de Salinger, pero sigue escribiendo, para refutar a su impostor, estas historias (El sueño del celtaTiempos recios) que, a la manera de aquellas (Conversación en la Catedral, La Guerra del Fin del mundo) reflejan la realidad con mucha más precisión que un puñado de discursos bien pagos.  

Fuente: Página 12, 15 de diciembre de 2019


(1) Juan Jacobo Árbenz Guzmán ( 1913-1971) fue un militar y político guatemalteco, ministro de la Defensa Nacional (1944-1951) y presidente de Guatemala (1951-1954). Perteneció al grupo de militares que protagonizaron la Revolución de 1944. Fue conocido como el «soldado del pueblo». Fue electo presidente de Guatemala en las elecciones presidenciales de 1950 y asumió el cargo el 15 de marzo de 1951. Árbenz en su discurso inaugural explicó que su plan de gobierno se basaba en tres objetivos fundamentales, el primero es convertir a Guatemala de un país dependiente y de economía semicolonial en un país económicamente independiente; y transformarlo de un país atrasado y de economía predominantemente feudal en un país moderno y capitalista. El 27 de junio de 1954 fue derrocado por un golpe de Estado dirigido por el Gobierno de Estados Unidos, con el patrocinio de la United Fruit Company y ejecutado por la CIA mediante la operación PBSUCCESS, que lo sustituyó por una junta militar que finalmente entregó el poder al coronel Carlos Castillo Armas.​ Fue acusado de ser comunista y atacar los intereses de los monopolios fruteros norteamericanos​ principalmente con la reforma agraria, y por dar cabida entre su círculo íntimo de asesores a los miembros del Partido Guatemalteco del Trabajo.​ Tras el golpe tuvo que escapar a un tortuoso exilio en México donde se separó de su esposa e hijos, sufrió una férrea campaña de desprestigio orquestada por la CIA y su hija Arabella se suicidó en Colombia en 1965. Finalmente, Jacobo Árbenz murió en su exilio de Ciudad de México en 1971. (Wikipedia)


Sobre el autor Fernando D’Addario:

El duro oficio de ser «progre» en la Argentina

Portada: Marginal Revolution

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5 COMENTARIOS

  1. Buena caracterización de la personalidad disociada de Vargas Llosa a la luz de sus últimas producciones y manifestaciones. No digo personalidad esquizofrénica para no ofender a quienes sufren esta enfermedad y porque no pienso que llegue a tanto. Hay cálculo de mercado ciertamente, el político de una parte y el novelístico de otra, pero también puede que haya un hilo atravesando toda la vida y la obra de Vargas: el del racismo mamado entre Arequipa y Lima pasando por Cochabamba y traído limpiamente a España. Con esto, la contraposición entre dos Vargas no me parece que sea tan marcada.
    Repárese en ese retrato de la Guatemala de mediados del siglo pasado: “La inmensa mayoría de guatemaltecos, los campesinos, carecían de tierras y trabajaban para los hacendados ladinos y blancos, por sueldos miserables, en tanto que los grandes finqueros vivían como los encomenderos en la colonia, gozando de todos los beneficios de la modernidad”. No ve indígenas, sino tan solo “campesinos”. Ve proletariado rural explotado, no pueblos organizados en comunidades con cierto dominio del territorio y los recursos, pueblos que habían resistido no sólo a “a la colonia”, sino que venían también haciéndolo frente al constitucionalismo digamos que liberal desde los tiempos en particular del presidente Justo Rufino Barrios, no tantas décadas antes. La ceguera a este respecto, algo que importa neurálgicamente hasta hoy, creo que es ese hilo conductor para en la obra de Vargas Llosa, en la novelística como en la política.

  2. Disiento en este caso de mi admirado Bartolomé Clavero. Creo que infiere demasiado. Ver campesinos y no comunidades indígenas era algo propio de la izquierda en la que se formó Vargas Llosa. Ver indígenas fue, en general, algo muy posterior, cuando Vargas ya no veía nada. La clave está en la construcción de las identidades: en cómo y por qué se paso de la construcción discursiva del campesinado a la construcción discursiva del indígena. El politólogo Ramón Máiz escribió clarificadoras páginas al respecto hace ya algunos años.
    https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/904725.pdf

  3. De acuerdo y en desacuerdo. Que la izquierda no viera a indígenas no significa que no estuvieran ahí ni que nadie les viera, comenzando por ellos y ellas mismos entre sí. No empiezan a existir porque otros vengan a observarles dejando de «construirles» indiferenciadamente como campesinos. Lo que he querido resaltar es que ese punto ciego es un hilo, quizás el hilo, de continuidad entre el Vargas izquierdista y el Vargas derechista, ambos racistas. Tampoco es que esto sea algo tan singular a izquierda y a derecha, ayer y hoy. Vargas Llosa como personaje resulta bastante vulgar.

  4. Estaban materialmente ahí, ciertamente, pero no se podían ‘ver’ como tales porque las categorías interpretativas eran muy otras. La construcción de la identidad indígena no fue un simple fruto de las categorías de otros (fundamentalmente antropólogos ajenos a la comunidad), sino sobre todo de los propios implicados, los indígenas, que se (auto)reconocieron a sí mismos como tales.
    Estamos básicamente de acuerdo en muchas cosas, profesor Clavero. Aprovecho la ocasión manifestarle toda mi consideración y para decirle que he aprendido mucho –o al menos lo he intentado– de leerle desde mi más temprana juventud. Un cordial saludo.

  5. El pueblo boliviano rechazó en referéndum una cuarta e inconstitucional postulación de Evo Morales a la Presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, consulta que Morales irrespetó. Los resultados de su reelección fueron fraudulentos, al suspenderse el escrutinio durante 23 horas, para mostrar al cabo una tendencia diferente y que aseguraba a Morales un triunfo sin necesidad de realizar una segunda vuelta

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